Salvador de Bahía: la impaciente búsqueda de Calle Pereza

Algo alejado del centro y ya casi desesperado de impotencia me encontré con la vista del dibujo de Darwin. Allí los esclavos ganaban unos reales ofreciendo llevar a quien pudiera pagarlo, los perezosos

Viajé a Salvador de Bahía (Brasil) no como turista ni como escritor. El viaje surgió por mi trabajo de ingeniero. Me acompañaba un técnico, ya que debíamos instalar un sistema de control telemático en varias camionetas de una empresa. Debo confesar que, si bien no me gustan los viajes de trabajo, éste me atraía. Viví casi toda mi adolescencia en el gigante de Sudamérica, pero no conocía la ciudad más histórica de Brasil. Ahora pasaría allí cuatro días.

El sobrevuelo del avión me mostró la geografía de la zona y la explicación del nombre “Bahía” se me hizo evidente. Se trata de una gran entrada de mar parcialmente cerrada por una gruesa península donde se asienta la ciudad. De esa manera se formaba una enorme bahía, bien protegida de los embates del Atlántico, cuyo nombre formal es Bahía de Todos los Santos.

Viví casi toda mi adolescencia en el gigante de Sudamérica, pero no conocía la ciudad más histórica de Brasil. Ahora pasaría allí cuatro días

Mientras el comandante mandaba abrocharnos los cinturones de seguridad yo me imaginaba que el rey de Portugal mandó fundar allí una ciudad porque era un excelente puerto natural. Pero… lejos de todo lo que en aquella época era importante… ¿o no?

El verdadero tesoro de los portugueses era la ruta alrededor de África hacia las especias de las Molucas y la India. La Bahía de Todos los Santos podía convertirse en un punto de reabastecimiento alternativo para navíos propios o enemigos. Fue ése el motivo por el que el lusitano Juan III mandó fundarla en 1536. Así nació la primera capital de Brasil.

En San Pablo y Río de Janeiro se dice que en Bahía nunca se trabaja. ¿Sería así?

Alquilamos un auto y fuimos directos a la empresa. Nos esperaban, pero… ¡las camionetas no habían llegado aún! Me pidieron que les diera una charla sobre el funcionamiento del sistema. Parecía que las camionetas iban a demorarse en llegar. Sonreí porque conozco que en San Pablo y Río de Janeiro se dice que en Bahía nunca se trabaja. ¿Sería así? Mientras daba mi presentación trajeron unos dulces típicos de Bahía (cocada e quindim). No hay mal que por bien no venga….

Cuando terminé, las camionetas todavía no habían llegado. Aproveché para mostrarles una imagen antigua de Salvador sobre la que quería investigar. Había sido hecha en 1832 por el artista de la misma expedición que llevó a Darwin alrededor del mundo. Yo quería saber qué lugar era ése para buscarlo después del trabajo. Discutieron un rato y me dieron algunas ideas de dónde podía ser hasta que… ¡Llegaron las camionetas!

Había una imagen de Salvador sobre la que quería investigar, hecha en 1832 por el artista de la misma expedición que llevó a Darwin alrededor del mundo

Cuando terminamos el trabajo del día ya había oscurecido así que no pude ver nada de la ciudad vieja. Fuimos al hotel y comimos tomando una caipirinha (trago típico brasileño). Por la mañana vimos que el hotel estaba a pocos metros de un punto histórico: el “Farol da Barra” o faro de la playa. Antes de ir a la empresa fuimos a sacarle unas fotos. Se trata de un faro en la punta de la península, que fue construido encima de las defensas que controlaban el ingreso. Click y… “Rápido. ¡A la empresa!”

Nunca estaban todas las camionetas para instalar por lo que alternábamos trabajo con largas esperas. La gente de la empresa no parecía muy preocupada; cuando nosotros instalábamos charlaban entre ellos; cuando esperábamos charlaban con nosotros. Darwin, en su memoria de viaje, observaba que la enorme mayoría de la población eran esclavos de origen africano que pasaban gran parte del día hablando muy animados, en voz alta y con mucha gesticulación. La esclavitud fue abolida en 1888, pero todo el resto sigue siendo muy cierto.

Me empezaba a impacientar porque pasaban los días y no conseguía sacar tiempo para conocer el centro histórico de la ciudad

Yo me empezaba a impacientar porque pasaban los días y no conseguía sacar tiempo para conocer el centro histórico de la ciudad. ¡Y eso que sólo quedaba a unos quince o veinte minutos, en auto, de la empresa! Pero como anochece muy temprano, cuando terminábamos ya estaba oscuro. “Aunque sea podría ir al mediodía”, pensé. Cuando me aprestaba a salir vino uno de los gerentes de la empresa y me invitó a almorzar comida típica en un restaurant cercano. No podía rehusarme, ni quería. La comida bahiana es admirada en todo Brasil. Vatapá, quiabada, moqueca de peixe, caldinho de sururú… de todo probé un poco. Pero así pasó otro día sin visitar el centro histórico.

A la mañana del día siguiente, penúltimo en Bahía, salí a correr temprano por borde del mar. ¡Que playas! Cuando llegamos a la empresa instalamos una camioneta pero tuvimos que esperar a que viniera otra. Mientras tanto charlamos con “Seu Samuel” el encargado del taller. Yo hacía de traductor ya que con el técnico (argentino) no se entendían. Samuel, descendiente de esclavos, sabía todo de la cultura bahiana. Hablamos sobre los “orixás”, las deidades de la religión candomblé. Los esclavos trajeron su propia religión pero, obligados a convertirse al catolicismo, identificaron sus deidades con las estatuas de las iglesias. Así cuando parecía que le rezaban a la Virgen María en realidad lo hacían a su “Iemanjá”, diosa del mar y madre de muchos otros orixás. Otro importante, con la figura de San Jorge, era Ogum; y así muchos otros.

Algo alejado del centro y ya casi desesperado de impotencia me encontré con la vista del dibujo de Darwin

Antes de que apareciera el gerente para llevarme a otro pantagruélico almuerzo tomé el auto y, junto con el técnico, nos fuimos hacia el barrio histórico. Cuando llegamos… ¡Un hervidero de gente y había un tráfico increíble! Y claro… Es el centro de una ciudad de más de tres millones de habitantes. ¡Imposible encontrar lugar para dejar el auto! El tráfico me llevaba frente a bellísimos edificios históricos sin poder apreciarlos ni sacarles una foto decente. Seguimos de largo.

Algo alejado del centro y ya casi desesperado de impotencia me encontré con la vista del dibujo de Darwin. Estacioné, me bajé y saqué varias fotos. La callecita empinada por donde unos esclavos llevaban en andas a un “gran señor” es ahora la “Rua de Preguiça” o Calle de la Pereza. Más tarde, con el wifi del hotel, supe que mucho tiempo atrás, esa calle era la conexión entre el puerto y la “ciudad alta” o barrio histórico del Pelourinho. Allí los esclavos ganaban unos reales para sus dueños ofreciendo llevar a quien pudiera pagarlo, los perezosos. En los años treinta se construyó un enorme y espantoso ascensor frente al mar, por lo que la Rua da Preguiça dejó de ser usada y quedó en manos de malandrines. El edificio al frente, en el antiguo grabado, era un teatro que se quemó en 1922, pero era nuevo cuando estuvo Darwin. Abajo en el puerto había una isla fortificada que todavía existe, el fuerte de “São Marcelo”.

La callecita empinada por donde unos esclavos llevaban en andas a un “gran señor” es ahora la “Rua de Preguiça” o Calle de la Pereza

Por la noche, caipirinha en mano, con el técnico decidimos que al día siguiente, nuestro último día en Bahía, nos despertaríamos muy temprano para pasar por el Pelourinho antes de ir a la empresa.

No hay mal que por bien no venga. A las seis de la mañana estábamos en el bario antiguo… ¡Totalmente desierto! Fue una experiencia fantástica pasear frente a esas fachadas barroco-portuguesas sin ese mundo de gente que habitualmente inunda las calles. Tuvimos una visión única de este barrio que fue declarado Patrimonio Histórico de la Humanidad por las Naciones Unidas.

A las siete ya había gente y nos subimos al auto antes de que el tráfico nos atrapara. En la empresa instalamos la última camioneta y partimos raudos hacia el aeropuerto. Antes de subir al avión no pude resistir la tentación de comprarme un berimbau, un instrumento musical africano que se usa para acompañar la capoeira, esa asombrosa danza brasileña que se originó en un arte marcial africano.

Me senté en el cómodo asiento del avión y, por primera vez en cuatro días, tuve la agradable sensación de haber cumplido.

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