Kolmanskop, la ciudad fantasma

Ya no queda nadie. Hace mucho tiempo que se fueron todos. En el desierto namibio sobrevive el rastro de una época rara, donde el hombre se empeñó en levantar salones de baile sobre las dunas, barracones en la arena, mansiones en mitad de la nada, pero la nada acabó ganando y hoy Kolmanskop sólo es viento y penumbra.

Fue a principios del siglo XX, cuando muchos alemanes buscaron fortuna en los confines de África, y se asentaron allí donde el mar y el desierto estrechan sus lazos, relación imposible de sal y arena. En el sur de Namibia siempre han existido las playas sin turistas, paisajes yermos, pero hubo un tiempo en que esas playas y esos desiertos escondían un  tesoro. Era como si aquel lugar quisiera recompensar a quien se atreviera a llegar hasta allí. Diamantes bajo la arena, el regalo de los audaces.

Importaron la primera máquina de rayos X de África para detectar si los trabajadores se comían una de las preciadas piedras como sobresueldo.

Aquellos pioneros se volvieron millonarios y no tardaron en crear la ciudad de Kolmanskop (o Kolmannskuppe, que dirían ellos). Desde 1908 hasta la Segunda Guerra Mundial, familias enteras se acomodaron en sus casas germánicas, protegiéndose del clima de Namibia, en el desierto baldío, tan lejos de la Selva Negra o de las plazas de Berlín. El brillo de los diamantes podía con todo. Levantaron hospitales e importaron la primera máquina de rayos X de África para detectar si alguno de los trabajadores se comían una de las preciadas piedras como sobresueldo.

La prosperidad no entiende de paisajes, y menos aún la codicia. Los niños iban a la escuela entre las dunas y los magnates fumaban puros en sus bañeras, mientras contemplaban un horizonte árido. Después llegaron los nazis, con sus esvásticas, su sonrisas de triunfadores y sus idea locas, más locas todavía en un lugar que podía financiar su guerra. Resulta extraño pensar que en el desierto namibio, los nazis brindaron con cerveza de Baviera gracias al carbono cristalizado.

Pero un día se acabaron los diamantes y entonces con la misma ansiedad que levantaron Kolmanskop, la abandonaron. Lo dejaron todo, con prisas, pues la ambición no sabe echar raíces y allí nada podía retenerlos ya.

Lo dejaron todo, con prisas, pues la ambición no sabe echar raíces y allí nada podía retenerlos ya.

70 años después llegamos nosotros. Un letrero oxidado anuncia la ciudad fantasma. El desierto ha ido colándose en las casas. El hospital sigue en pie, pero el techo está a punto de venirse abajo y en las habitaciones se acumula la tierra.

Caminamos por aquellas mansiones, aún intactas. El crujido de la madera al subir las escaleras amplificaba la sensación de silencio, de vacío. Las fotos de los nazis risueños siguen colgadas de las paredes del salón de baile, hoy un lugar lúgubre.

Las calles están irreconocibles, porque a la intemperie, todo se vuelve arena.

La ciudad es una estampa obscena de la codicia del hombre. Otra vez, otro ejemplo más. La verdadera maldición de África ha sido siempre su riqueza. Invasiones, guerras o alambradas, eso acaba trayendo tanto diamante y tanta piedra que acaba decorando la corona de alguna reina, para mayor gloria de un estado que no sabría señalar Namibia en un mapamundi.

La verdadera maldición de África ha sido siempre su riqueza.

Kolmanskop está muy cerca de la ciudad de Luderitz, que se asoma al Atlántico para saciar su sed de desierto. Y allí supimos que hoy, ¡ahora! agencias alemanas siguen explotando las entrañas del país africano en busca de más diamantes. Las secuelas de aquella fiebre persisten en nuestros días.

En la carretera que nos llevó hasta Kolmasnkop encontramos el siguiente cartel: “WARNING: public is warned against entering the restricted area on both sides of the road to Aus” (AVISO: Se alerta al publico para que no entre en el área restringida a ambos lados de la carreta hacia Aus -localidad al sur del Namibia-).

El área restringida, por supuesto, es aquella donde aún guardan la esperanza de encontrar diamantes.

 

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Comentarios (6)

  • lulan

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    Ufff, qué yu-yu, qué pena….

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  • Oscar

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    Hacia los años 20, la colonia de Namibia ya había pasado a ser administrada por el dominio británico de Sudáfrica. Tras el Tratado de Versalles la futura Namibia pasó a ser colonia británica y el 17 de diciembre de 1920 la Sociedad de Naciones confirmó el mandato de Sudáfrica sobre el país. No hubo nazis en Namibia.

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  • lydia

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    Parecen las imágenes de una película de terror. La imagen de la bañera llena de arena es impactante.

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  • Jaime Andres

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    África, ese gran continente. Muchas gracias por el vídeo. 🙂

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  • BUENISIMO

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    sigue deleitándonos con tus temas, merece la pena pararse un tiempo GRACIAS

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