Masai Mara: la libertad de las grandes sabanas

Por: Ricardo Coarasa (texto y fotos)
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Hemos llegado al Masai Mara por carretera desde Nairobi pasando por Narok, la capital del otrora belicoso pueblo masai. Estamos en los confines orientales del parque, una inmensa sabana pletórica de vida salvaje que muere a orillas del lago Victoria, el gran mar africano. El turista no busca aquí la comodidad del hotelazo de turno, Sarova Mara Camp en nuestro caso, sino darse un atracón de vida animal. Los safaris se repiten en jornadas de mañana, tarde y, a veces, incluso noche. Son horas y horas de pista (ojo, en temporada seca hay que ir preparado para tragar mucho polvo) que pasan en un suspiro, tal es el estado de excitación que espolea al viajero. Que nadie espere recorrer en solitario estas llanuras africanas. La profusión de todoterrenos es notable y en muchas ocasiones se amontonan en torno a un grupo de leonas o de un guepardo a la espera de lanzarse tras un impala. Los conductores saben que se juegan buena parte de la propina en su destreza en aproximar a los clientes lo más posible a la foto soñada que ennoblecerá la estantería del salón. Pero lejos de entablar una competencia feroz entre ellos, son solidarios y se avisan por radio cuando la “pieza” merece la pena. Resultado: la doble fila está asegurada cuando la ocasión lo requiere. Pese a todos estos pequeños inconvenientes, la experiencia merece la pena y, no nos engañemos, siempre queda la posibilidad de decantarse por zonas del parque menos concurridas y, en principio, con menor acumulación de vida salvaje.

El espectáculo no está sólo en los animales que nos salen al paso, sino sobre todo en la inmensa sensación de libertad que te invade

Los turistas persiguen incansables sus “big five”, los cinco trofeos con los que soñaban los cazadores de siglos pasados (león, elefante, búfalo, rinoceronte y leopardo) y por los que ahora suspiran los cientos de miles de occidentales que visitan África todos los años. Por fortuna, se trata sólo de fotografiarlos. Como casi todo en la vida, la suerte influye mucho. A algunos les lleva únicamente unos días completar el elenco y a otros incluso meses (qué decir de Javier, mi socio en VaP, que por fin se topó con un leopardo tras varios meses en África cuando consumíamos las últimas horas de safari en un parque menor de Uganda).

Pero el espectáculo no está sólo en los animales que nos salen al paso, sino en la inmensa sensación de libertad que te invade, en los paisajes de atardeceres azafranados, en la inmensidad de los horizontes, en las solitarias acacias que parecen petrificadas por un dios vengativo… Jirafas, leonas, elefantes, ñues, búfalos… La lista es interminable. El Masai Mara, no obstante, no ha dicho su última palabra y cuando enfilamos el camino al hotel, acuciados por el horario de cierre del parque, sorprendemos a un león solitario que languidece en la oscuridad, buscando ya la muerte tras abandonar la manada. Es inevitable detenerse unos minutos, aunque nos cueste la reprimenda (y la consiguiente multa de 5.000 chelines kenianos) de los rangers.

El Masai Mara no sólo se disfruta en todoterreno. En los hoteles se puede contratar un paseo en globo, que quienes lo han disfrutado definen como una experiencia majestuosa. Eso sí, hay que echarse mano a la cartera, pues el vuelo sale a razón de 350 dólares por cabeza. Mucho más recomendable, en mi opinión, es decantarse por un safari a pie. Nosotros lo hicimos en solitario, pues nadie más se animó y, aunque el ranger que debía acompañarnos armado sólo llevaba un palo y los dos jóvenes masai que nos guiaban, lanza en ristre, no infundían demasiada confianza, la verdad es que pataear la sabana es un privilegio que no se olvida. Al igual que, al más puro estilo “Memorias de África”, desayunar a la sombra de una acacia en el paraíso de la vida salvaje.

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Comentarios (5)

  • Sara

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    Fantasticas fotos. Que envidia!

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  • Eduardo De Winter

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    Vaya envidia de viaje. Imagino que uno debe de sentirse muy pequeño entre tanta grandeza. Lo apunto en la lista de viajes pendientes. Lo malo es que la lista se va haciendo muy larga. Poco a poco.

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  • ricardo

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    Uno se siente, sobre todo, afortunado. Y en cuanto a la larga lista de viajes pendientes, no hay problema siempre que la ilusion pese más que los viajes que quedan por hacer. Un abrazo Eduardo

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  • javier

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    La vida animal africana es ingigualable. Lo entendí visitando cada parque. No sabía que me iba a gustar tanto hasta que descubrí el secreto de esperar que la vida real se aparezca ante ti. No sabes si verás algo o no verás nada. Son ellos los que deciden cuando mostrarse. Como bien recuerdas, me costó muchos safaris y muchos parques tropezar el primer leopardo. Otros los ven en la primera cita. África ante los ojos, con toda su majestuosidad, es un placer sólo entendible para quien la ha mirado. El Masai Mara es una cita que tengo pendiente.

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