El último hotel de África

Por: Javier Brandoli (texto y fotos)
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No hay ninguno más detrás. Detrás sólo hay mar nunca en calma. Es final. El punto más al sur de un continente. El lugar donde tropiezan dos océanos, el Atlántico y el Pacífico. No hay apenas vida en el pueblo. Sólo hay ocupada otra habitación de este pequeño hotel. La luz tiembla en la sala por el ajetreo del viento. Velas. Es final. Es Cape Agulhas.

El Agulhas Country Lodge tiene el aspecto de una vieja posada de mar. Hecho de piedras, sobre una pequeña colina bajo la que cruza la carretera, mira al mar. El mar le mira. “Es Almayer”, pienso cuando detengo el coche, la posada de un libro que me fascina, Océano Mar, donde Plasson, un pintor, trata de encontrar los ojos del mar pintando lienzos con su agua: sus pinturas son siempre invisibles. O donde Dod, un niño, le dice al doctor Bartheboom, tras una pequeña conversación en la que se le aparece en el alfeizar de su ventana, “espero que seas un poco menos imbécil cuando te vayas”. El libro es mar, como Almayer, como este lugar.

Hay sólo ocho habitaciones. En cada una cuelga la historia de alguno de los múltiples naufragios que se han producido en estas costas

La noche es cerrada. Llamamos a la puerta y una joven sale de la cocina. ¿Tienes habitaciones? Sí, te las enseño. Me enseña dos: la primera tiene un jacuzzi enorme y una lujosa televisión; la segunda un plato de ducha y una enorme ventana frente al mar. Nada más. “Nos quedamos la segunda”. ¿Cuánto cuesta? “1.400 rands (140 euros)”, responde. “No puedo pagarte eso”. “¿Cuánto puedes pagar?”. “800 rands”. “Hecho” (y la rapidez de la respuesta te deja pensando que habías dormido por 600 rands. Negocios en África). ¿Es este el hotel más al sur de África? “Sí, así es”. Hay sólo ocho habitaciones, una más que en Almayer. En cada una cuelga la historia de alguno de los múltiples naufragios que se han producido en estas costas. Viejos lienzos, viejas historias.

Tras una ducha bajamos al comedor. El salón está iluminado con velas. Las sillas las colocan frente a la ventana, frente al mar. Nos atiende un tipo divertido, de Malawi, que se ha troceado parte del sur de África hasta llegar a su fin. “Malawi, Zambia, Johannesburgo, Ciudad del Cabo y ahora aquí”, explica. “Ya no puedes bajar más”. Sonríe. La cena es pescado al horno, exquisito, regado con un buen vino. Al terminar, el camarero nos dice que subamos a la segunda planta. Hay una sala pequeña, con libros, y otra más grande con una chimenea. Al final, un balcón acristalado desde el que salpican las olas. Fotos del dueño, un piloto de guerra sudafricano que posa en algunos de los conflictos que intervino (supongo que será Namibia o Angola). Una copa. La noche. Dormir escuchando las olas. Despertar frente al océano mar.

Por la mañana, a 400 metros del hotel, bajamos hasta el solitario faro. Vemos dos pequeños bed&breakfast que abren en temporada. Ya estuve aquí hace casi un año, aunque entonces no me quedé a dormir. Tras el viejo edificio que ha visto hundirse a infinidad de naves, una carretera de tierra y al fondo un monolito. “Está usted en el punto más al sur de África”, dice su placa. Es allí donde se juntan el Atlántico y el Índico. Para los que quieran conocer más de este lugar les remito al post que escribí entonces: https://www.viajesalpasado.com/cape-agulhas-el-punto-mas-al-sur-de-africa/

Ya no hay más. Es final. Es Cape Agulhas. Sólo queda volver.

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Comentarios (4)

  • Ana

    |

    Quiero ir y quiero que volváis… Ese sitio me espera después de leer esto

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  • Javier Brandoli

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    Está a un avión, una escala y 250 kilómetros!!!

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  • Alejandra

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    Que interesante y el hotel esta muy bien!! la manera en que lo explicas te engancha!

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  • javier

    |

    Gracias Alejandra. El hotel es lo que engancha

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