Un Brad Pitt calvo y bajito paseando por China

Por: Juan Ignacio Sánchez (texto y fotos)

Aún no lo he contado aquí, pero no espero que haya casi ninguno de los habituales de este blog que no sepa, a estas alturas, que estoy de vuelta en Madrid, entre otras cosas porque con muchos de vosotros ya he estado de cañas. A los sorprendidos les explico, para que entiendan algo, que lo que hice hasta ahora fue escribir en falso directo, puesto que mi viaje había comenzado meses antes del alumbramiento de Viajes al Pasado. Es por eso que, mientras en el blog me encuentro a punto de entrar a China, en la vida real lo más cerca de un chino que he estado hoy ha sido al bajar a la tienda a por Aquarius.

He pensado mucho en estos días si debía seguir escribiendo, y no he encontrado motivos para no hacerlo, salvo opinión contraria de los editores y amigos de VaP. En primer lugar, porque me apetece terminar lo que empecé. Me lo he pasado tan bien contando lo que vivía, que seguir haciéndolo va a ser una forma de no olvidar. En segundo lugar, porque sabiendo que me tenéis en VaP, os libráis de la sesión de fotos y verborrea, y yo me libro de repetirme como una cotorra.

Dicho esto, paso a contaros mi llegada a China, que tuvo su miga. Porque, no nos engañemos, hemos oído todos tantas cosas de estos formidablemente herméticos chinos, que yo me imaginaba cruzando la frontera (lo hicimos por tierra desde Laos) y encontrándome un tío en metralleta que me obligara a besar una foto de Mao para evitar ser encarcelado.

Me devoro un arroz con ¿bacon? frito, unas costillas que luego he pensado que ya no hace falta que pruebe la carne de perro.

No fue así, casi, pero bien que nos revisaron hasta los empastes. Tan sorprendidos estábamos, que en el documento de inmigración mi amiga Ro puso en su casilla que era Male (hombre), y yo, en donde tenía que poner el país de origen, escribí mis apellidos… Vamos, como si hubiera nacido en Sanchezmartinezlandia.

Entramos a China sin más contratiempos. Primera parada, la comida… Me devoro un arroz con ¿bacon? frito, unas costillas que luego he pensado que ya no hace falta que pruebe la carne de perro, y unas piezas de hígado de cerdo, acompañado todo de siete guindillas y doce litros de agua…

Mientras yo echo fuego por la boca, la ro se pone a hacerse fotos con las del chiringuito…y entonces una de ellas, que bautizamos “Manolo” por su falta de feminidad, se mosquea con la otra y se pone a dar voces y a hacerse la ofendida porque a ella no le han invitado a la foto…

Llegamos al fin a nuestro destino, Jing Hong, un nombre con el que, sinceramente, estoy muy a favor. ¿Has ido a china? Sí. ¿Y dónde has estado? En Jing Hong, naturalmente… Mola, ¿no? Y entonces nos vamos a los mostradores de la bus station a pedir un billete para el día siguiente, que nos queremos ir, a saber por qué, a Yingyang, donde viven comunidades indígenas en pueblos de montaña…. Mira, como si fuéramos de Saturno, no… peor. Todos los carteles en chino y si alguien hablaba inglés estaba de vacaciones…
Entonces veo a un blanco… El único alemán que he visto en mi vida que habla inglés peor que yo… casado con una china. Se ofrecen a ayudarnos… Esta es la escena: la china pide a la taquillera dos billetes para Yingyang, la taquillera le pregunta que qué es eso… La China traslada la respuesta al alemán en alemán, y él me lo traduce a un inglés que me suena q bereber… Lo que me llega se lo paso yo a la ro al español… Vamos, que el chiste del teléfono escacharrao se queda corto…

 En la paranoia me ha parecido que la china me hablaba un rato en castellano y yo le contestaba en alemán.

Al final nos dan dos billetes para un pueblo que no sabemos dónde está ni cómo se llama… y creo entender que me explican que luego, cuando lleguemos allí, ya si eso que preguntemos por Yingyang, que por aquí no se sabe muy bien si eso es una comida camboyana o el club de fans del Beijing futbol club. En la paranoia me ha parecido que la china me hablaba un rato en castellano y yo le contestaba en alemán.

El alemán, que se siente un poco mal por el jaleo, nos ofrece llevarnos a un alojamiento muy barato que él conoce, que es de una familia muy maja y de fiar… y nos lleva a una especie de granja a las afueras de la ciudad donde nos reciben 50 chinos jugando a un juego de cartas en el que debe ser que gana el que las tira contra la mesa con más mala leche. Ras, tras, plas… Y se ríen entre dientes con el cigarro colgando a lo Bogart, y dicen oooooh, niiiiii, yuuuuuu, y palabras así.

Y no contento con eso, nos dice el alemán… “Tranquilos, que a las seis os llevo a cenar a un sitio guapo guapo…” Así que ahí nos tienes, cenando con la china que se ríe, muy solícita, y el alemán que me cuenta historias que me suenan, parafraseando al gran Brandoli, a chillido de los frenos gastados de un camión…
Al fin nos escaqueamos del matrimonio voluntarioso, y nos vamos a patear un poco…Conocemos a un francés de madre gallega que habla español del siglo XII y yo creo que, aunque debió nacer por esa fecha, aún es el doble de Steven Seagle en las pelis de acción…

Esta es la escena: doscientos chinos y chinas, por lo menos, agarrados de las manos y haciendo un corro gigante…. A la voz de un speaker muy animoso.

Hartos de reír con él decidimos volver a la casa andando….El francés dice que estamos locos, pero nos chupamos seis o siete kilómetros recordando las andanzas del día… Y cuando llegamos, a punto del desmayo, al lado de la casa de los chinos ludópatas vemos una fiesta… y nos metemos, claro.

Esta es la escena: doscientos chinos y chinas, por lo menos, agarrados de las manos y haciendo un corro gigante…. A la voz de un speaker muy animoso, todos se sueltan y salen corriendo a hacer piña hacia el centro del círculo, donde hay encendida una hoguera. De pronto, un grupo de risueños repara en que parece que no somos muy chinos nosotros, y se nos acercan, nos ofrecen cigarros y nos empiezan a hablar mucho y rápido… Hacemos caras y les contestamos en español… Muy instructiva la charla…

Y entonces empiezan a pedirnos que nos hagamos fotos con ellos… Y se ponen a hacer cola. Había como tres o cuatro cámaras, y cuando se hacen las fotos juntan las manos, se las llevan a la cara y se ponen a hacer reverencias. Hemos estado a punto de empezar a firmar autógrafos… Yo me sentía un Brad Pitt calvo y bajito vallecano…

Cómo me gusta cruzar fronteras… Cómo me fascina la sorpresa de todo lo nuevo… Cómo aplaudo hasta con las pestañas mientras toco las teclas….

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Comentarios (3)

  • ricardo

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    Ja,ja,ja. Deshuevante. El Brad Pitt vallecano. Landismo del bueno ¡Juancho en estado puro!

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  • javier

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    Los rollitos de primavera son cómo en España? Y el cerdo agridulce? El chino que tengo al lado de mi casa me tiene despistado: no sé si es african food china o china china food in africa

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  • ana

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    Ay, Juancho.. Es el mejor de tus post.. Es bueniísimo…
    POr cierto, que yo quiero ver las fotos,¿sabes?

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