Tres semanas de viaje por Zimbabue

(…) navegaré por el Lago Kariba y dormiré tres noches sobre sus, espero, calmadas aguas; y llegaré hasta las montañas del parque Nyanga donde veré otra vez agua desplomándose, esta vez en las cataratas Mutarazi (…), porJavier BRANDOLI.


Texto y foto: Javier Brandoli

Fue una constante durante los tres meses de ruta que emprendí el año pasado desde Ciudad del Cabo hasta Uganda. Un rumor que me perseguía y me dejaba siempre a las puertas: Zimbabue es el país con los mejores parques de África. Me lo dijeron varios viajeros de los que encuentras en el camino; tipos que llevan el continente sudado en las botas durante años. Recuerdo cuando estuve el año pasado tres días en Livingstone, ciudad del norte de Zimbabue donde están las Cataratas Victoria, que pensé: “qué cagada no quedarme más tiempo a conocer este país”.

Entonces crucé a pie a Zambia y allí, en un hotel del Bajo Zambeze, contemplaba la otra orilla del inmenso caudal en el que había en el centro una línea imaginaria que era la frontera con Zimbabue. “No podemos cruzar de aquí”, me decían los zambianos, “las patrulleras vienen y nos arrestan”. El aquí era una franja de agua que se mide a ojo. “Este parque es muy bonito, pero enfrente, en Zimbabue, está lleno de leones y la fauna es fascinante”, me comentaba una noche un camarero de mi hotel con el que me tomaba una copa mirando la otra orilla a esa hora en la que sólo se escuchan sombras y se ven ruidos. “Qué cagada no haberme quedado”, volví a pensar.

Sin embargo, un año después estoy a punto de recorrer el país prohibido durante tres semanas. Pasaré por el parque nacional de Gonarezhou; descubriré las ruinas del Gran Zimbabue (restos de la civilización más antigua del sur de África); dormiré en la colonial Bulawayo, donde contemplaré pinturas rupestres bosquimanas y visitaré la tumba de Cecil B Rhodes, aquel magnate británico que soñó con hacer de África su jardín; rastrearé leones en el parque de Hwange; volveré a sentarme a contemplar como el agua se desploma en las Cataratas Victoria; navegaré por el Lago Kariba y dormiré tres noches sobre sus, espero, calmadas aguas; y llegaré hasta las montañas del parque Nyanga donde veré otra vez agua desplomándose, esta vez en las cataratas Mutarazi. Luego, cruzaré a Mozambique, donde volveré a Vilankulos (ya estuve en abril) y descansaré tres días sobre sus aguas de arena azul.

Ese es mi plan paras saldar las deudas de los viajes. Siempre hay alguien que te habla de un sitio que no debes perderte mientras andas perdido intentando encontrar un consejo anterior. Zimbabue será una mezcla de sensaciones, de realidades duras, de belleza indomable, de devenir histórico y político por definir. El 21 de agosto regresaré a Ciudad del Cabo y entonces contaré en este blog si los consejos de tanto viajero tenían razón.

Vuelvo a sentir la sensación del viaje, de perderme, de llegar a sitios desconocidos. Esa es la razón de seguir aquí: ver e intentar entender, tras 14 meses, África. Exprimirla con los ojos. Cuanto más tiempo paso, más difícil me es poner adjetivos al entorno. Quiero volver a disfrutar de su brutal naturaleza y observar los pasos de sus gentes. Volveré a tropezar con el caos de las ciudades africanas y sus mercados de despojos. Tendré conversaciones absurdas, sonrisas sin sentido. Escucharé desde la tienda de campaña el lenguaje de la noche y volveré a vivir al ritmo que marca el sol. Entonces, en algún lugar, volveré a sentarme ante una hoguera en la que escuchar historias del otro lado y alguien caerá en la cuenta de que aquel sonido cercano y ronco es el quejido de un hipopótamo. Estará ahí, mirando al extranjero que perturba su descanso.

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