Suele pasar. El mundo tiende a reventar en la línea del horizonte. A esa hora en que se incinera el día, cuando explota el sol, resistiéndose a la entrada de la noche. En ese momento el viajero se siente cómplice del paisaje, la carretera puede esperar. He visto como se extinguían los rayos entre las palmeras de Acapulco, como se anaranja Alaska, como si quemase el cielo, como muere la luz entre las brumas de Kamchatka… Y después, suele pasar, llega la noche, aplacando lo destellos.
1.- Fiordos de Noruega
Casi esperábamos ver una legión de arcángeles bajando entres las nubes por ese haz de luz que quemaba el agua de los fiordos. Tal era la comunión del cielo, el mar y las montañas a esa hora en que a todos les da por encenderse.
2.-Acapulco (México)
Era un sol amarillo colándose entre las palmeras, un cielo rosa decorando el paseo de los enamorados en las playas de la Barra de Coyuca en Acapulco. Los pelícanos lo hacían todo un poco más onírico y los niños saltando sobre la arena… tan perfecto, tan coloreado que me pareció que el paisaje se había puesto ya en pan hortera.
3.-Kamchatka (Rusia)
Los atardeceres de Kamchatka son más serios, solemnes incluso, porque el hielo paraliza el perfil de los paisajes y la bruma de los ríos suaviza esa rigidez. En la curva de un río vimos como se extinguía el día, despacio, porque allí no hay prisas, hermoso, aunque allí nadie lo vea, sencillamente porque no hay nadie. Bueno, aquella tarde sí, estábamos nosotros.
Teníamos un horizonte de palmeras, un sol despidiéndose con furia, un incendio imaginario.
4.-Lamanai (Belice)
Sobre lo alto de una pirámide maya todo cobra un esplendor como de dioses. Teníamos un horizonte de palmeras, un sol despidiéndose con furia, un incendio imaginario. No había turistas allí, sólo los jabirús sobrevolaban aquel cuadro de horizontes verdes, ruinas y destellos.
5.-Bocas de Dzilam (Península de Yucatán)
Recuerdo bien el momento de apurar la tarde con un baño en aguas tan calmas que ni las olas se atreven a hacer ruido. Y entonces una bandada de flamencos rosas fue perfilando siluetas frente al sol. Rosas como el cielo que estaba por venir, conjuntando así el vuelo de las aves y el resplandor de nuestra estrella.
6.-Anchorage (Alaska)
Hasta el atardecer parece extremo. Frente a la bahía de Anchorage el mundo se pintó con naranjas y rojos, amarillos y rosas, hasta las placas de hielo se encendían. Era una luz intensa, para compensar tal vez el frío, para engañar durante un rato a los corazones solitarios que andan paseando en la bahía.
7.-Salar de Uyuni (Bolivia)
Es difícil apagar el salar de Uyuni. La sal que durante el día nos deslumbraba ahora se rendía poco a poco al ocaso. Caminamos un rato en aquel plató gigante mientras se iba escurriendo el día entre las montañas. El sol, la sal, ambos desaparecieron.