Paraty, la ciudad olvidada

El pueblo está casi a mitad de camino de dos grandes ciudades: San Pablo y Río de Janeiro. Hoy parece increíble pensar que, 400 años atrás, este villorrio pudiera soñar con competir con ellas, pero así fue.

Estábamos en Brasil. Buscábamos playa y descanso luego de tres semanas de viaje intenso pero, como no podía ser de otra manera, también buscaba combinarlo con algo de Historia. Recordaba haber visto lindas fotos de Paraty y, como teníamos unos días libres, decidimos tomarnos un ómnibus desde Río de Janeiro para visitarlo. En tres horas llegamos al pueblo. Lloviznaba, por eso preferimos dejar la playa para el día siguiente y, aunque nos mojáramos un poco, caminar el centro histórico. Las casas, las calles, las veredas y las iglesias parecían hablarnos de un pasado lejano donde todo había sido distinto.

Paraty se ubica al fondo de una gran bahía protegida del mar por una angosta franja de arena (la restinga de Itacuruçá) y una gran isla, merecidamente llamada Ilha Grande. El pueblo está casi a mitad de camino de dos grandes ciudades: San Pablo y Río de Janeiro. Hoy parece increíble pensar que, 400 años atrás, este villorrio pudiera soñar con competir con ellas, pero así fue.

Las casas, las calles, las veredas y las iglesias parecían hablarnos de un pasado lejano donde todo había sido distinto

No muy lejos, detrás de las montañas del pueblo, se extiende la región de Minas Gerais, que, como indica su nombre, poseía ricas minas de oro y plata. Estos metales preciosos debían ser embarcados hacia Portugal. La cercanía a las minas y su excelente puerto hacían de Paraty una mejor alternativa que Río de Janeiro. Así empezó la época de gloria de Paraty.

Sacamos varias fotos interesantes del casco histórico; la típica de la iglesia del pueblo quedó para el día siguiente, porque había que tomarla desde el agua. Por la mañana, como el tiempo había mejorado, nos tomamos un barco que nos llevó a las playas de las islas e islotes de la enorme bahía. Al zarpar aproveché para sacar aquella foto que perseguía. Después de bucear en una de las playas, leí algo más de la historia de Paraty. Me sorprendió enterarme de que las islas de la bahía habían sido, de alguna manera, las responsables de su caída.

La cercanía a las minas y su excelente puerto hacían de Paraty una mejor alternativa que Río

En el siglo XVII era cada vez más el oro de Minas Gerais que salía por este puerto. La población creció enormemente, había trabajo para todos. Pero con el tiempo aparecieron piratas que aprovechaban la gran cantidad de islas cercanas para esconderse y atacar los barcos cargados de oro que partían hacia Europa. Los portugueses debieron cambiar la estrategia, decidieron sacar las riquezas por el puerto de Río de Janeiro que, aunque más lejano, permitía vigilar las naves mucho más fácilmente. Así fue que Paraty sufrió su primer tropiezo.

Por la tarde volvimos al pueblo, que hervía de gente. Como el pronóstico meteorológico para el día siguiente era muy bueno y a nosotros nos gustan los lugares más sosegados el encargado de la posada nos recomendó alojarnos en Ilha Grande. La perspectiva de vegetación exuberante y tranquilas playas de fina arena blanca nos decidió a ir. Bueno… no sólo eso… también me gustaba la idea de visitar una de las islas donde los piratas se habían hecho fuertes.

Dejamos las cosas en una posada e impacientemente preguntamos por la playa más desolada. Para alcanzarla hicimos un tramo en bote y una caminata de media hora

El destino le dio a Paraty una segunda oportunidad de hacerse importante. Para fines del siglo XVIII el café y el azúcar habían desplazado al oro como la principal riqueza de Brasil. La región de Paraty tenía grandes extensiones de tierra fértil, dos ríos con abundante agua y un puerto inmejorable para sacar la producción. Los portugueses trajeron cientos y cientos de esclavos y la zona se llenó de “fazendas”.

Llegando en barco a Ilha Grande, desde el agua veíamos el único pueblito de la isla. Detrás de éste una selva frondosa y, más atrás aún, el muy llamativo Pico de Papagayo. Dejamos las cosas en una posada e impacientemente preguntamos por la playa más desolada. Para alcanzarla hicimos un tramo en bote y una caminata de media hora. ¡Valíó la pena! Compartimos una enorme playa paradisíaca con apenas algunos turistas.

Se cortó la electricidad en toda la isla. “Pasa siempre”, me dijo la muchacha que nos atendía

Por la noche cenamos en un pequeño restaurante con sus mesas en el arena de la playa. Luego de comer un excelente arroz con calamares (rizzotto de lula, para los brasileños) se cortó la electricidad en toda la isla. “Pasa siempre”, me dijo la muchacha que nos atendía. Pensaba pagar con tarjeta de crédito pero, dada la situación, eso sería imposible. Por suerte tenía unos reales que, con moneditas incluidas, alcanzaron para pagar la cuenta.

En el siglo XIX las fazendas de azúcar y café movían la economía de Paraty. Pero allí, al igual que en el resto del Brasil, la riqueza se basaba en una práctica cruel e inmoral: la esclavitud. El emperador Dom Pedro II recibía, por causa de ello, fortísimas presiones. Por un lado, las potencias mundiales lo presionaban para que proclamara la abolición y, por el otro, los poderosos “senhores fazendeiros” querían continuarla. El Imperio era el único país occidental que mantenía esclavos. Finalmente, la hija de Dom Pedro, la Princesa Isabel, en un período de regencia por enfermedad de su padre abolió la esclavitud en 1888. La medida generó una crisis económica que arrasó el país. Como consecuencia de ella cayó el gobierno del monarca. Paraty, como tantos otros lugares, no pudo absorber el golpe. Las fazendas, que no eran viables sin esclavos, fueron abandonadas. El éxodo dejó al pueblo casi abandonado. Por segunda vez el destino frenaba a Paraty.

Mientras en casi todo Brasil, en nombre del progreso, se barrieron las huellas del pasado, en Paraty el casco histórico sobrevivió al margen de ese progreso

Desde el barco que nos traía de vuelta de Ilha Grande teníamos una bonita vista del pueblo. Mientras sacaba las últimas fotos se me ocurrió que había sido gracias a sus fracasos económicos que Paraty se mantuvo como una joya urbanística y arquitectónica. Mientras en casi todo Brasil, en nombre del progreso, se barrieron las huellas del pasado, en Paraty el casco histórico sobrevivió al margen de ese progreso. El pasado se mantenía vivo en sus casas y sus calles.

La multitud que deambulaba por el puertito me hizo comprender que Paraty había encontrado en el turismo una nueva oportunidad. Sólo espero que esta vez el progreso no mate a la gallina de los huevos de oro.

Notificar nuevos comentarios
Notificar
guest

2 Comentarios
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
Tu cesta0
Aún no agregaste productos.
Seguir navegando
0
Ir al contenido