Estambul: un té entre tumbas en la colina de Eyüp

Por: Ricardo Coarasa (texto y fotos)
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[tab:el viaje]

Estambul es una ciudad sin parangón, con innumerables motivos para una visita. Con un pie en Asia y otro en Europa, está repleta de postales turísticas. Pero sin desmerecer sus populares mezquitas o el gran bazar, mis predilecciones apuntan en otra dirección: el barrio asiático de Uskudar y el cementerio de Eyüp.

El alma de Estambul navega sigilosa por el Bósforo. Hay que mirarse en sus aguas para intentar asomarse al calado milenario de esta ciudad única, una doncella esquiva cortejada por dos continentes, Europa y Asia. Pienso en el peso histórico de la vieja Bizancio, de la antigua Constantinopla (a veces pesadumbre, pues en Estambul se respira una cierta resignación frente a la imposibilidad de arrostrar tan glorioso pasado) mientras me dirijo, a bordo de un ferry, hacia Uskudar, quizá el barrio asiático con más ideosincrasia de este “laberinto de hormigueros humanos, de cementerios, de ruinas, de soledades”, como lo definió el escritor italiano Edmondo De Amicis.
Me he subido al barco en el muelle de Eminomu, junto al Puente Gálata, otro de los iconos de la ciudad turca. La noche ha caído ya sobre Estambul y navegamos, en medio de una ventolera formidable, fría y áspera, sobre aguas tenebrosas que infunden respeto. Posada sobre ellas en un islote de forma milagrosa se yergue la torre de Leandro. Construida en época bizantina, se cuenta que servía de soporte a la cadena de hierro que cerraba el Bósforo a los barcos que no eran bienvenidos.

Sobre esta torre circula una inquietante leyenda: el presagio de una adivina advirtió a Constantino de que su hija moriría por una picadura de serpiente. El emperador, asustado, mandó levantar la torre en medio del Bósforo y la convirtió en el hogar de su hija, pero en una cesta con uvas que le mandaron para comer estaba escondido el reptil que iba a cumplir la profecía. La picadura, tal y como había avisado la adivina, fue mortal. Por eso, la torre se conoce popularmente como “Kiz Kulesi” (la torre de la muchacha). ¿De dónde proviene, entonces, el nombre de Leandro? Su origen es mitológico y alude a cómo Leandro cruzaba a nado el Helesponto (actual estrecho de Dardanelos, bastante más al sur) para reunirse con su amada Hero.

Los lamentos del muecín

A medida que nos acercamos a nuestro destino se escucha al muecín entonar el “adhan”, la última llamada a la oración del día. Nada más poner un pie en Uskudar, el lugar donde se despedían los peregrinos que se dirigían a la Meca, el enclave adonde llegó Jenofonte con los supervivientes de los 10.000 camino de Bizancio, me doy de bruces con la mezquita de la sultana Mihrimah, construida en el año 1547 en honor de la hermana de Solimán el Magnífico. En el patio, un grupo de fieles se lava los pies y las manos en una fuente circular. Las mujeres son sombras de las que sólo se adivinan sus ojos. «¿Qué pensarán de sus jóvenes compatriotas de tangas y uñas pintadas que proliferan por las zonas de marcha del Estambul moderno?», anoto en mi cuaderno.

Las calles de Uskudar, oscuras y laberínticas, de antiguas casas de madera anhelantes de tiempos mejores, baños públicos y mercados bulliciosos, se caminan sin sobresaltos ni agobios. El visitante se siente a gusto aquí, extraño entre extraños, imbuido de esa agradable sensación de pasear sin rumbo por rincones “por los que todavía vaga ese espíritu en blanco y negro” del viejo Estambul, en palabras del escritor turco Orhan Pamuk, premio Nobel de Literatura. En los puestos del mercado todo vale millones de liras turcas (una depreciación de moneda digna de un país africano). Un kilo de tomates, sin ir más lejos, cuesta más 1,2 millones de liras.

Pero si hay un lugar especial en Estambul ése es el cafe de Pierre Loti, en las colinas del barrio de Eyüp, un mirador excepcional del Cuerno de Oro rodeado de tumbas, pues el cementerio se desparrama ladera abajo. “Ese maravilloso sueño oriental -escribió Pamuk sobre Eyüp-, que por su autenticidad tanto le gustó a Pierre Loti (…) a mí siempre me ha resultado repulsivo por su perfección sin adulterar”. Para el premio Nobel, nacido y criado en Estambul, este barrio es “una especie de Disneylandia turco-oriental-musulmana”. Pero hay que tener en cuenta que Pamuk no simpatiza precisamente con Loti, a quien considera uno más de los escritores que encontraban en Estambul “lo que habían leído previamente”, pues “ninguno tenía la menor intención de sufrir una decepción”. “No paran de repetir lo bonita, lo extraña, lo maravillosa y lo especial que es Estambul”, se quejaba. La necesidad occidental de perpetuar ciertos mitos, una vez más.

Entre tumbas

Un teleférico te deja muy cerca de la cotizadísima terraza, pero nosotros preferimos subir andando, entre chalets achacosos y casas a medio construir, flanqueados por perros que olisquean nuestro rastro con la lengua fuera. El restaurante lleva el nombre del escritor y marino francés Julien Viaud, alias Pierre Loti,que acudía aquí en busca de las musas que alentaron su obra literaria. Sentarse y degustar sin prisa un té, con el Cuerno de Oro a tus pies y la Estambul europea enfrente, es uno de esos momentos mágicos que perduran en cualquier viaje.

entre las tumbas de estelas erguidas con orgullo a la sombra de los cipreses que miran al mar, “a la manera de soldados desplegados en guerrilla”, escribió De Amici

A la hora de bajar, lo hacemos por el sendero que recorre el cementerio musulmán, entre las tumbas de estelas erguidas con orgullo a la sombra de los cipreses que miran al mar, “a la manera de soldados desplegados en guerrilla”, escribió De Amicis, para quien “en ningún otro sitio de Estambul se explica mejor ni tan graciosamente el arte musulmán”. Es un recorrido que nos recuerda que estamos en Asia, a un paso de la vieja Europa, pero en Asia al fin y al cabo.

Una vez en el embarcadero, decidimos subirnos a un ferry para regresar al muelle de Eminomu, uno de esos barcos que recorren con parsimonia el Cuerno de Oro y el Bósforo deteniéndose alternativamente en una y otra orilla (una especie de transporte público marino). Es la mejor manera para pasar revista a las palacios de los sultanes, a las residencias veraniegas venidas a menos, a las evocadoras «yalis» (casas de madera otomanas), a mezquitas como la de Solimán el Magnífico, con sus cuatro minaretes observándolo todo.

En la parte más estrecha del Bósforo -apenas 700 metros entre las dos orillas, unidas por el puente de Mehmet- se encuentra el punto donde hace 2.500 años el emperador persa Darío cruzó el Bósforo sobre un puente sostenido sobre barcazas, para afrontar su campaña helena. Mucho más al sur, en el estrecho de Dardanelos, el Helesponto antiguo, otro jerarca persa, Jerjes, ordenó dar latigazos al mar, a quien arrojó incluso unos grilletes, furioso porque las aguas habían destruido el precario puente que había tendido entre Asia y Europa, una maravillosa anécdota que recoge Herodoto en su monumental «Historias».
El barco se entretiene demasiado y el avión de regreso a España despega apenas dentro de cuatro horas, así que después de una hora navegando de orilla a orilla, no tenemos más remedio que bajarnos en el embarcadero de Uskudar para intentar pillar un taxi que nos lleve con rapidez a la parte europea, donde se encuentra el hotel. La contrarreloj nos permite llegar al aeropuerto con el tiempo justo. La escapada, desde luego, lo merece.

[tab:el camino]
Las principales compañías aéreas ofrecen vuelos directos a Estambul. La oferta es amplia en cualquier época del año.

[tab:una cabezada]
Para quien se lo pueda permitir, el Pera Palace (recientemente rehabilitado) es un capricho (la noche sale por 200 euros). Es el hotel más antiguo de Turquía y toda una leyenda, pues aquí se han alojado, entre otros, Agatha Christie, Mata Hari, Hemingway, Greta Garbo y Trotski.
Pero al margen de que se regale este lujo, dese una vuelta por el hotel, aunque sólo sea para admirar su elegante ascensor o tomarse una cerveza en la terraza del Orient Bar, con magníficas panorámicas del Cuerno de Oro.

[tab:a mesa puesta]
Frente a opciones más turísticas como la Torre de Gálata, recomiendo perderse por algunos de los restaurantes bajo el puente Gálata. Los precios son asequibles y los atardeceres, impagables. Luego camine por el puente, respire la humedad del Bósforo y pegue la hebra con los pescadores que, incluso de madrugada, montan guardia con sus cañas apoyadas en la barandilla. En latas de aluminio hacen pequeñas fogatas en las que asan pescados y verduras que se pueden comer allí mismo acompañadas de una pilsen fría. Y de postre, unos tulumbas (churros caramelizados).

[tab:muy recomendable]
-A pesar de tratarse de un país musulmán, en Estambul hay una animada vida nocturna en la parte europea. En el barrio de Beyoglu, a espaldas del «Pera Palace», entre en cualquier «meyhane» (taberna) o bar y échese al coleto un raki, el licor tradicional. En las calles de Imam Adnan Sokak, Istiklal, Cicek Pasaj y adyacentes hay varios locales de moda. Las discotecas cierran a las seis de la mañana y los botellones (cuentan las malas lenguas que importados por los españoles) también se pueden ver en algunas plazas (eso sí, sin presencia de mujeres).
-Dos libros por encima de todos: “Estambul. Ciudad y recuerdos”, de Orhan Pamuk, y “Constantinopla”, de Edmondo De Amicis.

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Comentarios (6)

  • Ainhoa

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    Estambul es siempre maravilloso. Las dos propuestas me parecen muy acertadas. Desde luego, es una ciudad que subyuga al viajero.

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  • Lorena Lobato

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    Maravilloso artículo. ¡Qué buenos recuerdo me ha traído! Leerlo ha sido casi como volver a visitarlo.

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  • María

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    Hola. Quisiera que me indicaran cómo llegar al café. Mi hotel está en la zona de Sultanahmet. Muchas gracias.
    También agradecería algún consejo para poder ver derviches girovagos.

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  • ricardo coarasa

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    Hola María: el café está en lo alto de la colina de Eyüp. Tienes que tomar un transbordador, creo recordar que en el muelle de Eminomu, hacia Eyüp. Se puede subir hasta arriba en teleférico o andando, como hice yo. Hay una mezquita interesante por el camino en una plaza con mucho encanto. No tiene pérdida.
    En cuanto a los derviches, yo los vi en un espectáculo en la Torre Galata, lugar turístico donde los haya, pero seguro que hay otros sitios menos concurridos. Siento no poder ayudarte al respecto. Saludos y disfruta de Estambul (no olvides ir a Uskudar y perderte por sus calles y mercados)

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