El Congo: la huida del abuelo Lodewijk y la caza de belgas

Por: Eduardo De Winter (texto y fotos)
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En la huida había dejado atrás su hogar, sus posesiones y su vida. Comenzó uniéndose a otros belgas que también buscaban escapar pero una tropa rebelde los detuvo, encañonó y mató a uno de ellos. Tras aquello, se dispersaron cada uno a su suerte. Las calles se llenaban de militares amotinados que apaleaban a los hombres de origen europeo y violaban a las mujeres, mientras en las cunetas quedaban los primeros cadáveres. La antigua colonia cobraba su venganza. El aeropuerto internacional de Leopoldville (hoy Kinshasa) había caído bajo control de los amotinados, quizá no fuera demasiado tarde para llegar a N´dolo y conseguir un avión que lo sacara de la pesadilla. Lodewijk pensó en el revolver que ocultaba bajo su camisa, condujo el jeep tan rápido como pudo y tras recorrer los kilómetros mas tormentosos de su existencia alcanzó el aeródromo de N´dolo. El Congo contaba con tan solo seis días de independencia, y era un lugar convulso y peligroso.

La historia se escribe en capítulos con grandilocuentes títulos. Mientras eso sucede, la vida de los anónimos se desliza silenciosa e invisible sobre sus torcidos renglones, arrastrados por sucesos que cincelan sus existencias. Uno no elige su capítulo, tan solo se mueve por él aunque en ocasiones sea él quien te sacude y acabe por marcarte. Esta es una historia de vida y superación, un relato de seres corrientes donde los finales felices no tienen cabida. De un Lodewijk adolescente que llenó el estómago una tarde de invierno en Amberes con las mondas de naranja que un oficial nazi tiró al suelo. Trata de una niña, Irma, que sobrevivió a los bombardeos alemanes de la Segunda Guerra Mundial y convivió con dos familias mas en una vivienda, entre los escombros de un barrio asolado. Es la crónica de dos personas que en un Amberes de posguerra, comenzando por una invitación al cine unieron sus vidas y emigraron al entonces Congo Belga en busca de una vida mejor.

Los sentimientos independentistas crecían en el corazón de la población negra a la par que en otras latitudes se dibujaban nuevas fronteras y nacían países fruto de complejos procesos de descolonización. El gobierno de Bruselas por su parte, actuaba como si el cambio de escenario le fuera ajeno. Comenzaron a tomarse a comienzos de los años cincuenta del siglo pasado medidas que habían de mejorar la vida de la población nativa. Se comenzó la construcción de viviendas sociales, hospitales, mejora de condiciones de trabajo y tímidamente se trató de moderar la discriminación. Se precisaba de mano de obra cualificada por lo que se incentivaba la llegada de profesionales desde Bélgica, caso de Lodewijk como carpintero, ofreciendo buenas pagas y concesiones de terreno tras diez años de residencia en la colonia. A ese escenario arribaron Lodewijk e Irma llegaron en 1951 contrayendo matrimonio el 28 de julio en Leopoldville. En su libro de familia aun puede leerse que ese modelo era exclusivo para población europea. El matrimonio De Winter pasó pronto a ser familia y para 1956 contaban con cuatro hijos nacidos en Africa. Poco después Lowejick fue contratado por el gobierno colonial para trabajar en la construcción de viviendas destinadas a la población negra, trabajando con un grupo de congoleños a los cuales debía formar como carpinteros.

Se comenzó la construcción de viviendas sociales, hospitales, mejora de condiciones de trabajo y tímidamente se trató de moderar la discriminación

La vida diaria transcurría tranquila. Mientras Lodewijck pasaba la jornada laboral trabajando junto a sus subordinados, Irma quedaba al cuidado de la casa y los niños. Los hogares coloniales generalmente eran individuales, de varias plantas y con un jardín donde los pequeños de la casa jugaban libremente. El servicio del hogar, se ocupaba de la limpieza y el mantenimiento. Un chófer llevaba a Irma hasta la zona comercial a la que acudían los occidentales a realizar sus compras, de las cuales se dejaba encargo y mas tarde el conductor pasaba a recogerlas. El atardecer solía pasarse en el porche de la casa, conversando sobre los sucesos del día o disfrutando de la lectura de alguna de las novedades que una librería del centro importaba para la población belga, todo ello mientras la suave brisa del río Congo acariciaba sus rostros y quizá una copa acompañaba a la noche tropical. La colonia belga se reunía las noches de fin de semana en el Hotel Palace donde se disfrutaba de buena cerveza belga, organizaban concursos de baile y belleza, hablaban de planes, de como estaba cambiando el país, se despedía a quienes retornaban a la madre patria y los recién llegados se integraban en la comunidad. Un oasis belga en el corazón de África. Dentro de la burbuja en la que suelen vivir los emigrados desde la madre patria a cualquier colonia parecía que todo transcurría normalmente, que la historia escribía hermosos versos de los cuales ellos formaban parte. El poema mostraba su falta de rima al pensar por que todos los sirvientes debían de ser negros o en sus salarios y ausencia de derechos, observando las condiciones de trabajo en las fábricas, talleres y minas, conociendo los barrios en los que las odas se tornaban atormentadas, preguntándose en por que no les admitía en los restaurantes o comercios para blancos o quizá tan solo mirando a los ojos de quien únicamente se distingue de uno por el color de su piel, asomándose a su interior y comprendiendo los sentimientos y preguntas que en sus corazones anidaban. Ser negro en el Congo, como nativo en cualquier colonia, no era sentirse hijo de la tierra en que naciste.

La política belga estaba destinada a dar techo a la población nativa, a llenar sus estómagos y nutrir escasamente sus mentes, lo justo para poder realizar trabajos serviles, sin asumir el riesgo de que una mayor educación los dotara de sueños y ambiciones. Al tratar de moderar la discriminación pública procuraban evitar disturbios. A medida que avanzaban los años las autoridades coloniales hubieron de comenzar a ceder antes las cada vez mayores presiones y exigencias de la población negra, así unos pocos de ellos pudieron acceder a estudios superiores, algunos incluso a puestos elevados dentro de la administración. Tras unas sangrientas revueltas acaecidas en Leopoldville en 1959 y que desataron la carrera hacia la independencia, se legalizaron todos los partidos políticos y convocaron elecciones. Al mismo tiempo, el Congo Belga comenzaba a ser presa de profundas divisiones internas, la provincia de Katanga, rica en diamantes y minerales acumulada ambiciones nacionalistas. Vencedor de las elecciones celebradas, Lumumba fue nombrado primer ministro del Congo y Kasavubu presidente.

El poema mostraba su falta de rima al pensar por que todos los sirvientes debían de ser negros o en sus salarios y ausencia de derecho

La población blanca se sentía cada vez mas insegura y amenazada ante la perspectiva de perder el dominio del país y mas aún cuando se anunció la próxima independencia del Congo para el 30 de junio de 1960. Lodewijk decidió enviar a Bélgica a Irma y los cuatro niños ante el temor de lo que pudiera suceder. La independencia fue tan improvisada que el recién nacido Congo aceptó asumir toda la deuda que había generado Bélgica y la población estaba tan poco preparada que el país contaba con tan solo 20 licenciados universitarios congoleños y dado que durante el dominio belga los negros no podían ser oficiales del ejercito, los mandos blancos conservaron sus puestos de mando en un país que ya les era ajeno. Irma se alojaba en casa de su hermana a las afueras de Amberes. Las noticias en aquel entonces llegaban con notable retraso desde el Congo y muchas de ellas eran hábilmente filtradas por las autoridades en función de sus intereses. Esperaba, sin conocer la situación en la que debería desenvolverse Lodewijk en los siguiente días.

El 5 de julio de 1960, un alto oficial belga arengó a las tropas recordándoles que para ellos nada había cambiado con la independencia, los oficiales eran blancos y ellos los negros, seguirían siendo soldados y obedeciendo. Aquella provocación sirvió como chispa, las tropas de Leopoldville se amotinaron y el incendio se desató. Lumumba destituyó a los mandos belgas y soldados sin preparación fueron ascendidos a oficiales, entre ellos el infame Mobutu. Aquello no calmo los ánimos que se mostraban enardecidos tras décadas de colonialismo. Los militares tomaron las calles atacando intereses europeos mientras se practicaba la caza del blanco. Lodewijk comprendió que huir era la única opción, llegó a casa y juntó el dinero de que disponía. Pagó el sueldo a sus empleados y se despidió de ellos, consciente de que probablemente nunca volvería. Se unió a otros belgas y comenzó su carrera por la vida.

La última parada de aquella huida fue el aeródromo de N´dono. Las noticias que tenía Lodewijk indicaban que las tropas del ejercito belga esperaban en el aeropuerto de Brazzaville dispuestas a intervenir. Para llegar allí debía de salvar el río Congo. Ese torrente que ha inspirado a narradores y aventureros, evocado ambiciones y tragedias, contemplaba una vez mas el fruto de las tinieblas que emanaban de corazones atormentados durante años. En la pista encontró un pequeño avión con la puerta de acceso abierta, subió a él y resultó que el piloto se encontraba en su interior. Le urgió a poner en marcha el avión y llevarle hasta el aeropuerto de Brazzaville antes de que las tropas rebeldes llegaran y su vida corriera serio peligro. Pero el piloto era negro, simpatizaba con los sublevados y se negaba en rotundo. No había ni opciones ni tiempo, sacó su revolver, lo apuntó y le dijo que de ahí saldrían ambos o ninguno de ellos. Las hélices se pusieron en marcha, el aeroplano enfiló la pista y tomó dirección Brazzaville, en la orilla opuesta del río Congo y que alcanzaría la independencia de Francia apenas un mes después, en agosto de 1960. Lodewijk fue repatriado el 19 de julio de 1960 a Bruselas, viajando en un avión militar junto a un batallón de paracaidistas del ejército belga. En total 100.000 europeos abandonaron el país, 25.000 de ellos belgas. Bélgica entró como fuerza extranjera en la recién nacida República Central del Congo, la provincia de Katanga declaró su independencia, y finalmente la ONU inició una misión que duraría hasta 1964 y en la cual murieron mas de 300 cascos azules. El primer ministro de la historia del Congo independiente, Lumumba fue fusilado en enero de 1961 con la colaboración de la CIA y los servicios secretos belgas, indignados por las relaciones que Lumumba había comenzado a establecer con la Unión Soviética. Mobutu también implicado en esa muerte, protagonizó un golpe de estado en 1965 para comenzar su particular dictadura que duraría hasta 1997.

El 20 de julio de 1960 Lodewijk caminaba calle arriba en un pequeño pueblecito a las afueras de Amberes cargando con dos maletas como toda posesión al reencuentro con su mujer y sus hijos. Un capítulo había concluido pero él logró asirse al comienzo del siguiente, desconocía los pasajes pendientes de escribirse y en los que habría de vivir, aún llevaba marcados en su alma los versos inconclusos de una oda colonial que daría mucho sobre lo que reflexionar. La familia De Winter creció hasta estar formada por siete hijos. Mi abuelo Lodewijk contempló el cambio de siglo pero murió sin poder volver a África, allí quedaron pertenencias y sueños. Irma, mi abuela recordaba aquellos días mientras inspiraba este relato, una parte de su corazón quedó en el continente negro.

Por las venas de mi familia, bien por origen o latitudes donde hemos plantado nuestro hogar, corre al menos, sangre belga, congoleña, alemana, holandesa, inglesa y española. ¿Pero acaso importa? La sangre no atiende a denominaciones de origen, tan solo entiende de vida, esa que regala a todos sin distinción. Hoy, gracias a las historias que mi abuela trata de conservar vivas, tengo la suerte de entender que una parte de mí también es africana. Porque una vez, nuestro hogar estuvo en África.

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Comentarios (10)

  • ricardo

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    Fantástico relato, Eduardo, y un testimonio de primera mano sobre aquellos dias convulsos en un Congo que, desgraciadamente, sigue siendo convulso. Enhorabuena de verdad.

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  • Eduardo De Winter

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    Gracias Ricardo, la descolonización ha dejado muchos países inconclusos. Algún día me gustaría poder ir. Gracias por los ánimos, así siempre se tienen ganas de intentar mejorar.

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  • Gerardo Bartolome

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    Fascinante relato.

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  • javier

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    Hay relatos que los que hacemos VaP nos sentimos orgullosos de publicar. Uno de ellos. Se nota que está escrito con el corazón. Gracias Eduardo

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  • marivi

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    un relato del todo emocionante gracias por compartir una parte de tus raices,intuyo que en proximos capitulos nos seguiras emocionando gracias por ello.

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  • Josetxo R.

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    Precioso el relato y muy interesante Eduardo, me he quedado con las ganas de saber mas, si continuas la historia avisa por favor, un abrazo.
    jorodino@gmail.com

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  • Eduardo De Winter

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    Muchas gracias por vuestros comentarios. Es un placer poder estar en VaP, y sentirme en casa. Gerardo, tengo fichado tu libro!!! Gracias a Javier y Ricardo por abrirme la puerta de VaP. Y también por vuestros comentarios Marivi y Josetxo, que animan a seguir escribiendo, buscaremos historias que transmitir.

    Saludos a todos.

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  • Rachel- Amber

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    Me ha encantado Edi! Bompa estaria orgullusisimo

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  • Eduardo De Winter

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    Muchas gracias Amber, me alegro un montón. La verdad es que podría escribirse un libro con las aventuras y desventuras del abuelo.

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