Patagonia: la tierra prometida de los galeses

Toqué timbre, la puerta se abrió: “¡Croeso i Patagonia!” me dijo la mujer. “Gracias Mónica por la bienvenida en galés.” le contesté yo. Finalmente habíamos llegado a Gaiman, centro de una de las mayores curiosidades de la zona: una colonia galesa en medio de la Patagonia.
Lugar del desembarco galés

Estacionamos la camioneta frente a la pequeña hostería. Estábamos muertos de cansancio, con mi mujer veníamos de hacer 1.200 kilómetros. Toqué timbre, la puerta se abrió: “¡Croeso i Patagonia!” me dijo la mujer. “Gracias Mónica por la bienvenida en galés.” le contesté yo. Finalmente habíamos llegado a Gaiman, centro de una de las mayores curiosidades de la zona: una colonia galesa en medio de la Patagonia.

Anochecía. Mónica y su marido Gwynn prepararon la mesa y comimos, hablamos del lugar y sus historias. En la sobremesa miramos fotos antiguas de la familia de Mónica, descendiente de los primeros colonos galeses. “En este pueblo todavía hay gente que habla galés”, dijo mientras me mostraba el premio que había ganado en el Eistesfodd de la cercana Trelew. Se trata de una reunión mitad celebración y mitad concurso donde los descendientes de galeses demuestran sus cualidades artísticas. Cada tanto la televisión británica transmite el festival, ya que en Gales lo siguen con orgullo, pendientes de que en estas tierras lejanas se mantengan las costumbres.

A mediados del siglo XIX la explotación del carbón de Gales había atraído a tantos ingleses que tanto el idioma como la cultura galesa estaban en peligro. Varios quisieron emigrar para mantener sus valores. A un joven llamado Lewis Jones se le ocurrió que en la Patagonia podrían fundar una Nueva Gales. Viajó y desde la lejana Argentina escribió a Gales, había encontrado la tierra prometida. Muchos se anotaron en la aventura. Se embarcaron y el 28 de julio 1865 el Mimosa ancló en las tranquilas aguas del Golfo Nuevo.
Con mi mujer fuimos a caminar por el lugar del desembarco
, actualmente en la moderna ciudad de Puerto Madryn. Como escritor, paseando por allí no pude dejar de imaginarme la decepción que habría invadido a los colonos cuando tocaron tierra y se dieron cuenta de que se trataba de estepa yerma. “¿Dónde hay agua?”, le habrá preguntado uno de los hombres a Lewis Jones, que se suponía conocía el lugar. Sin duda el líder no pudo dar una buena respuesta porque se armó un gran revuelo. Sin agua la colonia no era factible, pero volver a Gales tampoco era una opción porque todos habían vendido lo poco que tenían para pagarse el viaje. El Mimosa debía partir pero, de alguna manera, convencieron al capitán a esperar unos días mientras ellos buscaban una fuente de agua. Ese mismo día se dividieron en grupos en busca de agua, pero la caída del sol trajo la primer tragedia para una de las familias. Al anochecer uno de los muchachos no apareció, ni nunca más se supo nada de él. Tampoco habían encontrado agua.

Los colonos tuvieron que aceptar la bandera argentina, las leyes argentinas y escuelas argentinas. Se hundía su sueño de una Nueva Gales pero se salvó la colonia.

El valle alrededor de Gaiman está plagado de iglesias protestantes de los colonos galeses. Mientras visitábamos una y otra, cruzamos decenas de canales de agua. Sí… finalmente uno de los galeses encontró agua. La desembocadura del Río Chubut estaba a dos días de marcha de donde desembarcaron; eligieron este valle para asentarse. Las cosas parecían mejorar para estos galeses, pero… ninguno tenía experiencia de granja.

Entramos al museo del pueblo que funciona en lo que fue la primera estación de tren, construida mucho después de la historia que estamos narrando. Allí, en el museo, encontramos pistas de lo duros que fueron esos primeros años.
La mayoría de los colonos venían de ciudades, no de granjas, nunca habían plantado nada. Traían semillas, mucha fe y un manual que explicaba todo paso por paso. Con mucho esfuerzo plantaron todo lo que tenían en mayo, tal cual lo decía el manual pero, ¡era otoño! ¡El manual era del hemisferio norte! Se perdió toda la cosecha. El hambre amenazaba a las familias. Un pequeño grupo pudo viajar a Buenos Aires y pedir ayuda al Gobierno Argentino. En esa época Chile y Argentina disputaban la Patagonia. Poblar ese territorio era lo que Argentina buscaba, pero no de galeses sino de argentinos. Los colonos tuvieron que aceptar la bandera argentina, las leyes argentinas y escuelas argentinas. Se hundía su sueño de una Nueva Gales pero se salvó la colonia.
Mónica nos había recomendado una casa donde tomar el tradicional té galés. Especialmente esa torta oscura que originalmente se hacía en los casamientos para comerse en el primer aniversario, cuando se suponía que la pareja esperaba su primer hijo. Nos llenaron la mesa de tortas, dulces, escones y varias otras delicias.

La época del progreso

Finalmente, después de tantos sacrificios, hacia fines del siglo XIX llegó el progreso a la colonia galesa. Veinticinco años después de aquel triste desembarco los veteranos del Mimosa se reunieron para sacarse una foto conmemorativa. Pero los tiempos habían cambiado. La colonia ya exportaba trigo al mismísimo Gales y estaba mucho más poblada. Pero el Gobierno Argentino impuso sus condiciones, había escuelas que enseñaban castellano, gobernador militar, leyes desde Buenos Aires etc. etc. De a poco el galés se habló menos y menos; por eso Mónica se sentía orgullosa de seguir hablando el idioma de sus antepasados, de ahí que “Croeso i Patagonia” tiene tanto valor.
Pero ahí no terminó la historia… la segunda generación de galeses argentinos también tuvo su aventura. Pero eso merece otro post.

Contacto@GerardoBartolome.com
Gerardo Bartolomé es viajero y escritor. Para conocer más de él y su trabajo ingrese a www.GerardoBartolome.com

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