Soweto: las cicatrices del apartheid

Por: Javier Brandoli (texto y fotos)
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[tab:el viaje]
Para los que pretendan conocer un poco más lo que fue el terrorífico régimen del apartheid en Sudáfrica, Soweto es lugar de obligado paso. Pueden hace un tour, de las decenas que se ofertan en la ciudad, o pueden alquilar un coche o guía privado (recomendable para comprender su convulsa historia) y cruzar, sin problema, al barrio rebelde. Para los que se atrevan a hacer la segunda opción, aquí van algunas claves de lugares que visitar.

La primera parte del barrio, si se accede a él desde el centro o el estadio de fútbol, es la parte rica. Chalés de auténtico lujo y hoteles y B&B de calidad. Justo a las espaldas de este lujoso barrio residencial están las primeras construcciones de Soweto. “Son una hilera de barracones que se levantaron a principios del siglo pasado para todos los trabajadores contratados por las compañías mineras que vivían hacinados como animales». Comenzaba así la terrible historia de un barrio de negros (aquí no hay casi mestizos y apenas tres blancos, número oficial). “Estaba prohibido que entraran mujeres aquí. Había hombres que no veían a su familia en semanas e incluso meses cuando llegaban a su encierro de carbón”, me explica el guía. Era los tiempos en los que Joburg crecía sobre la inmensa nube de humo que levantaban sus explotaciones mineras. A propósito, es poco conocido que el apartheid tuvo un inicio económico basado en la pobreza y competencia de mano de obra de los mineros boers con los negros y blancos llegados de Europa. Ellos eran los dueños del paraiso bajo tierra, de su bíblica tierra prometida.

Tras la panorámica de la township (nombre con el que se conocen los guetos), hoy salpicada de algunas nuevas casas de colores que regala el Gobierno, tomamos rumbo a lo que se puede considerar la milla de oro de la lucha contra el apartheid. En un radio de dos kilómetros, tomando como referencia la calle Orlando West, encontramos la vieja casa de Nelson Mandela, en la que vivió hasta que fue arrestado en 1961 y convertida hoy en museo (hace un repaso de su vida); la escuela de Orlando West, de la que salió el estudiante Hector Pieterson, protagonista de la más famosa fotografía de la represión racista del apartehid, un 16 de junio de 1976, en el que la Policía acabó matando a tiros a cientos de estudiantes adolescentes que protestaban porque se les imponía el afrikáner en la escuela y se les prohibía el inglés; el impresionante museo de Hector Petersen (la visita es obligada para entender lo que fueron aquellos tiempos de dura supremacía blanca. Pone los pelos de punta); y las actuales casas del Premio Nobel de la Paz, Desmond Tutu, y de la ex mujer del mito de toda Sudáfrica, Winnie Mandela. Ambas son bastante lujosas.

Con la democracia se cerró la central, considerada una mofa en la cara de los habitantes de Soweto, y las torres se pintaron de colores con representaciones de la vida del barrio.

Por último, se ven desde casi todo Soweto, hay que acercarse a contemplar las conocidas como Orlando Cooling Towers. Dos torres de la vieja central de electricidad que levantó el Gobierno de Pretoria en pleno corazón del barrio y que daban luz a los barrios de blancos y soltaban su alta contaminación en la barriada negra, que además carecía de luz. Con la democracia se cerró la central, considerada una mofa en la cara de los habitantes de Soweto, y las torres se pintaron de colores con representaciones de la vida del barrio.

Toda la visita se puede hacer en una jornada. Hay momentos en los que parece imposible todo lo que allí se explica. Uno ve los agujeros de bala que hay en la fachada de la casa de Mandela, acribillada tras la vuelta de la rebelde Winnie, que decidió volver del destierro obligado que le había impuesto el Gobierno del apartheid, y que “fue cosida a balazos por la Policía”, explica la guía de la casa museo (Con la historia de Winnie Mandela hay que  tener cierto cuidado, ya que legendaria figura revolucionaria para el ala más radical de africanismo está mezclada con oscuros pasajes de asesinatos y fanatismo, tras rodearse de una especie de salvaje guardia pretoriana que acababa con la vida de los propios negros que eran considerados colaboracionistas).

Pero si hay un lugar que simboliza a la perfección el estrambótico sistema del apartheid es el museo Hector Pieterson. A su entrada hay una larga fuente llena de piedras, símbolo de la protesta de los estudiantes de junio del 76 contra el régimen de Pretoria. “Unos lanzaban piedras y los otros balas”, nos explican, con la agravante de que los que tiraban con bala desencadenaron el fuego. Detrás de la fuente se puede observar la sobrecogedora foto de la muerte de Hector, que dio la vuelta al mundo y puso contra las cuerdas el sistema supremacista sudafricano (las condenas y sanciones internacionales comenzaron entonces). En ella se ve a un niño de 13 años, muerto de un balazo, que es llevado en brazos por otro escolar mientras su hermana llora desconsolada. Una imagen que sirvió para ejemplificar y enseñar las vergüenzas del terror. Los emocionantes textos escritos por las madres de ambos jóvenes, fallecido y héroe; los videos donde se ve a niños avanzando como en las viejas marchas zulues pidiendo libertad; los muertos; los legajos que cuelgan de las paredes donde se certifica la vergüenza de imponer por ley la superioridad que confiere el color de piel… Todo un mundo que demuestra lo imbécil que puede llegar a ser el hombre.

[tab:el camino]
Soweto acaba de estrenar una flamante estación de tren por la World Cup (una nueva posibilidad para acercarse al barrio). Eso sí, luego hay que coger un taxi. Lo mejor: alquilar los servicios de un guía privado que conduzca por ustedes.

[tab:una cabezada]
Desconozco cualquier hotel de Soweto, aunque pasé por algunos B&B, en la mejor parte del barrio, con un aspecto formidable y en zona segura. Joburg es muy grande, y el hotel para mochileros Mbunzi, en el que yo me alojé, queda a las afueras, pero las habitaciones están bien, cuenta con piscina y un mini bar dentro y el precio es de 20 dólares por cabeza.

[tab:a mesa puesta]
El restaurante Sakhumuzi ofrece un contundente menú buffet por 12 euros. Su mejor virtud es que se encuentra en pleno centro neurálgico de la visita (muy cerca de la Casa de Nelson Mandela y Desmond Tutu) y que tiene una terraza de ambiente divertido. Lo peor, que está lleno de turistas y que la comida no sobresale por su calidad, pero dicen que es lo mejor de la zona. (6980 Vilakazi Street).

[tab:muy recomendable]
-Ir a un shebeen, bar típico de los township, y probar la, a mi gusto, la terrible cerveza africana. Una bebida, que preparan las samosas (curanderas) y que se vende hasta en tetra brick (a ellos les encanta)

-No dejarse engañar por algunos tours organizados, en los que les llevaran a ver casas miserables preparadas para sacar dinero a los turistas. Si quieren ayudar, que hace mucha falta en algunas zonas del barrio, busquen otras formas.

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Comentarios (2)

  • Xabi Kormenzana

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    Muy interesante la información que suministran desde Sudáfrica. La web merece la pena. La recomendaré, los reportajes huyen de tópicos y lugares comunes. Enhorabuena

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  • javier

    |

    Gracias Xabi, lo hacemos todo por pasión, por la misma pasión que esperamos que tengan lectores como tu cuando viajan. De eso se trata, de empujar a la gente a cumplir sueños que parecen inalcanzables pero que están cerca.

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