Brixton: África bajo el cielo de Londres

Por: Mayte Toca (texto y fotos)
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Me encantan los mercados. Pero no esos centros comerciales nuevos que abundan en las afueras de las ciudades, con musiquilla de fondo tipo ascensor, que huelen a perfume abrumador, y donde lo más excitante que encuentras entre Zaras, Mangos y Duttis es un espacio con cochecitos para que correteen los niños, mientras los padres aguardan con cara de hastiados y las manos llenas de bolsas de plástico.

Me gustan mucho los mercados, pero los otros. Los que huelen a pescado rebozado en sal; donde cuelgan cabezas de ganado aún calientes; los caracoles y las ranas se venden vivos en grandes cubos de plástico; donde las aceras están destrozadas y un río de agua de sospechoso color corre hacia la alcantarilla; los oradores predican la biblia en las esquinas; los aromas de curry, cilantro y carne a la brasa se mezclan en el aire recorriendo invisibles las esquinas, y en los que los vendedores salen de sus puestos zarandeando los brazos para ofrecerte sus frutas, verduras y especias al mejor precio.

Me gustan los mercados que huelen a pescado rebozado en sal; donde cuelgan cabezas de ganado aún calientes

Es normal encontrar este tipo de mercados en países africanos, no tanto en Europa. Por eso me sorprendí mucho cuando descubrí el mercado de Brixton. Brixton está al sur de Londres. Allá por 1800 era un lugar de residencia para la clase media inglesa. La calle principal del mercado, Electric Avenue, tiene ese nombre por ser la primera calle en Londres que se iluminó con luz eléctrica, en 1880.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Brixton fue terriblemente bombardeado y la mayoría de sus bonitas casas fueron destruidas. En los años siguientes, el Gobierno construyó numerosos Council Housing areas, zonas de bloques de apartamentos baratos o gratuitos para la inmensa emigración. Ahora, Brixton está habitado en su mayoría por africanos y caribeños. De ahí que el mercado sea hoy en día un ir y venir multicolor repleto de exóticos sabores y gentes variopintas.

El aire es espeso con el constante crepitar de los puestos de pollo jamaicano

Comparado con otros mercados londineneses, mucho más homogeneos, el de Brixton es una fiesta sensorial. El aire es espeso con el constante crepitar de los puestos de pollo jamaicano. El sonido risueño del reggae se esparce junto a un colorido puesto marroquí vendiendo tajines de cordero y té a la menta. Un poco más adelante, varios hombres fuman «sisha» sentados en bajas sillas colocadas sobre la acera, mientras a su lado otro puesto vende churrascos y feijoada brasileña. Más alla, una pastelería francesa expone suculentos cruasanes de mantequilla. Pequeños puestos venden productos de caucho y plástico, viejos teléfonos moviles, cantidades enormes de pelucas de mujer, dulces de marihuana, kaftan, boubous, agbadas y otras pintorescas vestimentas africanas.

El ambiente es multicolor y excéntrico, pero hay algo que delata que esto no es África ni el Caribe: el color del cielo

Unos hablan swahili, otros árabe, algunos más español, francés, italiano y, sólo unos pocos, inglés. Todos los aromas y sonidos musicales se diluyen complacidos, orgullosos de su propia identidad. Los paseantes y los vendedores son africanos, indios, europeos… El ambiente es multicolor y excéntrico, pero hay algo que delata que esto no es África ni el Caribe: el color del cielo. Londres nunca tendrá el color azul que cubre los mercados africanos como una manta cálida y dulce. Pero, mientras tanto, es lo que hay.

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Comentarios (4)

  • Ana

    |

    Genial, Mayte. Ganas locas de volver a Londres y hacer una ruta por sus miles de mercados callejeros

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  • Amaya

    |

    Hola Mayte,

    Espero que puedas escribir con más frecuencia.

    En este reportaje se palpa el ambiente.

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  • Egiarte

    |

    Muy bonita descripción del mercado de Brixton!. Y aunque el cielo no sea azul que suerte poder tener en Londres un mercado así que te transporta a otros lugares. Sigue contándonos cosas de Londres….

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  • Laura

    |

    que bueno Maite!!!
    Me han entrado muchísimas ganas de conocerlo

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