Punta del Este: la historia que esconden las playas turísticas

Cada año, cuando me vuelvo a Buenos Aires, lo hago con algún lugar en mente para visitar en la siguiente oportunidad. ¿Quién diría que entre tantos veraneantes se pueda encontrar esta historia?

Cuando se piensa en la costa uruguaya lo primero que viene a la mente es «playas». Uruguay recibe, todos los veranos, cientos de miles de turistas. Argentinos que cruzan el Río de la Plata en ferry, brasileños que llegan en avión y europeos que desembarcan de enormes cruceros. Todos vienen para disfrutar de sus playas, hacer compras en lujosos negocios y hacer una visita a los casinos de la zona. El balneario más famoso es Punta del Este; pero con el crecimiento del turismo también comenzaron a recibir más visitantes otras localidades costeras como José Ignacio, La Paloma, La Pedrera y Piriápolis.

El bullicio veraniego invade todo escondiendo una historia que sólo se despliega ante quienes buscan sus huellas con ahínco. Conozco la zona, y con el tiempo fui rearmando las piezas del rompecabezas cuyo trasfondo es el choque de los imperios de España, Portugal y de Inglaterra.

El bullicio veraniego invade todo escondiendo una historia que sólo se despliega ante quienes buscan sus huellas con ahínco

Ante la eterna amenaza de Portugal sobre los inmensos territorios españoles, la ciudad de Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata, pudo defender la costa uruguaya ocupando y poblando los mejores puertos naturales, Colonia y Montevideo.

El turista que hoy llega a Punta del Este encuentra que el centro del balneario se asienta sobre una península rocosa que oficialmente marca el límite entre el Río de la Plata y el Océano Atlántico. Hacia el este se extiende la Playa Brava batida por las olas de mar abierto. Al oeste, reparada de las olas por la península, se encuentra la Playa Mansa. Frente a ésta se ubica la Isla Gorriti formando un ámbito de aguas tranquilas que aprovechan para anclar los cruceros turísticos. Las decenas de kilómetros de mar y arena a ambos lados de la península ofrecen a los veraneantes infinidad de playas con características distintas por tamaño de olas, viento, arena, etc. Así se puede tomar el sol en una distinta cada día. Actualmente, la costa es muy arbolada pero hasta hace unos cien años toda ella estaba dominada por extensas dunas que se adentraban más de un kilómetro tierra adentro.

En la Isla Gorriti contré las viejas fortificaciones ubicadas en puntos clave que defendían la entrada al puerto

Los españoles, sabiendo que este puerto natural podía ser aprovechado por sus enemigos, siguieron con su estrategia de defender poblando y fundaron allí cerca el pueblo de Maldonado. Eligieron el lugar donde terminaban las dunas y comenzaba el fértil suelo uruguayo. Para proteger aún más este puerto establecieron, en algunos puntos estratégicos, una serie de baterías de artillería.
Una mañana, hace unos años decidimos pasar el día en las playas de la Isla Gorriti ya que, además de ser interesante para el viajero historiador, ésta ofrece una espléndida playa donde se puede disfrutar de un día de sol y mar. Tomamos una de las lanchas que salen del puerto de Punta del Este y en media hora llegamos a destino. Con mi cámara salí a caminar buscando viejas baterías.
Gorriti luce hoy muy distinta de cómo era 200 años atrás. En aquella época era un páramo con apenas algunos matorrales; hoy, en cambio, está cubierta por un frondoso bosque de pinos que esconde su pasado. Encontré las viejas fortificaciones ubicadas en puntos clave, con el objetivo de defender la entrada al puerto. Alrededor de ellas varios cañones destruidos. ¿Por los portugueses? ¡No! La zona fue invadida por Inglaterra en 1806, pero esa historia la contaré en otro post ya que no sólo involucra a Maldonado, sino también a Montevideo y Buenos Aires.

Pero el peligro para los antiguos pobladores de Maldonado no sólo podía llegar por mar. Ellos se sentían muy intranquilos ya que por tierra, desde el este, los portugueses podían caer sobre la ciudad sin aviso previo. Fue así que se decidió fundar un pequeñísimo pueblo militarizado, a unas pocas leguas al este. Al principio se le llamó Maldonado Chico pero luego alguien quiso quedar bien con el rey de España y se le cambió el nombre por San Carlos. Hoy, en auto, son apenas unos treinta minutos desde Punta del Este. Es un paseo interesante para quienes, como nosotros, se interesan por la historia de los lugares que visitan. El pueblo está construido sobre una suave elevación desde la que se podían controlar las planicies del este. Sus calles son mucho más tranquilas que las de la cercana Maldonado y todavía guardan un aire de los años veinte. En la plaza central sobreviven algunas fortificaciones de su época más brava. Allí mismo se encuentra la iglesia que, si bien no es verdaderamente antigua, exhibe algunas lápidas restauradas con leyendas copiadas de documentos antiguos. Así nos enteramos sobre cómo era la vida hace más de 200 años. Un esclavo, un indio, una rica señora, un soldado, un hombre cuyo cuerpo apareció en la playa de José Ignacio, etc. etc., cada lápida con frases que pincelan ese lejano pasado de trabajo y miedo.

Cada vez que puedo manejo los 200 kilómetros desde Punta del Este hasta la fortaleza de Santa Teresa y siempre me asombra encontrar, en lugar tan desierto, una maravillosa ciudadela de estilo muy europeo

En la época de la colonia la Banda Oriental, como se la conocía entonces, cambiaba de mano según los acuerdos entre Madrid y Lisboa. Desde el río Uruguay hasta San Carlos el territorio estaba escasamente poblado, pero de allí hacia el este no vivía ni un alma hasta la villa portuguesa de Porto Alegre. En una de las tantas oportunidades en que el territorio debía ser lusitano éstos avanzaron con mil hombres con la intención de hacerse fuertes y no ser expulsados cuando cambiara la marea de los acuerdos. Para ello, el teniente coronel Tomás Luis de Osorio decidió construir la fortaleza de Santa Teresa con el fin de detener la predecible contraofensiva española. Eligió un lugar donde las lagunas interiores se acercan a las dunas costeras, paso obligado de cualquier grupo armado. Comenzó a levantar la construcción con empalizada de madera pero, mucho antes de que ésta estuviera terminada, llegaron las fuerzas de Montevideo. Osorio cometió el pecado de no resistir hasta el final por lo que fue ahorcado en Lisboa por alta traición. Recuperada la Banda Oriental el Virrey del Río de la Plata mandó construir allí una verdadera fortaleza, con altas murallas de piedra y un diseño verdaderamente militar.

Siempre descubro alguna joya más de la historia de España y Portugal en esta zona balnearia

Cada vez que puedo manejo los 200 kilómetros desde Punta del Este hasta la fortaleza de Santa Teresa y siempre me asombra encontrar, en ese lugar tan desierto, una maravillosa ciudadela de estilo muy europeo. Luego de las guerras de la independencia sus gruesas murallas y potentes cañones fueron abandonados por las autoridades uruguayas por casi un siglo y recién a mediados del siglo XX se las restauró y recuperaron su esplendor. La visita de la Fortaleza de Santa Teresa es obligada para cualquier amante de la historia que pase por la región. Más al este, casi sobre la frontera misma entre Uruguay y Brasil, se encuentra el Fuerte de San Miguel. Éste fue construido íntegramente por los portugueses, y presenta un estilo bien distinto. Más pequeño que Santa Teresa, aunque también muy interesante. Por 200 años la frontera se movió hacia uno y otro lado pero, finalmente, San Miguel quedó en manos uruguayas.

Siempre descubro alguna joya más de la historia de España y Portugal en esta zona balnearia. Cada año, cuando me vuelvo a Buenos Aires, lo hago con algún lugar en mente para visitar en la siguiente oportunidad. ¿Quién diría que entre tantos veraneantes se pueda encontrar esta historia?

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