La historia de un héroe en la República Centro- africana

Por: Javier Brandoli (texto y fotos)

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Hay personas, viajeros, aventureros y demás devoradores de los mapas que creen que la aventura se mide en cicatrices. Siempre dispuestos a explicar que ellos si llegaron a la boca del infierno. En mi experiencia, en este perfil de trotamundos se encuentra el comentario rápido y fácil, lleno de tópicos prefabricados de quien piensa que él no viaja como el resto. En un minuto te desgranan sus últimos encontronazos con los otros, sin entenderlos, sólo por el placer de contarlos. Un minuto es exactamente el tiempo que tardo en desconectar de sus hazañas.

Y luego, uno encuentra personajes que te cuentan casi con desgana historias inverosímiles. Lo cuenta por alguna conversación colateral, interrumpiéndose asimismo, mientras te habla de lo barato que es un nuevo supermercado, y teniendo que tirar de su garganta para que te cuente el resto. Ese es el caso de un granadino, del que no diré nombre porque seguro que a él no le gustaría, que he conocido en Ciudad del Cabo. Un héroe, entendiendo por tal la definición del diccionario en el que se dice que “es persona que lleva a cabo una acción heroica”.

Es un médico descreído, honrado, soñador desencantado, con la “mala folla” de la tierra y que reparte estopa en abundancia a las organizaciones que traen idealistas a África a jugarse la vida y  a los jugadores de la vida que se disfrazan de idealistas para ganársela. Su historia, que él me narró al abrigo de una pizza de mi mítico Posticino, podría ser una película. Lo sería sin duda y podría titularse “el último de…”.

‘Los rebeldes leyeron en la puerta de la casa que ponía médico y me traían a los heridos. Traté a 81 personas y sólo se me murió una’, recuerda.

es que el doctor trabajaba en República Centroafricana cuando se produjo un golpe de estado. Una pequeña y miserable población en la que su ONG sabía que por la tarde entrarían los rebeldes. Eso en África significa que entra la muerte a machetazos y tiros de una tropa probablemente tan sedienta de alcohol como de sangre. Todos los médicos decidieron abandonar ante la amenaza palpable. Todos menos uno, nuestro normal protagonista, que eligió ellos por encima de él. Plural por singular.

“Me pilló en el baño los primeros tiros que escuche. Literal, ahí me cogió la llegada de los rebeldes. Me quedé paralizado durante unos minutos de miedo, no podía moverme pensando que me iban a matar”. Pero se movió y su movimiento empezó a salvar vidas en una noche infinita. “Los rebeldes leyeron en la puerta de la casa que ponía médico y me traían a los heridos. Traté a 81 personas y sólo se me murió una”, recuerda.

“Veía ráfagas de ametralladora, oía tiros que no sabía de dónde venían”. Estaba solo, no había nadie ayudándole. En un coche llegó un herido que traían a curar. Los rebeldes vieron que era un tipo del ejército y delante de mi le sacaron del vehículo y lo mataron a tiros”.

Bien entrada la noche, nuestro médico español se dio cuenta de que en la casa tenía decenas de personas heridas que no podía atender. Llamó a una pareja francesa, integrantes de la ONG, en cuya casa había material médico. Le dijeron que la única opción que tenía de llegar hasta allí era andar los 800 metros que había hasta su casa entre las balas. Una eternidad en una noche de vomitona de munición. “Pensé que nos podrían matar a todos, pero no había alternativa. Hice con un palo una bandera blanca y ahí que salimos a la oscuridad, en procesión, escuchando disparos. Todos, los heridos y yo”. Al final llegaron a la casa, donde pudo curar a más gente en una noche que seguía sin acabar. Por fin, con la llegada de la luz, los rebeldes se retiraron y aparecieron todos los compañeros médicos del doctor que estuvo 12 horas siendo la única persona que podía curar a los heridos. No fue azar, fue su elección de jugársela lo que salvó unas cuantas personas.

La historia la contó sin aspavientos, ni medallas. Luego estuvo tres años en RDC el Congo haciendo de matrona, donde también estuvo cerca de la muerte. De nuevo sin entonación, ni palmadas en el pecho. Nada, sólo la historia normal de un «héroe» que vino a salvar vidas, no a contar que las salvaba.

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Comentarios (4)

  • ana

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    Hasta el Álamo y más allá. Se me pone el vello de punta.

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  • javier

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    La verdad es que es un gran tipo y una gran historia

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  • Yemima de De winter

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    Un verdadero héroe es el que no cree serlo. Fascinante. Me ha encantado

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  • Jochuni

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    800 metros de una casa a otra, con un palito y una tela blanca. Bajo la amenaza de muerte de las balas de los rebeldes. Para conseguir medicinas con las que salvar a otros. Eso es coraje. Gran historia

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