Llegué a Carmen de Patagones buscando un árbol sagrado de los indígenas, “El Algarrobo de Gualichu”. Las crónicas que hablaban de él databan de 1833, cuando el hombre fuerte de la Argentina, Rosas, llevaba adelante una campaña contra los indios. La única imagen de época que encontré del pueblo era una de un viajero francés, Alcide D´Orbigny.
Siempre me gustó comparar las imágenes viejas con las actuales, pero en este caso no era posible tomar la misma imagen porque, después de casi 180 años, construcciones y árboles impedían la misma vista. Sin embargo había algo en este grabado que seguía estando tal cual hoy; era la torre del viejo fuerte.
El fuerte en sí ya no existe. Sus cañones fueron reubicados sobre la barranca como si siguieran custodiando la navegación del Río Negro. Sus murallas fueron desarmadas hace mucho, hoy sus piedras forman parte de muchas casas del lugar. Pero la torre sigue estando allí, ocupando un lugar de privilegio en esta antigua ciudad austral.
En el museo de la ciudad me confirmaron lo que yo había leído, la torre del fuerte era la construcción más antigua de toda la Patagonia. El fuerte y su torre databan de 1780, muy poco después de que la ciudad fuera fundada por una España que precisaba poblar para defender sus posesiones. ¿Pero porqué un fuerte era tan prioritario? La respuesta es casi obvia: la pequeñísima colonia precisaba defensa de los indios ya que había sido fundada lejos de todo, en medio de tehuelches hostiles. Sin embargo mi experiencia me indicaba que una construcción de piedra no se hacía para defenderse de los indios. Para ello alcanzaba una simple empalizada, muy efectiva contra las boleadoras o chuzas (lanzas) indias. ¿Contra que amenaza se construyó este fuerte? Contra un enemigo con cañones. “Contra el Imperio”, fue la respuesta que me dieron en el museo.
Era invierno, estaba fresco pero había un sol que invitaba a disfrutar de sus rayos. Nos sentamos en la arena a repasar los hechos tomando mate
Junté información y con mi mujer, nos fuimos al terreno, al lugar de los hechos… Enfilamos la camioneta a la desembocadura del Río Negro y bajamos a la playa. Era invierno, estaba fresco pero había un sol que invitaba a disfrutar de sus rayos. Nos sentamos en la arena a repasar los hechos tomando mate.
En 1826 las desorganizadas provincias argentinas estaban en guerra contra el Imperio de Brasil. El motivo era el dominio de la banda Oriental, como se le decía en aquella época a Uruguay. La flota imperial, que navegaba sin desafíos, bloqueó el Río de la Plata. Sin embargo en tierra las tropas rioplatenses, veteranas de la independencia y de interminables guerras civiles batían al ejército brasileño y se adentraban en su país. El alto mando imperial tuvo una idea más nacida de la impotencia que de la estrategia: atacar a la incomunicada e indefensa población de Carmen de Patagones. Hacia allí enfilaron varias de sus naves.
Mientras tomábamos mate en la playa llegó lo que esperaba. Empezó a soplar viento del oeste y… Me levanté y me acerqué a la orilla para asegurarme de lo que veía… ¡el río se bajaba! El nivel del agua seguía las mareas del mar!
Eso explicaba porqué las naves brasileñas no intentaron atacar la ciudad. Esos barcos a vela no podían remontar toda esa distancia con el viento y la marea en contra. El comandante no podía correr el riesgo de que sus barcos quedaran varados a la merced de los cañones del fuerte de Patagones. Optó por enviar la infantería que debería marchar casi un día completo hasta la población.
Subimos a la camioneta y volvimos a la ciudad por el camino de las tropas imperiales. Antes de llegar nos desviamos para subir al Cerro de la Caballada, desde el que se ve la ciudad.
Marcharon todo el día y en su avance casi no encontraron resistencia. Antes de atacar Patagones el oficial brasileño ordenó a su tropa subir el cerro. Pero una vez en la cima se llevó una sorpresa mayúscula. Los criollos aplicaron una estrategia india, incendiaron la vegetación al pie del cerro, que inmediatamente empezó a arder. El fuego subía y el humo envolvía a los soldados imperiales. Desde el fuerte les dispararon los cañones. El pánico cundió entre los brasileños. Bajaron como pudieron por entre las llamas para encontrarse con que los criollos los esperaban a caballo y con sables. Desbande y muerte. Así terminó, en aquel marzo de 1827, la aventura imperial en la Patagonia.
Bajamos el cerro y, una vez en la ciudad, le saqué varias fotos a la famosa torre que fue declarada Monumento Histórico en 1942. Por la noche, en un cercano restaurant, planeamos como seguía nuestra gira. Ya habíamos terminado lo que buscábamos en Carmen de Patagones y seguíamos en dirección sur.
Pero… ¿Y la campaña de Rosas? ¿Y los indios? ¿Qué hay del Algarrobo de Gualichu?” se preguntará el lector. Había encontrado la respuestas que buscaba pero… mejor dejamos esa historia para otra entrada de este blog, ¿si?
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Gerardo Bartolomé es viajero y escritor. Para conocer más de él y su trabajo ingrese a www.GerardoBartolome.com