Y miraba, miraba de nuevo el lado del salto de Zambia, en el que el año pasado viví irrepetibles momentos. Y reía con Fernando y esperaba a Bernardo, que me llamó para unirse al grupo, y me volvía a colocar en el precipicio de las rocas donde el agua era un manto que te calaba, y nunca quería irme, y lo retrasaba, y casi me acojonaba saber que empezaba a poner un punto y ¿seguido? al mejor año y medio de mi vida.