Tras las huellas de los exploradores españoles olvidados

Por: Miquel Silvestre
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Nuestro pasado está lleno de quijotes que buscaban más allá del horizonte aún a riesgo de morir incomprendidos u olvidados. Pareciera que su tiempo ya pasó, que el transporte aéreo hubiera llenado el planeta de pasajeros. Pero todavía es posible la exploración. El motorista solitario aparece hoy como el heredero del caballero andante. Podría moverse de un modo más confortable, pero elige sufrir porque tragando polvo, viento y arena se torna nómada, explorador, parte del paisaje y de la historia que narra.

Miquel Silvestre comienza una exploración por los cinco continentes para conocer quienes fueron y qué vieron personajes tan asombrosos como el Capitán Francisco de Cuellar, náufrago de la Armada Invencible en Irlanda que logró escapar de los ingleses y llegar hasta Amberes para escribir un relato de sus desventuras dirigido a Felipe II; o Núñez Cabeza de Vaca, el mayor andariego, quien naufragara frente a México y tuviera que caminar durante años por Norteamérica para encontrar el modo de regresar con los suyos.

Seguirá con su BMW GS 1200 a militares, como Juan Bautista de Anza, el primer blanco que lograra atravesar el desierto para llegar desde Arizona a California, o el coronel Palanca que custodió Saigón en la olvidada Guerra de la Conchinchina; no faltarán en su camino  religiosos como Fray Junipero Serra, fundador de las misiones a lo largo de la costa del Pacífico en su orilla americana; San Francisco Javier, misionero en Japón, alma errante por el Pacífico y que hoy está enterrado en Goa; o el jesuita Pedro Paez, descubridor en Etiopia de las fuentes del Nilo Azul.

Miquel visitará las Filipinas con sus 350 años de presencia española y escuchará el legado del chabacano, idioma hablado también en Malasia y formado en un 50% por palabras españolas.

Acompañará a diplomáticos como a Ruy González de Clavijo, quien en el siglo XV llegara hasta Samarcanda en el actual Uzbekistán; También buscará a quien no escribió en papel sino en piedra, como el arquitecto Fernando de Aranda, que construyó más de setenta grandes edificios en Siria, entre ellos la bella Estación del Hiyaz en Damasco, o el Zenobia, primer hotel de Palmira.

Yo lo único que sé seguro es que el mundo está lleno de fronteras y que tengo la manía de querer cruzarlas para ver qué hay al otro lado.

¿Cuántos países llevas hasta la fecha recorridos en moto?
Alrededor de sesenta. No te puedo dar una cifra exacta porque eso depende más de cuestiones políticas que geográficas. ¿Kosovo es un país o una provincia de Serbia? ¿La República Turca del Norte de Chipre se admite como Estado o como región ocupada? ¿Y el Sahara Occidental? ¿Y los Territorios Palestinos? La definición de país en un mapa carece de sentido sobre el terreno, y más aun yendo en moto. Yo lo único que sé seguro es que el mundo está lleno de fronteras y que tengo la manía de querer cruzarlas para ver qué hay al otro lado.

¿Fue esa la razón para ir a Irak?

No exactamente. Es cierto que cuando intenté entrar en el Kurdistán Iraquí el agente del servicio secreto me preguntó por qué quería ir allí y que yo le respondí con una pregunta. ¿Usted ve la televisión? “Sí, claro”, contestó él. Pues yo no, repliqué, no me la creo. Me gusta ver por mí mismo. Pero también había otra razón.

¿Cuál?

Fui a buscar el rastro de un español excepcional, Adolfo Ridavedeneyra. Nacido en 1841, llegó a dominar hasta once lenguas. Con veinte años pidió ser contratado sin sueldo en el consulado español de Beirut. Así recorrió todo Oriente Medio. Ya como diplomático, remontará el Tigris recordando a Nearco, almirante de Alejandro Magno que del mismo modo llegó hasta Basora. Una vez en Babilonia, el actual Irak, llegaría a visitar Mosul y  Nínive.

¿Cómo se inicia esta pasión de perseguir exploradores españoles?

Comienza en Sidi Ifni. Con el descubrimiento de la carta del capitán Francisco de Cuellar. Tras el desastre de la Armada Invencible, alrededor de 25 barcos españoles naufragaron con diez mil hombres a bordo frente a las costas de Irlanda. Francisco de Cuellar, capitán del galeón San Pedro, logró escapar hasta Flandes después de siete meses de penalidades y escribir una carta de su aventura a Felipe II. Su relato es asombroso, cuenta cómo los ingleses mataron a casi todos los españoles, como los nativos les robaron lo poco que tenían, cuenta como era de dura la vida en aquellas tierras en el siglo XVI, da cuenta de cómo defendió su vida y de lo difícil que fue, pero lo hace con humor, con maestría literaria y con anécdotas divertidas como cuando se gana la vida un tiempo leyendo la buenaventura en las manos de las irlandesas. Un auténtico figura.

¿Qué tiene que ver Sidi Ifni con Irlanda?

El manuscrito de Cuellar permaneció escondido trescientos años en el archivo de la Real Academia de la Historia, hasta que en 1884 lo rescató el capitán Cesáreo Fernández Duro, que además de erudito fue explorador. El comandó el Blasco de Garay, enviado a determinar la posición exacta en la costa saharaui del Borx er Rumi, las ruinas de un castillo erigido por los Reyes Católicos. Fernández Duro aseguró que estaban en la desembocadura del Ifni. A resultas de lo cual, el territorio fue cedido a la soberanía española. Descubrir este raro bucle entre Cuellar, Fernández Duro y Sidi Ifni fue muy curioso para mí porque si un día me interesé por estas pequeñas historias ocultas fue cuando me tocó hacer el servicio militar en la Brigada Paracaidista, cuyo himno  comienza diciendo que “En Ifni se abrió el libro de nuestra Historia”. Y es que la guerra de Ifni fue la última librada por España. El descubrimiento con 22 años de que habíamos librado guerras que no me enseñaron en la escuela me llevó a pensar que existía fuera de los libros de texto una historia casi clandestina que valía la pena explorar.

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Comentarios (1)

  • eduardo

    |

    Hola Miguel, acabo de encontrar ésta página y me ha resultado interesantísima. Al igual que tú, soy un buscador empedernido de esa historia que no aparece en los libros de texto, y que, no obstante, dice tanto sobre nosotros, como nación y como individuos. Hace tiempo me ronda la idea de seguir en mi viejo suzuki los pasos del coronel Palanca, y de mi propio bisabuelo que sirvió en Manila y tras la rendición de Baler se quedó en una isla del norte junto con varios compañeros, y organizaron guerrillas contra los estadounidenses, historias que me han llegado muy difuminadas por pasar de padres a hijos de forma verbal. En fin, que te animo a seguir buceando en las olvidadas aguas de nuestra historia y a compartirlo, sabes que cuentas desde hoy con un seguidor más, ánimo y a darle kilómetros a esa bmw. Un abrazo.

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