No hay perdón para la Malinche

Por: Ricardo Coarasa
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Pocos se acuerdan de ella cuando se rememora la epopeya de la conquista del imperio azteca por Hernán Cortés al mando de una reducida tropa de 400 españoles hace ahora casi cinco siglos. Sin embargo, la Malinche, la adolescente indígena regalada al conquistador en abril de 1519 por los tabascanos en los albores de esa formidable aventura, resultó determinante en el sometimiento de los dominios de Moctezuma. Se convirtió en su amante y dio a luz a su primogénito pero, sobre todo, doña Marina, nombre con el que fue bautizada, fue la traductora de Cortés en su avance hacia el corazón del imperio azteca, Tenochtitlan, el actual México DF, y su labor contribuyó decisivamente a que el conquistador extremeño pudiese lograr su objetivo. No sólo le permitió desplegar estrategias y diplomacia, sino que alertó a los españoles de conspiraciones indígenas que fueron violentamente sofocadas.

Cinco siglos después, sus compatriotas siguen sin perdonarle ese colaboracionismo. La Malinche es, como acertadamente apuntó Octavio Paz, “una figura que representa a las indias, fascinadas, violadas o seducidas por los españoles”, en definitiva “el símbolo de la entrega” a los extranjeros. Y México no olvida. “Del mismo modo que el niño no perdona a su madre que lo abandone para ir en busca de su padre, el pueblo mexicano no perdona su traición a la Malinche”, reflexionaba el premio Nobel.

La joven indígena  resultó determinante en el sometimiento de los dominios de Moctezuma

La Malinche, pese a sus quince años, ya había sufrido la traición más dolorosa, la de una madre, cuando su camino se cruzó con el de Cortés. Hija de unos caciques de Jalisco, cuando su padre murió su madre se casó con otro notable, con el que tuvo un hijo. Decididos a que fuese él quien heredase, la vendieron a unos mercaderes de esclavos de Xicalanco. Quizá doña Marina estaba predestinada desde entonces a entregarse al invasor para contribuir a liquidar esa cultura ancestral que le había dado la espalda. En esa línea, Bartolomé Benassar sostiene que “los valores de su pueblo, que ella iba a contribuir decisivamente a destruir con su adhesión inmediata a la empresa de los españoles, eran también los valores que habían destrozado su infancia y juventud”.

Hernán Cortés ya contaba con un traductor cuando la Malinche se unió a la expedición española, Jerónimo de Aguilar, a quien había rescatado tras pasar siete años cautivo en una tribu indígena después de un naufragio. Pero Aguilar dominaba sólo el maya y doña Marina, también el nahúatl que hablaban los aztecas. Era cuestión de tiempo -el que tardó en aprender español- que la joven indígena se convirtiese en la única traductora de los conquistadores.

Quizá doña Marina estaba predestinada a entregarse al invasor para contribuir a liquidar esa cultura ancestral que le había dado la espalda

Fue el propio Cortés quien le encomendó esa labor “y le prometió más que libertad si le trataba de verdad entre él y aquéllos de su tierra, puesto que los entendía, y él la quería tener por su faraute y secretaria”, como se encargó de recordar Francisco López de Gómara, capellán de Cortés. “Ella fue la lengua y el amor de Cortés y la serena fortaleza que sabía infundir ánimos cuando a todos les faltaban y ayudar en las acciones más duras de la conquista”, glosó su figura el ya fallecido José Luis Martínez, que fue presidente de la Academia Mexicana de la Lengua, esa misma que, aunque algunos lo olviden, es también herencia de Cortés. Por si fuera poco, un testigo directo de los hechos como Rodríguez de Ocaña no tuvo reparos en señalar (como recuerda Hugh Thomas) que, “después de Dios”, la conquista se debió a doña Marina.

La Malinche avisó al conquistador de la celada que los cholultecas preparaban contra los españoles, propiciando un baño de sangre, la matanza de Cholula, que es uno de los principales estigmas con los que carga la memoria de Hernán Cortés. No muy lejos de allí, en Tlaxcala, un volcán lleva, todavía hoy, el nombre de la Malinche.

Avisó al conquistador de la celada que los cholultecas preparaban contra los españoles, propiciando un baño de sangre

Aunque Cortés entregó a la indígena a Alonso Hernández Portocarrero, primer alcalde de Veracruz, en cuanto éste fue enviado a España, en julio de 1519, se convirtieron en amantes. Su relación apenas duró tres años, pero fue tan estrecha que los indígenas conocían al conquistador como Malintzine (amo de doña Marina).

Cuando la esposa de Cortés, Catalina Juárez, ya había llegado a México para reunirse con su marido, Marina dio a luz a un hijo, Martín, el primogénito del conquistador, que se hizo cargo de su educación y al que consiguió legitimar gracias a una bula de Clemente VII. En su testamento, sin embargo, Cortés nombró heredero universal a otro Martín, el hijo que tuvo con su segunda esposa, Juana de Zúñiga. Eso sí, le dejó una pensión de 1.000 ducados de oro al año.

Marina dio a luz al primogénito del conquistador, Martín, legitimado por una bula de Clemente VII

En su descabellada expedición a Honduras, Cortés decidió casar a la Malinche en 1524, dos años después de su ruptura, con uno de sus hombres, Juan Jaramillo, que según desliza maliciosamente Gómara estaba “borracho”. Doña Marina, con la que tuvo una hija, María, terminó siendo alcaldesa consorte de México pero murió joven pocos años después, a finales de esa misma década.

El primer olvido que sufre la Malinche es el del propio Cortés, que ni siquiera la nombra en sus cartas a Carlos V. Sólo en la segunda, fechada el 30 de octubre de 1520, la menciona como “la lengua que yo tengo, que es una india de esta tierra que hube en Potonchán” (Tabasco). Sin más.
En un país cuya historia es pródiga en traiciones, la Malinche sigue siendo el paradigma de la madre de todas las traiciones: la de la entrega a Hernán Cortés, el cabecilla invasor que, paradójicamente, alumbró el mestizaje del México actual. Hasta el punto de que con el adjetivo “malinchista” se moteja a aquéllos que dan la espalda a su patria para defender intereses extranjeros. Cinco siglos después, el destino ha unido de nuevo a los dos amantes. La Malinche, como Hernán Cortés, todavía espera la redención.

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Comentarios (3)

  • Viajes de Primera

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    La Historia casi nunca es justa con sus protagonistas principales… Mucho menos en el caso de las mujeres, generalmente olvidadas o ninguneadas, difamadas casi siempre de la manera más ruin… Hay muchas, muy interesantes, relacionadas con la conquista americana, un periodo convulso y violento, por todos los bandos, generalmente muy mal interpretado en los tiempos que corren…

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