Daniel, un tipo español que vive y trabaja en Ciudad del Cabo desde hace cuatro años, me explicaba que hay dos tipos de españoles que viven en Sudáfrica: “Los que tienen más de 60 años y vinieron a comienzos de los 70 desde Brasil, en una especie de efecto llamada que se produjo de boca en boca. Eran inmigrantes que cruzaron el charco porque aquí había trabajo y curraron de torneros, mecánicos… y están ahora junilados. Y los que tenemos entre 25 y 36 años, casados o parejas de algún sudafricano/a o tienen buenos puestos de trabajo”. Hay una tercera categoría, que son los estudiantes de inglés y perdidos de si mismos, que llegan aquí buscando emociones nuevas en vez de asentarse en el cómodo y british Londres.
De España se conoce aquí poco: F. C. Barcelona, selección y Real Madrid (el primero está muy de moda). ¿Después? Algunos pequeños conceptos. Por ejemplo, lo explicaba en una colaboración que he comenzado con la revista de fútbol Mediapunta, en el centro de la calle de copas más famosa de Ciudad del Cabo, Long Street, hay un bar de tapas, Fork, que explica durante una larga hoja que la tradición de este plato (tapas) viene desde los tiempos de King Alonso X, El Sabio. Luego, entras, pides cuatro tapas que están tremendas, alta cocina, y le miras al dueño, que está excitado ante la idea de tener a un spanish que entiende su cocina, con cara de necesito unas 638 más como estas sólo para el primer plato. “La gente aquí no entiende que las tapas son pequeñas”, me dice buscando mi complicidad y sin percatarse de que al mismo tiempo yo he comenzado a comerme la mesa. También he visto en algún restaurante que se oferta paella, sangría y gazpacho (nada sobre cocido montañés ni merluza a la vasca).
Luego, se puede tropezar con vinos españoles de todo tipo: desde un Vega Sicilia de 200 euros al cambio (lo acabo de descubrir y lo acabo de olvidar), a un Don Simón de 2,8 euros (lo había olvidado antes de venir). Con las pelis pasa lo mismo: en mi video club puedes alquilar desde “Todo sobre mi madre” a “Las edades de Lulú” que, lo explico en Mediapunta, es lo más erótico de todo el local seguido de Paseando a “Miss Daisy”. Son muy castos.
Siempre puedes hacer como unos tipos con los que viaje en el mismo avión a India y llevarte seis toneladas de chorizo y un jamón ibérico artesanalmente camuflado
Por tanto, este no es un lugar recomendable para los nostálgicos de su tierra. Siempre puedes hacer como unos tipos con los que viaje en el mismo avión a India y llevarte seis toneladas de chorizo y un jamón ibérico artesanalmente camuflado (iban a estar quince días).
Sobre los españoles, he conocido aquí a unos cuantos. Ayer tuve la primera spanish party. Quedé con Daniel, Álvaro y Ana y acabamos en un lugar llamado Buenavista, donde sólo suena salsa para desenfreno de culos y caderas recién salidos de la escuela de baile. Es probable que la colonia se reúna de nuevo para alguno de los partidos del Mundial. Están intentando montar una especie de asociación a golpes de barbacoas y paellas. Francia tiene un local específico, pagado por el Gobierno, donde hay eventos culturales y en el que se han comprado entradas para ofrecer a sus ciudadanos. Nosotros, un montón de chuletas que poner sobre el carbón y algunos cantos regionales.
Por último, se me olvidaba, el flamenco. El pasado sábado, un encantador taxista me dijo: “Adoro el flamenco. Ustedes cantan con el corazón”. Ole!!! Le dije que era cierto, me mostré entusiasmado, apoyando cada palabra de su afirmación con gestos del tipo “tú sí que sabes”. Luego, cuando me bajé del coche, con nuevos gestos de complicidad entre ambos que sólo se entienden por la cercanía que produce el arte, pensé: lo más flamenco que yo tengo es un “Velero llamado libertad” de José Luis Perales.
P.D. Para jornaleros de las emociones
A propósito, para los que pretendan venir aquí a ganar un jornal y olvidarse del puchero con garbanzos. Daniel me explicaba las condiciones para obtener el permiso de residencia: tienes que tener una oferta firme de contrato; demostrar que tu puesto no puede cubrirlo ningún sudafricano; la empresa haber puesto algún anuncio ofertando el empleo y, a poder ser, venir recién llegado de las playas de Tarifa con la tez de haber pasado 60 días bajo el sol del verano. “Llevo cuatro años para tenerlo, con todos los papeles, y no me lo dan”. ¿Por qué? “El otro día me dieron la clave: no eres negro”.