Alaska: encuentro con un oso

Por: Miquel Silvestre (texto y fotos)
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Alaska es más que un Estado de la Unión. Es un mito. La última frontera. La fiebre del oro, el oleoducto del Ártico, el sol de medianoche, el destino más alejado para los buscadores de sueños de libertad y la tumba del idealista muchacho de Into the Wild (Hacia tierras salvajes). Para mí significa terminar la Ruta de los Exploradores Olvidados porque en Alaska está Valdez, topónimo en español más septentrional del planeta. Fundada en el siglo XVIII por el catalán Salvador Fidalgo, supone el límite de la exploración española en Norteamérica. Aquí concluye un periplo que me ha llevado de Etiopía a Filipinas pasando por India o Borneo.

Resultan conmovedores el silencio, el infinito bosque ártico, la tundra y este sol que nunca se pone

Circulo entre valles interminables y cordilleras nevadas. Viajo solo durante muchísimos kilómetros. Disfruto del placer de dejarme llevar por el imán del horizonte. Inmerso durante tantos meses en el infierno circulatorio de África, India y Asia, esta desolación se me antoja ahora como el más perfecto paraíso. Resultan conmovedores el silencio, el infinito bosque ártico, la tundra y este sol que nunca se pone. Dan tiempo y oportunidad a pensar, a recordar los últimos miles de kilómetros recorridos desde que envié la moto por barco de Manila a Vancouver.

Resulta asombrosa la facilidad que tenemos para olvidar lo que hicieron nuestros antepasados en este gélido confín del planeta. El primer europeo que navegó las aguas que rodean la Isla de Vancouver fue Juan de Fuca, navegante a las órdenes de Felipe II a finales del siglo XVI. Dos siglos más tarde aparecerían otros exploradores hispanos como Juan Francisco de la Bodega y Quadra, Alejandro Malaespina o Dionisio Alcalá-Galiano, héroe nacional muerto en la Batalla de Trafalgar. Esa derrota en nombre de una mala causa y un mal rey fue el comienzo de una decadencia imparable que terminaría en el desastre de 1898. La puntilla para el honor patrio fue la pérdida de Cuba y Filipinas. Una joven nación llamada Estados Unidos estrenó su arrogancia internacional contra una débil España, incapaz ya de proteger grandeza alguna ni ganar otra guerra que no fuera contra sí misma.

Una joven nación llamada Estados Unidos estrenó su arrogancia internacional contra una débil España

Sin embargo, nada de eso se respira aquí. Solo paz y la emoción de mirar un mapa y descubrir tantos nombres españoles en esta geografía norteamericana. Estrecho de Juan de Fuca, islas de Quadra, de Galiano, de Revillagigedo, playa de Tofiño, Glaciar de Malasespina, Cordova y también el lugar que he elegido como destino final del proyecto Ruta Exploradores Olvidados: Valdez, puerto pesquero en la desembocadura del Río Cooper, portalón de acceso al impresionante glaciar de Prince Williams Sound y extremo del famoso oleoducto de Alaska.

Llego a Dawson City, en Canadá. El origen de esta pintoresca población fue la fiebre del oro de 1897. Cien mil personas salieron en estampida desde USA hacia el norte cuando llegaron las noticias del hallazgo. El gobierno canadiense les exigió que trajeran una tonelada de víveres para mantenerse al menos un invierno. Superar estas montañas con semejante impedimenta fue una odisea y todo para acabar fracasando. Apenas llegaron 30.000 y menos de 5.000 encontraron el Dorado. Las mejores vetas del Klondike estaban ya explotadas cuando aparecieron los mineros del sur. Dawson es hoy atracción turística que mantiene su estampa de ciudad del oeste. Edificaciones de madera, salones donde jugarse las pepitas y hoteles para dormir la curda del minero. Desde ahí hacia Tok circula la Carretera del Techo del Mundo entre cañones, montañas y valles purísimos. Es una pista de grava que solo está abierta en verano. El puesto fronterizo de Poker Creek es el que está situado más al norte de los Estados Unidos. Apenas funciona ocho horas al día y los aduaneros son los más amables que jamás haya encontrado en una frontera estadounidense. Por aquí solo pasan aventureros.

Edificaciones de madera, salones donde jugarse las pepitas y hoteles para dormir la curda del minero

Alaska recibe con un inmenso lago, miles de kilómetros de tundra y también con un oso recién salido de su hibernación hociqueando bayas en el arcén. Es un grizzlie. Lo reconozco por la pequeña joroba. El Estado 49 de la Unión es también el de los grandes osos. No son ninguna broma ni un juguete. Cada año hay ataques a humanos. Pero la atracción es irresistible. Apago el motor y dejo que le inercia me lleve en silencio hasta su misma perpendicular. Descabalgo. Saco mi réflex. Encaro. El animal huele al intruso. Se vuelve. Nos observamos. Apunto. Sé que es una insensatez, pero cuando miro a través del visor de mi cámara nunca siento miedo. Ya pueden ser bestias feroces, paramilitares o terribles tormentas de truenos o de arena, pero quien dispara no soy yo. No estoy ahí. En realidad he desaparecido de la escena y es como si nada pudiera tocarme salvo la emoción de encontrarme a solo dos días de viaje de Valdez después de un año en la carretera.

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