Santa Clara y el espíritu del Che Guevara

Por: Diego Cobo (texto y fotos)
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Es una de esas figuras que difícilmente dejan indiferente a nadie. Amado por unos y despreciado por otros, Ernesto Che Guevara es el espíritu que aún hoy sirve de ejemplo en muchas partes oprimidas del mundo. Su mito quizá sea anterior a la fecha de su muerte, el 9 de octubre de 1967, pero fue a partir de entonces cuando el mundo entero elevó a los altares a uno de las almas más inconformistas de la historia.

Hoy, su cadáver reposa en Santa Clara, en el centro de Cuba, en un nicho que apenas destaca entre los cerca de cuarenta combatientes caídos junto a él en la última batalla librada en Bolivia antes de caer apresado y ser asesinado. Y precisamente esa posición central que ocupa en la sala que alberga a los guerrilleros, pero que no es más ostentosa, ni más adornada, ni siquiera más grande que la de los demás, simboliza la actitud de un personaje que renegó de las comodidades materiales desde su juventud, cuando en sus viajes latinoamericanos -con su máxima expresión en el viaje definitivo que lo llevaría a Guatemala y, posteriormente, a México y Cuba- hacía alarde de su pobreza en las cartas que cruzaba con, quizá, la persona más importante de su vida: Celia de la Serna, su madre.

Su cadáver reposa en Santa Clara, en un nicho que apenas destaca entre los cerca de 40 combatientes caídos junto a él en la última batalla

Los restos del Che Guevara, junto con los de media docena de combatientes, fueron hallados en una fosa común en 1997. Semanas después, fueron trasladados a la capital de Villaclara -bautizada como “la ciudad del Che” por suponer la batalla decisiva que llevó al triunfo de la Revolución-, donde fue recibido con grandes honores.

La columna bajo las órdenes del Che se había movido hacia el oeste, siendo el último mes de un 1958 decisivo para la nueva etapa histórica, cuyo colofón fue la toma de Santa Clara. El museo del tren que descarriló da fe de esa victoria sobre el Gobierno de Batista, quien había mandado un cargamento de armas para nutrir al ejército, pero que Guevara y sus hombres tomaron después de hacerlo descarrilar utilizando una excavadora para destrozar las vías, que también está expuesta. Los soldados, que componían un pelotón diez veces mayor que los guerrilleros, no tuvieron más remedio que rendirse a pesar de contar con armas mucho más potentes.

El Che Guevara es una figura omnipresente en la ciudad

El Che, al mando de la columna 8 Ciro Redondo, es una figura omnipresente en la ciudad, por lo que los adeptos revolucionarios no pueden escapar al encanto del “amigo del pobre, del oriente al altiplano”, como le definió el poeta nacional Nicolás Guillén.

Una visita puede comenzar por la ya mencionada tumba del Che y el museo del tren blindado, que se ubica debajo de una inmensa estatua construida en 1987 –a los 20 años de su muerte- con el brazo en cabestrillo y un mural con guerrilleros en relieve. A la derecha, en una pared, está el texto de la carta que escribió cuando se despidió de Cuba. En una sala contigua se encuentra uno de los lugares más vibrantes relacionados con Guevara: fotografías de infancia y adolescencia, escritos, útiles personales, armas y demás objetos que hicieron del argentino un héroe histórico.

Se recomienda subir a la Loma del Capiro, desde la que se divisa una buena panorámica de la ciudad

A no mucha distancia se halla, en la calle principal y enfrente de un edificio oficial, otra figura de pie con un niño en brazos, en clara alusión a la faceta tierna de un hombre de una coherencia extraordinaria. Su rigor, tanto de comandante en la guerrilla como de ministro y presidente del Banco Nacional de Cuba –predicaba con el ejemplo-, era a prueba de bombas.
Para finalizar la ruta, se recomienda subir a la loma desde la que se divisa una buena panorámica de la ciudad. La Loma del Capiro, en cuyo ondulada cima también se celebra al guerrillero, es un buen lugar para imaginar las estrategias que ponía en juego el batallón encabezado por el Che desde ese alto.

Santa Clara es una ciudad que simboliza la caída del régimen de Batista y en cuyas calles se celebró el triunfo de los barbudos un día de año nuevo de 1959, dejando libre el camino triunfal hasta La Habana. Aquí, a diferencia de La Higuera, el pueblo boliviano donde asesinaron al Che y cuyo reclamo funciona con mayor intensidad cada 9 de octubre, la leyenda ruge entre las calles y en la imaginación cuando el visitante merodea entre los vericuetos de la biografía de un símbolo universal.

 

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