Zimbabue

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Zimbabue, en diez imágenes

Zimbabue es polvo y piedra. Un país casi muerto, un fantasma que sobrevive por inercia, por salvaje. Su campo es cruel, bello, desordenado. Zimbabue es el África de ayer. Sus gentes son cultas y simpáticas pero en sus rostros se intuye el desencanto de todo lo que no les permiten ser. Zimbabue se mata en su pasado sin saber si volverá a nacer.

Adiós Zimbabue, adiós Mugabe

La sensación es que el país se deshace, todo es decadente. No hay la libertad soñada y luchada, que un dirigente de tu mismo color de piel no te hace más libre, ni da comida, ni seguridad. Podía ser otra cosa este bello país y la culpa es de los libertadores no de los antiguos tiranos. Zimbabue tiene suficientes recursos e infraestructuras heredadas -aún languidecen- como para soñar con algo más que un salva patrias de la causa negra. La causa negra es tener futuro y estantes llenos.

Las Tierras Altas y la última noche en Zimbabue

Entramos por un estrecho camino de tierra que se abre paso en medio de un bosque por el que casi no se desliza la luz. Entre lianas, ramas que hay que sortear por debajo, troncos caídos y siguiendo la marcha de un chico que nos conduce por un sendero que parece eterno. De vez en cuando escuchamos el ruido del agua cerca y de pronto desaparece. No se ve apenas horizonte.

Matusadona: el parque que no pertenece a los mapas

Matusadona es un lujo a los sentidos. Un parque singular, muy bello, que enseña África desde las aguas. Está tan retirado de todo que pareciera que se esconde del mundo, como si allí la vida se desarrollara de espaldas, entre sombras (...) Aquel lugar tiene algo de paraíso vetado, de final de la nada en la que nunca encontrarse, de trozo de tierra que no pertenece a los mapas.

Una cerveza en Cataratas Victoria: la promesa del fin

Y miraba, miraba de nuevo el lado del salto de Zambia, en el que el año pasado viví irrepetibles momentos. Y reía con Fernando y esperaba a Bernardo, que me llamó para unirse al grupo, y me volvía a colocar en el precipicio de las rocas donde el agua era un manto que te calaba, y nunca quería irme, y lo retrasaba, y casi me acojonaba saber que empezaba a poner un punto y ¿seguido? al mejor año y medio de mi vida.
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