Normandía: las huellas del “Día más Largo”

Las playas de Normandía son un rastro apasionante de la guerra más cruel que ha vivido el hombre. Entre arenales, museos, iglesias y acantilados se puede descubrir todo lo acontecido aquel 6 de junio de 1944 en el que el mar amaneció con una cita con la historia.
Memorial de la Paz en Caen

El viaje

Pasear por las playas de Normandía es recorrer durante 80 kilómetros la batalla más simbólica e importante de la II Guerra Mundial. La historia de lo que allí pasó es sumamente conocida, pero VaP ofrece algunas claves para los que quieran contemplar in situ los restos de la gran batalla.

Un campanario del que cuelga un paracaídas, el piano que interpretó las primeras notas de la victoria o la heroica escalada del Pointe du Hoc son algunos de los secretos que esperan en la deslumbrante Normandía. Para los amantes de la historia de la Segunda Guerra Mundial es lugar de obligado paso. Un viaje fascinante al principio del fin.

El 6 de junio de 1944, las costas francesas amanecían bajo una sombra de barcos que se perdía en el horizonte. Las tropas aliadas habían conseguido engañar a las alemanas, que les esperaban en el País de Calais, y comenzaron de madrugada un desembarco que dejó sobre la playa mucha muerte, sangre y honor. La retaguardia de la defensa alemana había sido tomada por paracaidistas estadounidenses que debían impedir la llegada de refuerzos a la primera línea de playa. Las primeras 24 horas, aquellas que Cornelius Ryan bautizó en su libro como “el Día Más Largo”, fueron definitivas. Para perseguir el rastro de aquellos momentos que cambiaron la historia conviene comenzar la visita en “el Memorial de la Paz”, en Caen.

Las tropas aliadas habían conseguido engañar a las alemanas, que les esperaban en el País de Calais, y comenzaron de madrugada un desembarco que dejó sobre la playa mucha muerte, sangre y honor.

El piano, el traje…

En el museo de Caen, una ciudad que fue casi arrasada por las bombardeos aliados las horas previas al asalto y que milagrosamente salvó su bello patrimonio histórico, hay una completa colección de reliquias de la batalla. Además de toda la información práctica sobre los enfrentamientos, uno puede contemplar un traje de novia hecho con la tela de un paracaídas fruto del amor nacido entre un paracaidista estadounidense y una mujer local; está también el llamado piano de la victoria, que fue desembarcado junto a miles de toneladas de material bélico, y en el que sonaron las primeras notas del festejo aliado. Son muchas las curiosidades existentes en el memorial y por eso lo proponemos como punto de partida de la visita.
Tras la detallada visita al museo, el viajero puede ir a la mañana siguiente a las cinco playas donde desembarcaron ingleses, canadienses y estadounidenses: Juno, Gold, Sword, Omaha y Utah. Son conocidas por los nombres en clave con que las bautizaron los invasores. Mi consejo es que paseen por todas, aunque sin duda Omaha, en la que los combates fueron más sangrientos, es la más interesante. Para ello nos dirigimos al puerto artificial de Arromanches, construido en secreto en Inglaterra y levantado en una semana tras los primeros escarceos para asegurar la constante llegada de suministros y material bélico a las costas francesas. Sus restos son fácilmente visibles.
Luego, más hacia el sur está la batería nazi de Longues Sur-Mer. Un complejo defensivo compuesto por cuatro Bunkers que es el único que conserva aún sus cañones de 150 mm originales. Sus proyectiles dañaron muchas embarcaciones de los sectores de Omaha y Gold. Finalmente, y con el apoyo de dos acorazados, las tropas ingleses se hicieron con el control de las peligrosas baterías el 7 de junio.

El cementerio norteamericano

La siguiente parada es la famosa playa de Omaha. En ella, donde los enfrentamientos fueron más duros, murieron el 50 por ciento de los soldados de EE UU que desembarcaron en las primeras horas. Se puede bajar hasta el mismo arenal, donde es fácil entender que la posición de los aliados era terriblemente complicada, ya que hay una pequeña colina que corona la playa donde los nazis tenían una perfecta posición para atacar y defenderse a la vez.
Sobre este montículo está el famoso cementerio norteamericano. Cedido en 1956 por el Gobierno francés al de EE UU, que gestiona el campo santo como territorio propio, su foto más famosa es la hilera de cruces blancas (algunas de David) y sus inscripciones sobre cada cruz. Las más sobrecogedoras son las que se puede leer: “aquí descansa un glorioso compañero conocido en los brazos de Dios”. Se trata de las tumbas de los soldados desconocidos. Por último, en este cementerio están enterrados dos hijos del presidente de EE UU, Theodore Roosvelt, fallecidos en la I y II Guerra Mundial (es el único entierro de un no caído en la segunda contienda en este campo santo) y hay una cápsula del tiempo con recortes de periódicos del 6 de junio de 1944.
Para acabar la visita hay que ir al Pointe du Hoc , donde se camina entre un terreno sacudido por decenas de obuses. Aquí, en este salvaje acantilado, se sucedió la quizá más heroica acción de la contienda: los aliados sabían que era necesario desmontar las baterías de esta dominante roca. Más de 200 rangers fueron enviados a escalar con cuerdas el acantilado y desarmar a las tropas nazis allí asentadas. Más de la mitad no pudieron hacerlo por las mareas y los 70 rangers para algunas fuentes y más de 20 para el guía que nos hizo la visita, consiguieron tras duros combates tomar la posición.

Un paracaidista colgando del campanario

Ya atardeciendo llegamos al pueblo de Sainte-Mère-Église. Fue la primera ciudad liberada por los paracaidistas, que fueron apoyados por los soldados que tomaron tierra en la playa de Utah (preciosa playa en la que apenas hubo resistencia). En el campanario de su iglesia hay un paracaídas colgando que recuerda la anécdota de un soldado que se quedó allí enganchado y sobrevivió durante dos horas haciéndose el muerto. A su alrededor había una auténtica ráfaga de balas de soldados alemanes que disparaban al cielo, de donde caía una lluvia nocturna de combatientes.
A la mañana siguiente, y antes de ir al mítico Mont Saint Michell (verán el reportaje en VaP de este enclave), paramos a ver el cementerio inglés de Bayeux y el cementerio alemán de La Cambe. Sus cruces negras, pequeñas, son un símbolo de paz. “Hubo mucha resistencia a la creación de este lugar. Muchos franceses se oponían a rendir tributo a los 21.500 alemanes muertos en aquellos días”, me dice el guía. Encoge un poco comprender su significado. Hoy, allí, en esas playas, hay encuentros entre ex combatientes de ambos bandos. La II Guerra Mundial comenzó a terminar en aquellos parajes.

El camino

Para el viajero que quiera llegar de forma distinta, puede coger el tren Francisco de Goya en Madrid, todos los días a las siete de la tarde desde la estación de Chamartín, y disfrutar de una buena cena y una noche en sus lujosos vagones. Se llega a París a las ocho de la mañana. Desde la capital francesa son dos horas de coche.
Desde Barcelona existe la misma oferta. El tren sale a las 21 horas y llega a París a las 9 de la mañana.
www. elipsos.com.

Una cabezada

Bed and Breakfast Le Clos Saint Martin, en Caen. Un alojamiento en el centro de la ciudad lleno de encanto con excelentes habitaciones. Su precio ronda entre los 105 y los 135 euros. Merece la pena.
Teléfono +33 (0) 231 50 08 71

A mesa puesta

La comida francesa es una delicia que se puede testar en baratos y caros restaurantes. Sin embargo, la casualidad nos llevó a descubrir una noche el “Le Bistrot Basque”. Un local de comida vasca, exquisita, con buenos precios.
Dirección: 24 Quai Vendeuvre

Muy recomendable

-Ir al Cabo de La Hague y a la playa de Hattainville. Podrá ver el salvaje mar normando.
-Por supuesto, ir al Mont Sant Michel, que merece visita propia, y del que haremos un posterior reportaje en VaP. También hay que visitar el espectacular tapiz de Bayeux, del siglo XI, sito en la localidad del mismo nombre. Un lienzo de casi 70 metros de largo de gran belleza y significado histórico. No se lo pierdan.

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