Cuando recorríamos la famosa carretera austral me sorprendí de encontrar en el mapa el nombre “Cueva de las manos”. No sabía que en el sur de Chile hubiera una con el mismo nombre que la famosa cueva argentina. Con mi mujer no dudamos en enfilar nuestra camioneta hacia allí y descubrir de qué se trataba.
Mientras avanzábamos por el camino recordábamos lo que habíamos visto en la Cueva de las Manos argentina. Ésta está ubicada en un lugar espectacular, un paisaje muy distinto de los que se encuentran en la zona. La cueva, que en realidad es un alero, está al pie de los acantilados que conforman un cañón. A su pie corre el río Pinturas, conformando uno de los pocos lugares verdes de la estepa patagónica. Al observarlo se entiende que necesariamente debía tratarse de un lugar importante para los indígenas. Las paredes del cañón hacen que los guanacos, principal sustento de los pueblos originarios patagónicos, queden encajonados al ir a beber agua. Esto simplificaba la difícil tarea de cazarlos sin caballos. Esta suposición se ve confirmada por los dibujos en las paredes de la cueva, donde abundan manadas de guanacos y choiques (avestruces patagónicos que también formaban parte del alimento de los aborígenes).
Están pintadas con una simple técnica que consiste en apoyar una mano sobre la piedra y, con la otra, arrojar pintura sobre ella
Pero lo que más llama la atención de las paredes de aquel enorme alero son las manos. Cientos de manos levantadas pintadas en las paredes parecen querer llamar la atención del visitante. Como voces de un distante mundo pasado que nos quieren recordar que ellos estuvieron allí.
Están pintadas con una simple técnica que consiste en apoyar una mano sobre la piedra y con la otra arrojar pintura sobre ella. Al retirarla queda el “negativo” de la mano sobre la piedra. Observando aquellas manos se nota que son casi todas zurdas, lo que se explica porque los indígenas preferían arrojar la pintura con la derecha, ciertamente más diestra. Aquí y allá se notaban algunas manos derechas, lo que implicaba que una minoría eran zurdos, no muy distinto de lo que se da en la actualidad.
Estábamos en una verde planicie bordeada por impresionantes montañas nevadas. Unos árboles nos separaban de una pared vertical de piedra
Pero volviendo a nuestro viaje por el sur de Chile… Un cartel nos avisaba de que habíamos llegado a la Cueva de las Manos. Al bajar de la camioneta comprobé que el lugar era bien distinto del argentino, pero no por ello menos atractivo. Estábamos en una verde planicie bordeada por impresionantes montañas nevadas. Unos árboles nos separaban de una pared vertical de piedra. Seguimos el sendero y nos encontramos con un pequeño grupo al que nos unimos. Una alta muchacha cuyos rasgos demostraban su ascendencia indígena se acercó y nos explicó que nos guiaría por el lugar. Mientras caminábamos por entre plantas y árboles ella nos explicaba cada una de las especies y el uso que le daban sus antepasados. Ante la pregunta de uno de los viajeros respondió que era de la etnia tehuelche, los “Patagones” de Magallanes; eso explicaba su altura cercana al metro ochenta.
Cuando llegamos al pie del acantilado pudimos ver las pinturas rupestres. Al igual que en la homónima cueva argentina, aquí veíamos decenas de manos, guanacos, choiques como así también figuras geométricas como zig-zags y espirales. Pero sobre todo manos… manos… muchas manos.
No se sabe si fueron antiguos tehuelches y si estos desplazaron de la región a los autores de estas obras
Ante las preguntas de los turistas la muchacha contestaba orgullosa que esas pinturas habían sido hechas por sus antepasados. La verdad es que eso no está claro aún. No se sabe si fueron antiguos tehuelches y si estos desplazaron de la región a los autores de estas obras. Hace unos treinta años varias pinturas rupestres patagónicas fueron datadas aplicando el método de “Carbono 14” a sus pigmentos orgánicos. Así se llegó a la sorprendente revelación de que las pinturas tenían entre 7.000 y 10.000 años de antigüedad.
Inicialmente, el mundo científico descreyó de estos resultados ya que, por la supuesta fecha del inicio del poblamiento de Norteamérica, parecía imposible que la Patagonia Sur hubiera sido habitada tan tempranamente. Sin embargo, con el tiempo aparecieron otros yacimientos arqueológicos en Chile y Argentina que databan la llegada del hombre a Sudamérica en tiempos aún anteriores.
El significado de estas pinturas sigue siendo un misterio. Los científicos sólo se animan a proponer que se trataría de un rito de iniciación con algún significado mágico
Los norteamericanos negaron cualquier posibilidad hasta que, unos pocos años atrás, carraspearon incómodamente antes de explicar que habían encontrado un error de datación en yacimientos canadienses. Le daban la razón a aquellos que insistían en que América había sido colonizada desde Asia hace 18.000 años y no hace 14.000, como ellos sostenían. Los arqueólogos argentinos y chilenos sonrieron orgullosos. Su tesis era la correcta.
El significado de estas pinturas sigue siendo un misterio. Los científicos sólo se animan a proponer que se trataría de un rito de iniciación con algún significado mágico. Las escenas de manadas de guanacos llevan a pensar que este rito estaría vinculado a la caza, ya que de eso dependía la supervivencia de las tribus. Se estima que hasta hace unos 300 años la población de guanacos del sur del continente alcanzaba los veinte millones, de ahí que su caza fuera fundamental para que los aborígenes se pudieran alimentar con su carne y abrigarse con sus pieles. La llegada de los caballos y, posteriormente, de las ovejas, cambiaron totalmente esta situación.
Santa Cruz ha declarado al guanaco “especie perjudicial”. No puedo evitar sentir vergüenza…
Actualmente quedan poco más de medio millón de guanacos en Argentina y Chile. Aunque parezca mentira, recientemente la legislatura de la Provincia de Santa Cruz (Argentina) votó una moción declarando al guanaco “especie perjudicial para la Provincia”. ¡Pensar que en la región patagónica el guanaco pasó de ser el principal sustento a ser considerado perjudicial!
Al escribir estas líneas no puedo evitar sentir vergüenza…