etiopía

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Etiopía, en diez imágenes

El norte enseña su historia con la frente alta, sabedor de que sus reyes fueron grandes y de que su historia es hermosa. El sur es primtivo, sus tribus son ancestrales, detenidas en el tiempo. Las gentes de Etiopía, las tres veces que allí estuve, me parecieron pícaras, canallas, generosas, cultas y con demasiado peso en sus miradas. Había una cierta tristeza, un campo callado y unas ciudades vivas y libres.

El niño que me salvó de la lluvia

El viaje por Etiopía en moto estaba siendo todo lo contrario de lo que yo me había imaginado. En vez de encontrar el desierto, los campos de refugiados, los niños con las tripitas hinchadas por el hambre y mucha pobreza, me encontré en un país de altas montañas y verde.

En la oscuridad de un monasterio de Lalibela

Envueltos en sus mantos blancos, hombres y mujeres subían por la ladera que llevaba hasta San Gabriel en silencio. Las blancas figuras marcaban los meandros del camino que ascendía hasta el horizonte. Los más tímidos, al encontrase conmigo, entornaban la cara, tapada por la toga.

Una calle cualquiera de África

Fueron dos minutos, nada especial, una secuencia rutinaria y en ese rincón del mundo pasó la realidad desmaquillada ante nuestro ojos. Tiene algo de hipnótico el vaivén de gentes, el trajín con que África se desnorta, sin rumbo fijo, sin más horizontes que el de un presidente menos corrupto que el anterior, una estación de lluvias más clemente

Etiopía (II):la tumba olvidada de Pedro Páez

(...) Una vez alcanzada una meseta, me admiran las asombrosas vistas. El lago estará a unos 10 kilómetros sobre los que se extiende una sucesión de suaves y fértiles colinas exuberantes en sembrados, bosques y granjas. Campesinos y vacas recorren este idílico horizonte. Este escenario es lo más parecido que he visto nunca al Jardín del Edén (...) Por Miquel Silvestre.

Etiopía (I): en busca del español que descubrió las Fuentes del Nilo Azul

Los niños corren detrás del motorista maullando “yuiyuiyui”; yui significa extranjero. Todos tienden la mano pidiendo dinero. El limosneo llega a ser asfixiante. Sin duda es peor que en cualquier otro país africano en el que haya estado. Y en cuanto a la leyenda de que tiran piedras, es cierta. Algunos de estos niños pedigüeños son también hábiles honderos y hay que andarse con ojo.
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