Soweto Country Club: un campo de golf en la miseria

Por: Javier Brandoli (texto y fotos)
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A un lado colinda con un barrio tristemente famoso en Sudáfrica por “oficialmente” vivir en la más insoportable miseria. Las madres de este lugar decidieron a mediados de mayo mandar una carta al presidente sudafricano, Jacob Zuma, para pedirle que se detuviera la sangría que la droga estaba haciendo en sus hijos.  El jefe del Ejecutivo declaró sentirse consternado por la misiva, justo cuando su popularidad se despeñaba por un precipicio, y prometió soluciones. Una semana después, la Policía entraba en aquel  pozo de basura y detenía a 120 personas por diversos delitos, incluyendo a cuatro niños adictos a la droga con 8 años de edad. El lugar, jodida ironía de la vida, se llama Eldorado.

Detenía a 120 personas por diversos delitos, incluyendo a cuatro niños adictos a la droga con 8 años de edad

Al otro está el  barrio de Kliptown. Otra barriada de esta inmensidad llamada Soweto. Allí, en la plaza de Walter Sisulu, donde en el año 1955 se redactó el “Freedom Charter “, una maravillosa Constitución creada para vivir juntos en pleno apartheid y que les costó a sus creadores palos y detenciones en masa, está el Soweto Hotel Conference Centre. Justo en frente se encuentra también el nuevo pabellón de conferencias levantado en el barrio. Ambos simbolizan el impulso de un país que lucha por cerrar a la vez heridas y estercoleros.

Justo en el medio de estas dos realidades está el Country Club Golf de Soweto,  probablemente el campo de golf enclavado en el sitio menos apropiado del mundo, estereotipos mediante. Entrenando el putt en el Green de entrenamiento está Peter Matsemela, de 64 años. Él es uno de los socios honorarios del club y el encargado de entrenar a los caddies del barrio Un futuro para chicos condenados a nacer y morir desempleados. “Yo empecé con 15 años, en 1964, en el Houghton Golf Club. Me pagaban 30 céntimos por cargar una bolsa que era más grande que yo”, dice entre risas. Eran los tiempos del apartheid. Los negros cargaban y los blancos jugaban.

Entonces no había hierba, era todo de arena y costaba mucho atinar a la bola

Peter nos invita a la Casa Club. Nos sentamos mientras él recuerda como fueron los inicios de este lugar: “Se abrió en 1970. Fue un campo para negros hasta 1986, cuando se estaba acabando el apartheid. Entonces no había hierba, era todo de arena y costaba mucho atinar a la bola”, explica. Hoy, por este campo, “han pasado jugadores profesionales de la talla de Ernie Els o Nick Price y hay algunos socios blancos”, relata Peter con orgullo. Queda mucho de aquellos tiempos en los que algunos palos se hacían con perchas de la ropa y plásticos. “La gente tiene sus equipos”, dice. Pero la labor de Peter  es crear nuevo caddies, casi inventarlos, para darles un futuro. “Deben mantener limpios los clubes, tener un comportamiento adecuado cuando cargan la bolsa y avisar al jugador de que guarde las cosas de valor en un sitio seguro”, dice parte del código de conducta que enseña a los aprendices.

Uno de esos alumnos es Brian Mpaka, de 24 años, que vive en una casa humilde unas calles más allá de la puerta del campo. “Vengo aquí y espero a que alguien me contrate por llevarle los palos”, dice. Hace lo mismo que otros compañeros suyos. Todos están sentados en la puerta de entrada del campo sin hacer nada. Esperan. “¿Le lavamos el coche?”, se ofrecen sabedores de que uno cargara los palos con suerte y otro se llevará una propina por cuidar el vehículo y devolverlo lustroso.

Falla sólo en la gorra rapera y las gafas de sol extravagantes que sobresalen sobre unas bermudas a cuadros y unas zapatillas blancas

Algunos de esos caddies han ahorrado ya parra tener una indumentaria casi de profesional que falla sólo en la gorra rapera y las gafas de sol extravagantes que sobresalen sobre unas bermudas a cuadros y unas zapatillas blancas. “A veces me dan hasta 200 rands (16 euros), pero generalmente e s menos”, aclara Brian. Lo normal es que se lleven en torno a 60 rands (5 euros).

El campo está seco, lleno de suciedad, de basura. Las salidas, siempre relucientes en todos los campos, están aquí rodeadas de hormigón y unos tubos de hierro grueso. Hay también algunas papeleras de cemento llenas de plásticos y restos de comida. Quizá sea la que vende Trini, una mujer que está tirada en el suelo, en la misma puerta del campo, y que ofrece fruta expuesta sobre una roída sábana. Debe haber vendido algo, porque hay cáscaras de naranja por la hierba.

Observamos que dos de los caddies están quemando droga sobre un papel de plata

¿Quién cuida este campo? “Una vez por semana viene alguien, pero hace falta algo más de cuidados”, reconoce el impetuoso Brian mientras sorteamos una dificultad de agua llena de bolsas de plástico y cartones flotando. Una de esas lagunas que en otros campos tienen piedras y puentes de diseño. “No siempre está lleno, a veces no hay agua y se queda seca”, nos explica. Los greens están llenos de baches y cuesta saber dónde termina la calle.

En la puerta, cuando ya nos vamos, observamos que dos de los caddies están quemando droga sobre un papel de plata. Lo hacen junto a la que debió de ser caseta del guarda. Fuera, las casas son lustrosas, de ladrillo y cemento, y algunas con un pequeño jardín. Un cartel algo oxidado nos recuerda por última vez que estamos en un Country Club Golf en medio de Soweto, ejemplo perfecto de la miseria y esperanza de Sudáfrica.

Algunos datos para comparar

1970

-Se crea el Soweto Country Club de Golf para negros

-Muere el conocido como padre de Soweto, James Mpanzaa, el primer “okupa” negro que movilizó a las masas para exigir una vivienda digna. Un mes después de su muerte se le concedió legalmente la propiedad de su casa, algo vedado a la mayor parte de los negros entonces.

-La población no llegaba al millón de personas

-Los  negros estaban obligados a vivir en las conocidas como townships. Zonas donde quedaban recluidos por obligación por la separación de razas. No tenían derecho al voto. Vivían en infraviviendas.

-Soweto queda bajo el control del estado y no del ayuntamiento de Johannesburgo.

-Las conocidas como Orlando Towers, una estación eléctrica altamente contaminante enclavada en medio de Soweto, dan luz a los barrios de la población blanca. La mayor parte del barrio carece de energía  agua potable.

-Dos tercios de las familias ganaban menos del considerado nivel mínimo de pobreza.

-El 30% había sido víctima de la violencia.

2013

-La población supera los dos millones, cifra aproximada porque se carece de un censo fiable (es el mayor gueto de África)

-El desempleo se cifra en torno al 45%, aunque algunos estudios hablan de un 70%. Hay barrios enteros de una miseria lacerante.

-Se han construido 178 escuelas primarias, 78 secundarias y una universidad. Cuenta también con un gran hospital, varios modernos centros comerciales, dos estadios, incluido el Soccer City, y un mejorado sistema de transporte que incluye carriles-bus y un moderno tren.

-El 25% de todos los escolares entrevistados, 1500, encontró divertido el ser violados. Las cifras de crímenes son de las más altas del mundo. Las violaciones a mujeres son cosntantes.

-El programa de rehabilitación de casas del Gobierno, en el que se regalan ladrillos y cemento para las nuevas viviendas, ha mejorado buena parte de las casaas. Muchas tienen un panel solar para tener energía.

-Las Orlando Towers están cerradas y son una atracción para turistas donde se hace puenting.

 

 

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Comentarios (2)

  • Lydia

    |

    ¿Cómo se puede detener a niños de 8 años?
    ¿Cómo es posible que el 25% de 1500 escolares entrevistados consideren divertidas las violaciones?
    Retumban en mi cabeza estas preguntas.

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