Es el limbo la Tierra, la versión más real del universo Matrix, a 3.650 metros de altitud. El salar de Uyuni es blanco como un cuadro sin empezar, como un velo gigante de novia, como la imaginación de un ciego. Es infinito como el horizonte, libre como el sueño de un condenado, plano como la conciencia de un niño. El salar de Uyuni no es nada absoluto, un territorio de 12.000 kilómetros cuadrados al sur de Bolivia, sal por todas partes, un desierto que no debiera existir porque representa un auténtico sinsentido. Y sin embargo, es hermoso.
No resulta fácil conducir sobre un terreno sin referencias. No hay rumbo donde no hay nada a lo que dirigirse y por lo tanto no hay prisas ni tiempo… ni sensación de velocidad. No pude resistirme a la gamberrada y aceleré el 4X4 a 140 km/h durante casi un minuto con los ojos cerrados, cosas de estar en el limbo.
Sin embargo, más allá de estas extravagancias un tanto oníricas, el salar constituye la primera reserva de litio del mundo, y ¿quién lo iba a decir? el litio sirve para fabricar baterías, hacer bombas de calor, obtener secantes, aleaciones de aluminio, cerámicas, telescopios, naves espaciales, submarinos… y además tiene aplicaciones nucleares. Es decir, el salar de Uyuni no sólo atrae el interés de los turistas. Diversas empresas internacionales ya están afilando sus contratos de extracción, porque la codicia no entiende de paisajes.
No pude resistirme a la gamberrada y aceleré el 4X4 a 140 km/h durante casi un minuto con los ojos cerrados, cosas de estar en el limbo.
Nosotros sólo vimos trabajadores recogiendo la sal a paladas, desgastando la salud en un lugar que quema los ojos, de forma literal, apilando montones de cloruro sódico corrosivos para la piel, con la resignación de un pueblo que siempre ha vivido a orillas de un mar sin agua.
En el centro de este mar hay varias islas que han tenido la ocurrencia de estar ahí, como una broma. La principal es conocida como isla Incahuasi, porque formaba parte de la ruta de los incas -¿qué se les habría perdido allí a los incas?-.
La isla brota de la sal y se empeña en generar vida, como un desafío a la razón. Un ejército de cactus gigantes se apiña por todo Incahuasi, para combatir tal vez la soledad que le rodea. Tienen porte esas plantas, erguidas sobre el único pedazo de roca a la vista, con tanta dignidad que aquello parecía normal. Una mujer aymara miraba la blancura como se mira un folio en blanco y allí estuvo unos minutos contemplando su tierra salada, pensando quizás si estaba viva o estaba muerta, si hay futuro en un mundo de sal, si ese horizonte, si esa nada nívea tenía algún sentido, si no estaría por fin en el limbo, porque al fin y al cabo, a 3.650 metros sobre el nivel del mar se está más cerca del cielo.