Ricardo Coarasa publica «Viaje a las Fuentes del Nilo Azul»

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Axum está de fiesta. Y no es para menos. El hijo pródigo descansa de nuevo en casa. Las calles de esta ciudad del norte de Etiopía de apenas cincuenta mil habitantes que ancla sus orígenes en las simas de la historia se han engalanado con banderas etíopes y del Tigray para darle la bienvenida. Rojo, amarillo y verde. Pese a los achaques propios de sus 1.700 años, luce tan erguido y robusto como los orgullosos axumitas habían escuchado describirlo a sus padres y a sus abuelos. Porque en un país con una esperanza de vida de 46 años, los testigos de su partida ya hace tiempo que han muerto. Casi tres cuartos de siglo han tenido que esperar para cerrar esa herida. El obelisco robado por Mussolini en 1937 ha regresado a Axum y ese ansiado retorno puede leerse en las sonrisas de los etíopes que se acercan en tropel a fotografiarse con él y en el festivo ademán de las muchachas de inmaculadas togas rojas que pasean sus recién estrenadas licenciaturas.

La impresionante estela, de 24 metros de altura y 160 toneladas de peso, está envuelta en andamios, como convaleciente, esta mañana de septiembre de 2008. Ya cuenta las horas para su día más grande, cuando la nación entera volverá sus ojos hacia Axum para festejar la inauguración de todo un símbolo de la historia de Etiopía, testigo silencioso de uno de los grandes reinos que conoció el mundo antiguo. Dentro de tres días, el presidente Meles Zenawi (fallecido a los 57 años de forma inesperada en agosto de 2012, durante el proceso de edición de este libro) encabezará la ceremonia oficial con la que esta sufriente nación africana se reencontrará con el legado de su historia más esplendorosa.

Casi tres cuartos de siglo han tenido que esperar para cerrar la herida: el obelisco robado por Mussolini en 1937 ha regresado por fin a Axum

En el hotel Ramhai, el mejor de la ciudad, la actividad es frenética. Todos sus empleados trabajan sin descanso intentando adecentar las instalaciones para la visita presidencial. Huele a barniz por cualquier rincón y los pasillos son una sinfonía constante de taladradoras, martillazos y lijadoras que desquicia a los escasos huéspedes, sorprendidos nada más poner un pie en la habitación por la dureza de los colchones de las camas. Sencillamente, acaban de cambiarlos para impresionar a las autoridades y, con esa previsión africana que tiende a sacar de cualquier cosa el mayor rendimiento posible, han debido escoger el “modelo piedra”, más propio del ascetismo anacoreta del santo local Tekle Haimanot.

Pero la dirección del hotel –que lleva el nombre de un antiguo rey axumita del siglo V antes de Cristo, el primero en acuñar monedas de oro, plata y bronce y responsable de la erección de uno de los siete obeliscos– no se ha limitado a lavarle la cara al edificio. La recepción está patas arriba mientras varios operarios se emplean a toda prisa en cambiar las baldosas del suelo y en dar una rápida mano de pintura a sus paredes desconchadas.

En el hotel Ramhai, el mejor de la ciudad, la actividad es frenética. Todos sus empleados trabajan sin descanso intentando adecentar las instalaciones para la visita del presidente

La entrada principal, por donde deberá circular el cortejo presidencial, está en buena parte levantada porque hay que sustituir las losas deterioradas, que son unas cuantas. A la derecha, frente a la recepción, dos obreros tratan de convertir el techo de un porche rectangular, que da a la piscina, en una terraza. A estas alturas, y faltando apenas dos días para que Zenawi desembarque con toda su corte de altos cargos, parece una misión imposible. Deben construir una escalera de unos tres metros que permita acceder al futuro mirador, rodear éste con una barandilla de hierro y llenar de baldosas el suelo de hormigón. Sobre un precario andamio de madera, los operarios, linterna en la
cabeza, siguen trabajando incluso de noche.

Todo debe estar listo dentro de 48 horas para el ágape con el que la dirección del hotel quiere agasajar a sus ilustres invitados. ¿Y qué mejor vistas que las que ofrece esta improvisada terraza escoltada por la piscina y la fachada del edificio, engalanada con guirnaldas de colores más propias de un centro comercial en temporada navideña? Lo de menos es que tras la visita del presidente no se utilice para nada.

Sobre un precario andamio de madera, los operarios, linterna en la cabeza, siguen trabajando incluso de noche

En ese hábitat tendrán que echar el resto quienes esperan como el maná la llegada a Axum de Zenawi. Directivos de empresas de servicios, contratistas, inversionistas ávidos de negocios, intermediarios varios, políticos de segunda fila y toda suerte de negociantes de lo ajeno confían ciegamente en cerrar acuerdos provechosos con algún representante gubernamental o, al menos, en anudar contactos que propicien futuros tratos privilegiados. Algunos ya están alojados en el hotel y se les reconoce a la legua. Tom Mikael es uno de ellos. De bigote fino y rostro grueso, pelo ensortijado y patillas prominentes, luce pantalón de pinzas y camisa fucsia arremangada al estilo europeo.

Sentado en una de las mesas de la terraza del hotel, salpicada de pequeños palmerales, exhibe ademanes de nuevo rico haciendo alarde de su cámara digital compacta. Con gesto displicente y un inequívoco halo de “tú nunca podrás comprarte una de éstas”, le pide al camarero que le haga una foto, insistiéndole en que retire la bandeja de la mesa para no afear la instantánea. Mientras el joven encuadra, Tom Mikael vierte lentamente la cerveza Saint George en el vaso de tubo y sonríe al objetivo orgulloso de su estatus reluciente en un país de pobres. El camarero aprieta el botón y la cámara se le desliza hacia abajo levemente. La foto sale movida. Vuelta a empezar, esta vez sirviéndose una coca-cola con mayor parsimonia si cabe, como si estuviese tomando un dry martini en una cafetería de Saint Troppez. Ahora, para asegurarse, le hace tirar dos fotos.

Tom Mikael vierte lentamente la cerveza Saint George en el vaso de tubo y sonríe al objetivo orgulloso de su estatus reluciente en un país de pobres

 

Finalmente da su visto bueno, aunque no renuncia a seguir llamando la atención. Para presumir de flash ante las camareras, se dedica a fotografiar la botella de coca-cola como si de un bodegón de Zurbarán se tratase. Cuando cree que ya ha desplegado todo su poderío tecnológico, se levanta e intenta pegar la hebra con tres jóvenes etíopes que departen en una mesa cercana. Pronto se da cuenta de que no tiene nada que hacer con ellas y vuelve a su sitio a seguir jugueteando con la cámara totémica. Tom Mikael quizá busque esta noche a una de las muchas prostitutas que frecuentan hoteles como éste, a la caza del occidental rijoso, para mostrarle las habilidades de su cámara digital.

 

«Viaje a las fuentes del Nilo Azul. Una ruta por el norte de Etiopía»,                                           Ricardo Coarasa. Editorial Mundo Negro. Madrid, abril 2013.                                                   Más información: http://www.edimune.com/viaje-a-las-fuentes-del-nilo-azul

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Comentarios (5)

  • Mayte

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    Que ganas de leer el libro Ricardo! Dónde se puede comprar?

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  • ricardo coarasa

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    Lo más rápido es a través del enlace que figura al final de este post http://www.edimune.com/viaje-a-las-fuentes-del-nilo-azul, de la editorial Mundo Negro (cuesta 15 euros, el precio lo hemos ajustado al máximo pensando sobre todo en la difusión) aunque también estará en librerías de viajes. Un saludo Mayte y espero que te guste (con tu curiosidad innata seguro que sí)

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  • Javier Brandoli

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    Yo he leído el libro y es magnífico. De los mejores libros de viajes e historia que he leído. Enhorabuena y gracias por el regalo de mandármelo y hacérmelo leer en una minúscula pantalla de ordenador en escorzo. Lo he disfrutado y creo que probablmente este año estaré recorriendo Etiopía con tu libro en mi bolsa.

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  • Juan Ramon

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    Corriendo a las librerias a buscarlo! Fantastico relato de un fantastico autor!

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  • Elena

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    Tengo mucho interes en leer el libro de Ricardo Coarasa Artigas sobre la ruta por el norte de Etiopia. Es un lujo que el prologo lo haga Javier Reverte.
    Desde tu ultimo libro, «Hernán Cortés los pasos borrados» , ha pasado demasiado tiempo.Fue un libro muy ameno e interesante , digno de releer.

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