Nahuel Huapi: el último viaje del Perito Moreno

En el año 2003, junto con mi mujer, paramos tres días en la Hostería Puerto Blest, un brazo del Lago Nahuel Huapi que se interna en las montañas hasta casi alcanzar el límite con Chile. El barco nos hizo pasar junto a una isla en la que se encuentra enterrado un personaje muy querido para la Argentina: el Perito Moreno. Todavía hoy es costumbre de las embarcaciones hacer sonar tres veces la bocina a modo de saludo.
Tropas del Ejército Argentino llevan el feretro del Perito Moreno en la Isla Centinela

En el año 2003, junto con mi mujer, paramos tres días en la Hostería Puerto Blest, un brazo del Lago Nahuel Huapi que se interna en las montañas hasta casi alcanzar el límite con Chile. La idea era hacer varios de las caminatas que llevan a lagunas de altura entre la selva valdiviana que allí se mantiene prístina. El barco nos hizo pasar junto a una isla en la que se encuentra enterrado un personaje muy querido para la Argentina: el Perito Moreno. Todavía hoy es costumbre de las embarcaciones hacer sonar tres veces la bocina a modo de saludo. Yo todavía no pensaba en escribir mi libro “El límite de las mentiras” pero cuando, varios años después, escribí el final de ese libro tuve en mente aquella mañana soleada.

La figura del Perito puede parecer, quizás, “demasiado” argentino ya que él estuvo involucrado en la delimitación de la frontera y, usando varias artimañas (muy argentinas, por cierto), logró que se aceptara la propuesta argentina. Pero, más allá del mito y la leyenda, la verdad es que Moreno siempre apuntó a que la frontera fuera justa para ambas partes, única manera que hubiera una paz duradera entre estos dos países hermanos.
El otro motivo para recordar y honrar al Perito es que, las tierras que el Gobierno Argentino le otorgó, él las donó para que se convirtieran en el pimer parque nacional. Así nació y por eso se preserva esa maravilla que es el Parque Nacional Nahuel Huapicuya cabecera es la famosa ciudad de San Carlos de Bariloche.
El lugar elegido para su última morada, el Brazo Blest del lago, en cuyo corazón descansan sus restos, fue testigo de varias de sus aventuras y para recordar su último viaje, veinticuatro años después de su muerte, nada mejor que copiar las últimas líneas de mi libro:

San Carlos de Bariloche – Enero 1944

El féretro de Francisco Pascasio Moreno, cubierto con la bandera argentina, había viajado desde Buenos Aires atravesando la Pampa y la Patagonia, tal como él mismo había hecho tantas veces. Era todo un símbolo el que fuera un tren el que lo llevara, ya que el Perito fue el visionario que soñó con uno surcando las vastas planicies del país.

San Carlos de Bariloche era un pueblo chico pero el 22 de enero era enorme la muchedumbre que se congregó para despedirlo. El ataúd se colocó en el medio de la plaza del Centro Cívico, al pie del monumento a Julio Argentino Roca. Parecía que el ex presidente no quería perderse la oportunidad de saludar, en su último gran viaje, a quien fuera el mejor defensor de los límites de la patria.

Miembros de comunidades aborígenes pusieron los ponchos de los caciques Shaihueque, Catriel y Pincén sobre su féretro antes de que éste fuera subido al Modesta Victoria en el muelle cercano

La banda comenzó a tocar el himno, los militares hicieron la venia y el resto del público cantando con fuerza se puso la mano sobre el corazón. Luego varios personajes del Gobierno dijeron palabras alusivas, pero muy pocos lo habían conocido. Sesenta y ocho años después de su llegada al lugar y muy cerca de donde él mismo enarboló, por primera vez, la bandera argentina en las márgenes del Lago Nahuel Huapi, el Perito Moreno finalmente recibía el homenaje que siempre había merecido. Miembros de comunidades aborígenes pusieron los ponchos de los caciques Shaihueque, Catriel y Pincén sobre su féretro antes de que éste fuera subido al Modesta Victoria en el muelle cercano.
Partió el barco con una comitiva y el pueblo se despidió del Perito con veintiún cañonazos. El Modesta Victoria continuó navegando hacia el Sur y cerca de aquel viejo ciprés, donde él había sido tomado prisionero, viró hacia el Oeste por un largo y angosto fiordo que se internaba en la Cordillera. El Perito conocía muy bien ese lugar.

Sus restos fueron desembarcados en un islote en el que se había construido un sobrio mausoleo. Allí bajaron el ataúd, lo colocaron en su lugar y una laja lo cubrió. Mientras dos hombres sellaban las juntas un sacerdote leyó el Evangelio. Al terminar se hizo la señal de la cruz y todos los presentes lo imitaron, entonces seis rifleros dispararon al aire y cientos de pájaros levantaron vuelo. Con tristeza, todos se subieron al Modesta Victoria. Cuando el motor lo empezó a llevar de vuelta a San Carlos de Bariloche el Capitán hizo sonar tres veces la bocina, un último saludo al Perito. Así fue que Francisco quedó solo en esa isla, que a partir de entonces se llamó la Isla Centinela.

Contacto@GerardoBartolome.com
Gerardo Bartolomé es viajero y escritor. Para conocer más de él y su trabajo ingrese a www.GerardoBartolome.com

4 Comentarios
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
Tu cesta0
Aún no agregaste productos.
Seguir navegando
0
Ir al contenido