Kazajistán, Argentina y la fototaxia positiva

En Argentina un puma se comió a un armadillo, yo recogí su cola y ahora un lobo kazajo vive en mi pecho. ¿Cómo se explica esto?

En Argentina un puma se comió a un armadillo, yo recogí su cola y ahora un lobo kazajo vive en mi pecho. ¿Cómo se explica esto?

Todo termina en el infinito de la estepa kazaja. Su mirada y el viento le perfilan como un tótem contra el frío y lejano horizonte. Mugstar el trampero es escueto en palabras. De él aprendí a trampear en las infinitas llanuras de Kazakstán. sus ojos rasgados son como la línea de luz que se escapa a través de un puerta entreabierta.  Un ser fuera de lo normal, uno de esos endemismos únicos y escasos que me he ido encontrando a lo largo de varios escenarios, para mí admirables depredadores, espíritus vivos. En el pensamiento los reúno a todos, Marcelo (La Pampa, Argentina), Julián (Ciudad Real), Nobody (Mozambique), Rashif (Irán), Roberto (Córdoba, Argentina), Manda (Namibia), etc…

Mugstar junto a parte de su familia vive en la cordillera que separa Kazakstán de China en la reserva nacional de Altyn Emel. Con una gran sonrisa gesticula para que le entregue algo que desde hace tiempo llevo colgado sobre mi pecho. Sobre la gran llanura lo saco de mi cuello y le explico que es un talismán, una cola de armadillo que me encontré en la Pampa. Me pregunta si lo cacé yo. “No, creo que se lo comió un puma”, le respondí.

Hace rato que el sol se comió al frío

Mugstar ríe y lo reposa el sobre el pecho del lobo que acabamos de cazar. Hace rato que el sol se comió al frío, es como un bostezo cálido que calienta los huesos. Ahora el pequeño hombre reza junto a su hijo y me señalan con sus fuertes y cortos brazos en espontánea ceremonia. Una tradición muy común en Norte y centro Europa que simboliza respeto hacia el animal, pero que en esta ocasión aquí tendría un fausto significado para mí. Sandra, la bella traductora rusa me agarra el brazo e interpreta que Mustag le habla al lupus, al perecer dice que conmigo conocerá nuevas praderas y nuevos ríos, correrá y cazará nuevos animales que aún no conoce.

¡Una autentica pasada!, aunque en ese momento todo lo que pudiera traducir la boca de Sandra me podría parecer altamente transcendental. ¿Por qué no la besé?, ¡debo ser idiota!. Terminan frotando el talismán con la sangre y me devuelven el apéndice óseo del Armadillo con un signo de respeto. Ahora su espíritu irá conmigo. La muerte de un rey siempre deja un gran vacío. La sangre no me importa y lo vuelvo a colgar sobre mi cuello sin olvidar la fuerza y la paz de esa mirada que se fue apenas a unos metros de mí. Como la de todos aquellos que fueron, me hicieron y quedaron en mi cámara. A todos les debo tanto, soy lo que ellos me dieron.

En la siguiente fábula había un pequeño armadillo y quizás un puma

Esta historia en plano general que acabo de describir se empezó a gestar por casualidad mucho tiempo atrás durante un 23M en Argentina. Supongo que fue de noche. Quiero imaginar una lluvia de luciérnagas, formidable espectáculo que solo he podido ver en Río Salado. Lo cierto es que esa no alumbrada parte del día me ha llevado hasta estas líneas, hasta este punto y seguido. Seguro que en la siguiente fábula había un pequeño armadillo y quizás un puma. El primero come raíces y con sus orejillas en punta se para a olfatear al viento ante cualquier presagio extraño. El segundo, en felino acecho, reflejaría  en sus ojos el vuelo de los miles de escarabajos luminiscentes antes de dar el gran salto.

A buen seguro que desde esa noche que acabo de imaginar hasta la larga elipsis del 23 de marzo, pasaron por allí muchos más armadillos o quizás el león argentino se los comió a todos. El caso es que yo pasé también por allí, por la Pampa y tan silencioso como el gato. Fue de madrugada y sin parar de andar baje mi mano para recoger la cola de aquel armadillo que Mugstar meses después ofreció al lobo y que ahora siempre llevo en mi pecho.

La casa la lleva la “Tucu”, la mujer más guapa de Argentina

Durante aquellos días en la Pampa viví en una casa. A su lado hay una nave que hace la vez de cocina y estancia de risas. Frente a su puerta vive un gran Caldén. La casa la lleva la “Tucu”, la mujer más guapa de Argentina y una señora de los pies a la cabeza. Marcelo, su marido, porta dos cuchillos en la cintura, es un gran tipo, amigo de sus amigos, de conversación ligera y risa rápida. Un cazador de sangre al que le encantaría ir a Ibiza y moverse bajo los focos de la pista de Pachá. Bajo el Caldén, el “Pato” tiene un receptor de onda corta para oír radio Japón. Advierto que también hay una polilla a la que solo le basta seguir soñando con enamorar a la luciérnaga que hay dentro de la bombilla. Yo también estoy, recuerdo que estaba sentado bajo el viejo árbol. Yo solo sueño con Asia, ella llegó de puntillas y me dijo que para vivir entre lobos hay que aullar como los lobos. Hoy es 23 de Marzo, mi 42 cumpleaños.

La tarde fue espléndida, la noche es limpia. Aprovecho para cicatrizar mis pantalones. La aguja guía el remiendo, escondiéndose por la tela para emerger a continuación. Es como un delfín que salta y desaparece por la amura de un barco. Thomas Edison no está, pero sí su bombilla que cuelga de la rama del gran Caldén. La polilla lleva un rato intentando suicidarse por el amor de la luciérnaga, la escena es hipnótica, como mirar al fuego. Puedo oír su golpeteo insistente, toc, toc ,toc. No sabía el viejo Edison, que algunos bichos voladores enloquecen con la fototaxia positiva. Un comportamiento suicida e irracional hacia la luz. Curiosa reflexión esta última. Todos deberíamos tener un motivo feliz por lo que suicidarnos lenta y gloriosamente.

Todos deberíamos tener un motivo feliz por lo que suicidarnos lenta y gloriosamente

Bajo el Árbol me acompaña el Pato Zabala. Es un Pampa, un Tupí-Guaraní con aspecto de liebre Mara. En piel es algo menos que negro. Esta noche en tierra de la tranquera no suena el Chamamé, bajo el Caldén se oye Al jazzera o radio Japón. Zabala hebra la señal de un receptor de onda corta. Le llaman el Babuino Pampeano. Con rodilla en el suelo, mueve el dial con pulso de cirujano, como queriendo descifrar la combinación de una caja fuerte. Se para en una emisora de Pernambuco.

Me mira, la rodilla sigue en el suelo. ¡Mi vida es una tranquera!, me dice sonriendo al tiempo que se sienta a mi lado en el largo tronco de eucaliptos. Ahora la huella de su rótula queda marcada en la tierra. La aguja descansa en el estuche, esta vez la cicatriz no ha sido grande, es el precio de la fidelidad de mis viejos dockers. Con la mano izquierda, Zabala abraza un cuchillo. Este mira afilado a un Pichi, un pequeño armadillo herbívoro que boca abajo es agarrado por la cola. El pobre reza en campo santo.

En la Pampa la tierra siempre fue roja.

Observo al Pato, como si no hubiera oído nada. Enciendo un cigarro. Estiro las piernas, el talón de la bota dibuja un surco. Estoy de polvo hasta las orejas, respiro tierra, sudo tierra y mastico tierra. En dos tiempos le miro a él y al pichi, jamás he visto una criatura que exprese tanta inocencia. Giro la cabeza como el que quiere disimular la acidez de un limón, mis ojos se cierran huyendo de esa fototaxia positiva. ¡Todos somos una tranquera!, me repite. Al tiempo que alguien sentado a miles de kilómetros en un estudio de radio, lee una noticia sobre “Minas Gerais”.

¡Hay que joderse! Con el Babuino. Que cojones querrá decir. ¿ Todos somos una tranquera ? Intento resetear mi mente y olvidar al pichi. Mantengo el silencio, el polvo y el sudor han dibujado extrañas formas por mis brazos, no quiero imaginar de qué color tengo la cara. Hoy solo he dormido un par de horas sobre la trasera de la “chata” y ahora el Babuino quiere filosofar. Marcelo el gaucho llega, me pasa el mate y se sienta junto a Nosotros.

Darle una patada mientras te cagas en algo

Si de algo no quiero hablar ahora es precisamente de Tranqueras. Llevamos abriéndolas y cerrándolas todo el día. No hay forma de viajar por el interior de la Pampa, sin toparte con una cada media hora. Los afortunados propietarios deben ser unos boludos ingenieros en cierres y aperturas jeroglíficas para joder a gallegos. Confieso que he llegado a sentir miedo escénico con semejantes enredos de cables, cadenas y palos estratégicamente puestos. Unas de otras son diferentes. Para quien se tope con alguna de estas mal nacidas, un buen consejo para abrirla es simular un enfado férreo, escupir y darle una patada mientras te cagas en algo. Después solo queda orinar con gallardía en la estaca que la sujeta y esperar a que pase la Chata para volver a cerrarla como se quiera. Aunque dependiendo del sexo, se puede optar solo por escupir. Seguro que los tres o cuatro Pampas que acompañan y miran se retuercen de risa como un grupo hienas con un chiste de leones.

No puedo evitar dibujar una sonrisa con tal afirmación del Babuino sobre la vida y la tranquera, pero la mido para no faltar. Me levanto y cojo un paño, no quiero rajarme las manos mientras le ayudo a sacar una de las navajas a un Chancho.

Lo cazamos con Marcelo a las cuatro de la mañana. El frío era voraz, implacable como la boca de un amor que se aleja.

Babuino Pampeano: (Riendo)…Si hombre, a este Chancho se le cerró la tranquera, como al Pichi y al dueño de ese pellejo. (Con la mirada señala la piel de un puma que seca al sol). El Babuino se va, la polilla sigue suicidándose, el Caldén y yo nos quedamos. Saco mi mp3, lo enciendo y me tumbo sobre la tierra roja. La noche es tan estrellada y plena como el profundo beso de un amor que se acerca. Por instinto subo el volumen. Esto es alucinante, debo apestar como una mofeta y estoy de mierda hasta las orejas pero me siento como el negro Vernon Sullivan escupiendo a Boris Vian. La felicidad es inmensa. Gracias a dios, lo que tengo de civilizado, como otras tantas veces se ha ido perdiendo con el paso de los días. Entiendo que esta es mi fototaxia positiva.

Debo apestar como una mofeta y estoy de mierda hasta las orejas

Me lavo las manos en un cubo antes de cenar y dormir unas cuantas horas. El gin-tonic ya está preparado. Para el alma, el primer trago purifica como el rezo de una penitencia, el segundo es idiota e instintivo, El tercero es largo y te saca del trance del día. Mañana viene el muerto, con él pistearemos sobre la pampa en las hierbas del puma. El muerto tiene una cámara y un nieto. Con Permiso de Marcelo, desde Que conocí a “Nobody” en Mozambique no he visto a nadie tan tocado por la diosa Diana.

A ambos lados de la La Ruta Nacional 188, es extienden unos paisajes de cuchillo y caballo, de botas y látigo, de corazones limpios y respeto, de gentes tan profundas que no hay líquido, ni papel que pueda revelarlas.

Dedicado a mi lobezno de 11 años, al espíritu que vive en mi pecho, a Marcelo, a la luchadora Tucu, al Pato Zabala (Babuino pampeano) a Mugstar el trampero, y a Asia que me enseñó un enorme paisaje de caricias entre las cuales aprendí a aullar.

 

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