Trollope y los clubs: la esencia de Londres

Por: Mayte Toca (texto y fotos)
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Londres es una ciudad tremendamente unida a la literatura. La literatura inexorablemente unida a sus autores, y los autores a sus clubs. La historia de Londres es antigua, plagada de cuentos, de recuerdos, ornamentos y edificios del pasado, un pasado que no puede despegarse de colonias por el mundo, colonizadores y colonizados, expedicionarios y aventureros. Exploradores de la talla de Livingstone, escritores como mi querido Anthony Trollope o el mismísimo Dickens necesitaron un buen club de caballeros donde tomarse una cerveza. La historia de los clubs de Londres, extraída de las listas de sus miembros, de los libros de apuestas y de los enigmáticos registros de reuniones del comité, constituye la historia social de la clase alta inglesa de los últimos cuatro siglos.

Distinguidos caballeros solían reunirse en las llamadas tabernas hasta que, en 1659, el conde de Oxford, Aubrey de Vere, decidió llamarlos clubs. En estos lugares se reunían a la luz de las velas, principalmente a apostar, beber y cotillear. Eran clubs privados. Más tarde surgieron los public clubs, o pubs, lugares publicos donde cualquiera podía tomar una cerveza o sidra.

La historia de los clubs de Londres constituye la historia social de la clase alta inglesa de los últimos cuatro siglos

Fue en 1693 cuando un italiano conocido como Francis White, cuyo verdadero nombre probablemente era Francesco Bianco, fundó La Casa del Chocolate Blanco en St.. James Street, lo que hoy se conoce como      Boodle´s. Fue un auténtico centro social de reunión para hombres influenciables, entre ellos políticos, empresarios, aventureros y escritores. Pronto, el asunto de la afiliación a tales clubs se convirtió en un privilegio hereditario o un favor especial. Había que ser “alguien” o tener buenas conexiones para entrar a formar parte del club.

Para poder satisfacer las aspiraciones de tales hombres, el siglo XIX generó un puñado de tales clubs, cada cual más grandioso y solemne. Muchos de estos lugares se conservan y la mayoría son hoy aún privados. Están misteriosamente cerrados al público y nada en su exterior hace intuir los secretos y el lujo que guardan sus paredes.

La obra literaria de Trollope es la esencia de la Inglaterra victoriana

Me imagino a Anthony Trollope, cuya obra literaria es la esencia de la Inglaterra victoriana, de volúmenes largos y parsimoniosos que dan cuenta a todo detalle delos medios sociales de la época, apoyado sobre una mesa de estos clubs pensando en su próximo personaje. Quizás fue en uno de estos locales donde inventó a la despiadada Lizzie de The Eustace Diamonds. Es la de Trollope una época y una obra que me fascina y qué, tras leerla, tuve la sensación de comenzar a comprender un poco la incomprensible naturaleza del hombre inglés. En su novela Los hijos de Duque, Silverbridge pregunta a su padre si alguna vez ha estado en el Beargarden Club:

-“Nunca”- dice el duque
-“Ven y cena conmigo.”
-“Yo no soy miembro del club.”
-“Eso no nos importa. Uno puede llevar a quien le plazca”.
-“¿No lo convierte eso en un lugar promiscuo?”.
-“No, no lo creo. Funciona muy bien de ese modo. Me atrevo a decir que hay algunos canallas allí de vez en cuando. Pero no sé cuando uno no encuentra canallas.
-«La Cámara de los Comunes está llena de ellos.”

El ritmo de la vida moderna en Londres ha transformado esta intensa ciudad pero no ha conseguido delegar la magia de estos clubs, que a pesar del riesgo de perder su raison d´etre, aún proporcionan una apariencia de exclusividad. Sus miembros se agarran a sus tradiciones, se eligen unos a otros, gracias al club son camaradas, comparten amistad, sentido del humor (inglés, of course) y una forma de ver el mundo. Es en estos lugares donde permanece la inherencia de los contrastes brutales de este país. Donde una percibe que Londres, y los pocos ingleses que quedan en ella, se aferran a su pasado glorioso con trágica, elegante y algo cómica determinación.

El ritmo de la vida moderna en Londres ha transformado esta intensa ciudad pero no ha conseguido delegar la magia de estos clubs

Un buen club es mucho más que un mero establecimiento donde tomar algo, es un refugio de las vulgaridades del mundo donde el café no se bebe en vaso de
plástico con el logo de Starbucks, sino en porcelana de Worcester, y el azucar se sirve con cucharillas de plata. No se habla cockney sino más bien con el acento de la monarquía, lento y estirado. Un club distinguido como el Reform o el Garrick, el Home House o el Soho House, privado o no, bien merece una parada en Londres, siempre con un viejo libro de Trollope bajo el brazo, para perderse entre sus páginas hundido en un antiguo sofá.

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Comentarios (4)

  • Beatriz García

    |

    Mayte,
    como siempre, un placer leerte. Y, como siempre, gracias por acercarme con tanto tino a esos lugares que, aunque actuales, evocan tiempos y literaturas de siempre. Enhorabuena.

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  • Sandra Davila

    |

    Mayte
    Muy interesante el articulo sobre las costumbres en esa ciudad tan enigmatica, me encntan los temas que escoges.

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  • Elena

    |

    Mayte,

    ha sido un placer leer el artículo. A mí los clubes siempre me han causado muchísima curiosidad y tienes razón en que parece que sus miembros se agarren a ellos como si el momento en el que se crearon no hubiese desaparecido.
    No he leído nada de Trollope pero tendré que hacerlo 😉

    Saludos

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  • amaya

    |

    La manera de ser inglesa se entiende mejor a través de este reportaje.
    En el País Vasco tenemos sociedades, más populares por cierto, e Inglaterra se compone de este tipo de lugares que reflejan el empeño por mantener estos lugares de encuentro.
    Mayte seguro que Londres te aporta muchas otras ideas para seguir escribiendo. Un buen reportaje.

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