Tras el rastro del último milodón

Por: Gerardo Bartolomé (texto y fotos)
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El naturalista y su ayudante siguieron excavando, buscando lo que creían poder hallar. La cueva era grande y habían pasado varios días cavando en varios lugares. Cuando estaban a punto de darse por vencidos la pala desenterró un cuero con su pelaje intacto. “¡Es la piel de un milodón!”, exclamó entusiasmado el naturalista al examinarla. Ambos guardaron ese y otros hallazgos en sus alforjas y salieron raudos hacia las montañas que los separaban de la Argentina. No era para menos, el milodón se creía extinto desde hace diez mil años, pero la piel y los excrementos que encontraron se veían recientes. ¿Habría algunos vivos en algún recoveco de la región?
Así me imaginaba yo la escena cuando, más de cien años atrás, Francisco Moreno hizo el descubrimiento en el lugar donde yo me encontraba, Cueva del Milodón, en el sur de Chile.

El polémico hallazgo hizo que muchos sostuvieran que en esa parte del continente todavía vivía algún milodón. Se organizó un expedición inglesa para buscarlo, pero nada.

Junto con mi mujer, bióloga, habíamos decidido visitar esa zona fronteriza cercana a la ciudad de Puerto Natales. Hay muchas cosas interesantes para ver allí, además de milodones… El principal atractivo de la región es el monumental macizo de Torres de Paine. Gente de todo el mundo acude para hacer caminatas por esas torres de piedra que surgen casi desde la nada en una planicie fuera del eje de la cordillera. Hace unos veinte mil años, con la última expansión de los hielos, éstos abarcaron toda la zona y su peso y fuerza cortaron la piedra produciendo angostos valles con paredes casi verticales y, en la planicie circundante, dejaron su impronta hundiendo el terreno. En los siguientes diez mil años los hielos fueron retrocediendo. El agua de deshielo produjo lagos y largos valles fueron inundados por el mar formando fiordos interminables. El retroceso también trajo vida, primero plantas, luego insectos y pájaros y finalmente mamíferos. Entre ellos, uno muy grande que ocasionalmente caminaba en dos patas, de aspecto de oso pero emparentado con el perezoso, ése era el milodón. Allí vivieron y se multiplicaron hasta que el continuo retroceso de los hielos también atrajo a su verdugo.

Allí vivieron y se multiplicaron hasta que el continuo retroceso de los hielos también atrajo a su verdugo

Para visitar Torres de Paine es necesario hospedarse en el mismo Parque Nacional ya que las distancias son grandes. Nosotros elegimos la estancia El Lazo, donde nos recibieron con el imperdible pisco sour chileno que bebimos frente a la ventana mirando las famosas torres. Al día siguiente nuestra camioneta nos llevó hasta el Lago Grey desde el que se ve el glaciar del mismo nombre y encuya playa se encuentran témpanos desprendidos traídos por el fuerte viento. El tiempo nos alcanzó para hacer una corta caminata frente a una parte del macizo llamada los Cuernos del Paine. Volvimos a El Lazo a tiempo para comer un corderito fueguino. Al día siguiente nos proponíamos hacer la larga caminata hasta la mismísima base de las torres.

El territorio del milodón estaba protegido por barreras naturales. Al norte las Torres de Paine y los infranqueables hielos continentales, al oeste y sur el océano Pacífico en forma de intrincados fiordos y al este, la Cordillera de los Andes. Los primeros hombres llegaron unos diez mil años atrás. Probablemente cruzaron las montañas por el mismo lugar que Francisco Moreno, un bajo paso llamado Cancha Carrera. Frente a ellos se abrían fértiles llanuras, abrigadas de los vientos helados y con excelentes posibilidades de caza. Un edén para estos hombres del Neolítico.

El sendero recorre un valle angostísimo, arbolado y con un arroyo central que trae agua helada de los hielos de la cima de las torres

La caminata hasta las bases de las torres fue extenuante, unas nueve horas entre ida y vuelta, pero disfrutamos cada minuto. El sendero recorre un valle angostísimo, arbolado y con un arroyo central que trae agua helada de los hielos de la cima de las torres. Mientras avanzábamos, yo no podía dejar de imaginarme que ese lugar debía de haber sido una de las últimas moradas de los milodones. Quizás allí intentaron resguardarse del enemigo que los exterminaba, el Hombre. Al final de la caminata llegamos a una laguna glaciaria con una vista inolvidable de las torres. Volvimos a la estancia, al día siguiente iríamos hacia el sur, a visitar la famosa cueva.
A los científicos les llamó la atención la enorme cantidad de grandes animales que, mundialmente, se extinguieron en el Pleistoceno (entre treinta y diez mil años atras). Llamaron a este fenómeno la “extinción de la megafauna”. Pero más llamativo resultó que, cuando se cruzó esta información con datos arqueológicos, se encontró que en cada continente las extinciones coincidieron con la llegada del Homo Sapiens. Para muchos el Hombre causó la extinción de los grandes y mansos mamíferos. Algunos científicos fueron incluso más lejos; explicaron que la migración del Hombre por todo el mundo se debió a la permanente búsqueda de caza fácil. Quizás esto fue lo que atrajo a los primeros aborígenes a la tierra de los milodones. Animales lentos y con mucha carne eran la caza ideal de estos cazadores. Quizás persiguieron milodones hasta su extinción.

Llegamos a la cueva por la tarde, había poca gente, eso permitió que el guarda fauna nos pudiera dedicar más tiempo. Me explicó que se habían hecho exhaustivas excavaciones dentro de la cueva, que arrojaron que hasta hace aproximadamente nueve mil años la cueva era habitada por milodones, probablemente hibernaban allí. En cambio las capas superiores, mas recientes, sólo mostraban habitación humana. Es decir que los humanos desplazaron a los milodones de la cueva. La saqué el tema del hallazgo del cuero y excrementos que había hecho Moreno en ese lugar. El guardafauna no creía que los milodones hubieran sobrevivido más allá de los siete mil años antes de cristo ya que no había ninguna otra evidencia de supervivencia ni allí ni en el resto de la región. Sobre el aspecto reciente que presentaban los hallazgos nos explicó que se debía al frío y a la humedad del lugar.

Mientras, desde la oscuridad de adentro, tomaba una foto del exterior recortado por el perfil de la boca de la cueva, me imaginaba que allí vivíieron los primeros habitantes de la región y que su dieta no debía ser sólo de milodones sino también de caballos americanos, gliptodones, toxodones y otras especies sudamericanas, todas ellas desaparecidas hace, justamente, unos nueve mil años. “Un pícaro ese Moreno”, dijo el guarda fauna chileno, sacándome de mis pensamientos, “Se llevó lo que encontró aquí a quien sabe que lugar de la Argentina.” Yo sabía donde.
A mi vuelta a Buenos Aires fui al museo que el mismísimo Moreno había fundado. Unos amigos científicos que trabajan allí me mostraron el famoso cuero. Realmente parecía actual, tenía todos los pelos en perfecto estado. Lo más interesante fue el dato que me dieron. Recientemente, para terminar con la polémica, se le había hecho una prueba de Carbono 14 para datar su antigüedad. “¿Cuánto dio?¨ pregunté con mucho interés. La respuesta fue que el cuero y los excrementos tenían entre diez y once mil años. “¡Entonces es imposible que quede alguno vivo, ¿no?”. “Es muy difícil pero no imposible” me respondió enigmáticamente mi amigo. Fue entonces que ideé la trama de uno de los cuentos de mi próximo libro: “El último milodón”.

Coordenadas de la Cueva del Milodón: S 51gr 33min 47seg; O 72gr 37min 17seg

Contacto@GerardoBartolome.com
Gerardo Bartolomé es viajero y escritor. Para conocer más de él y su trabajo ingrese a www.GerardoBartolome.com

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Comentarios (3)

  • sergio

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    Gerardo: Como siempre, tambien muy bueno el presente artículo.

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  • santiago

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    Y Moreno no tuvo mejor ocurrencia que enviarle a Estados Unidos a Roosevelt unas muestras de estiercol de este Milodon. Que sacado de este escenario científico parecería una falta de respeto, sin embargo fue muy valorado este presente.

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  • Gerardo Bartolome

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    Santiago:
    En esa época y hoy también se acostumbra buscan colaboraciones con organismos del exterior para analizar e investigar. En esa época no se sabia si los excrementos eran actuales o muy antiguos.
    También Chile envió partes de cuero que ellos hallaron a Inglaterra.

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