Alex Zurdo

Viajar, cocinar y escribir. En el año 2003 decidí que ese era el modo de vida que quería llevar. Así que hice mi petate y me marché a vivir a Sri Lanka. El flechazo fue instantáneo y desde entonces no he parado de recorrer Asia de punta a cabo. Viajo para conocer gente, su comida y a mi mismo. La curiosidad me ha llevado desde las cumbres del Himalaya a las estepas de Kyrguizstán, pasando por los tugurios de Phnom Phem o las calles destruidas de Jaffna. Busco en los fogones, rastreo historias, cocino con quien me enseña y nunca dejo de probar un curry ardiente. Simplemente The Hungry Traveller…
7 artículos

Estambul en tres bocados

Pero si de comer se trata, de comer seriamente, te recomiendo que te olvides de estas calles un tanto plastificadas y de sus restaurantes donde, oh sorpresa, no encontrarás a ningún turco, sino únicamente turistas. Lugares donde los menús son caros, previsibles y, demasiado a menudo, cocinados sin el ingrediente principal, el amor.

Garbanzos y bombas en el viejo Colombo

Desde 1983 a 2009 los atentados, los coches bombas y las muchachas suicidas fueron la norma diaria. Y con ellos una sensación de miedo generalizado. Todo en la ciudad quedó detenido. ¿Todo? No. En una pequeña explanada una vieja tradición se mantuvo ajena al temor y la prudencia de aquel tiempo; los domingos del Galle Green Face.

Las iguanas y el marmitako del Caribe

He tenido que salir de nuevo a por más Pilsen. Cuando regreso el plato está casi terminado y todo el patio huele a coco y chiles. En el último instante añade el pescado y los cangrejos y rectifica la sazón. Un momento más y el puchero estará listo. “Y con iguana, Randy, como estaba el rondón con iguana...” Y Randy, nostálgico, bebe un trago de cerveza, y, entornando los ojos, lanza un suspiro largo y profundo.

«Guía» para comer en las calles de Hanoi

Comer en la calle es mucho más que simplemente “comer”. Es una experiencia para todos los sentidos. No se trata solo de calle o restaurante, sino de romper jerarquías, de ponerse todos al mismo nivel, de sentarse codo con codo al lado de personas que no conocemos. Es un mundo para ver y ser mirado.

Sri Lanka: comer en el tren del té

Ya he comido frutos secos, dos cafés, mordisqueado un poco de piña picante y tragado una empanadilla de atún y patata. Estoy gordo y feliz. Seguimos ganando altura, y la selva se va despejando, dejando paso a los campos de té. Cascadas, mujeres que recogen hojas, factorías blancas, pueblitos minúsculos y templos hindúes.
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