El Macondo africano: las comedoras de arena
Fragmento del libro “Cien años de soledad” (realismo mágico)
“Nada le llamaba la atención, salvo la música de los relojes, que cada media hora buscaba con ojos asustados, como si esperara encontrarla en algún lugar del aire. No lograron que comiera en varios días. Nadie entendía cómo no se había muerto de hambre hasta que los indígenas, que se daban cuenta de todo porque recorrían la casa sin cesar con sus pies sigilosos, descubrieron que a Rebeca sólo le gustaba comer la tierra húmeda del patio y las tortas de cal que arrancaba de las paredes con las uñas. Era evidente que sus padres, o quienquiera que la hubiera criado, le habían reprendido por ese hábito, pues lo practicaba a escondidas y con conciencia de culpa, procurando trasponer las raciones para comerlas cuando nadie la viera”.
Mozambique, Vilanculos, septiembre de 2012
El portón de madera y hoja de palmera se abre sigiloso. Un grupo de tres mujeres escurre sus cuerpos por una pequeña grieta y avanza con las prisas de este lugar, que serían ayer en el lugar del que yo vengo. Despacio y con las cabezas inclinadas hacia el suelo suben la cuesta que lleva al mato, donde la arena tiene el color de la sangre. Llevan en sus manos un pequeño cubo. Se agachan, recogen con las manos arcilla que introducen en su cubeta y desaparecen por el mismo portón. Hay un cierto secretismo en sus pasos y sus ojos, por momentos son cuerpos que pudieran flotar.
Se agachan, recogen con las manos arcilla que introducen en su cubeta y desaparecen por el mismo portón
¿Qué hacen?, pregunto extrañado. “Cogen tierra roja que llevan a una mujer embarazada que hay en el otro lodge. Le gusta comer tierra”, me cuentan Beni y Claudio, dos camareros del hotel Villas do Indico. ¿Comen arena? “Aquí lo hacen muchas mujeres y algunos hombres. Yo tuve que prohibírselo a mi mujer. Una tarde volvía a casa y vi que llevaba en la capulana (tela con la que las mujeres de Mozambique visten a modo de falda alta) arena. Le pregunté y me dijo que era para comer. Le explique que eso era muy malo y ella ha dejado de hacerlo. Claro, que yo sé que no lo hace cuando estoy en casa pero no sé si ha vuelto a comerla cuando estoy trabajando”, me explica Beni.
A la mañana siguiente, hablo con Ana, una trabajadora de nuestro lodge. ¿Comías tierra durante tu embarazo?, le pregunto. Comienza a reír con cierta vergüenza, no quiere contestar. “Venga, dime si lo hacías”, le insisto. “Sí, sí comía”, me dice entre carcajadas. ¿Por qué? “Porque me gustaba. Está muy buena”, me explica. Me lleva al lugar del que sacan la arena, una zona de piedra arcillosa que se deshace en las manos. Rasca en la roca, cae arena en sus manos que mete en le boca. “No lo hagas, no es bueno”, le explico. “Lo mismo nos dicen en el hospital los médicos, pero me gusta mucho”, responde. Come más y luego me cuenta: “En el mercado se venden sobres de arena por 25 meticais (70 céntimos de euro). Llevan también jabón y caldo”. “¿Y no te gusta más la sopa de pollo o pez?”, pregunto con ironía. “Eso es muy caro, no tengo dinero”, concluye entre risas y literalmente con algo de arena en la comisura de los labios.
Rasca en la roca, cae arena en sus manos que mete en le boca
El sistema de cocina es sencillo. La arena debe ser roja y algo compacta. La cortan en ocasiones con un cuchillo e introducen en la boca los trozos tiernos. En la boca separan con la lengua y la saliva todas las pequeñas piedras duras, que dejan a un lado y posteriormente escupen. El resto lo tragan como un manjar. ·”Hay también muchas tiendas en Maputo (la avanzada capital) que venden la tierra roja en bolsas para consumo”, me explican. Se usa además como chupete para los recién nacidos y se considera una forma de atraer a los buenos espíritus que protegerán a la criatura.
Todo este comportamiento, que se produce también en diversas partes del planeta, es un trastorno mental y alimentario llamado genéricamente “pica”, que consiste en ingerir sustancias no nutritivas de diversa índole. En el caso de las comedoras de tierra se conoce como geofagia y es una práctica muy extendida entre mujeres embarazadas y niños. Algunas mozambiqueñas comen la tierra durante la gestación porque les ayuda con las nauseas y diarreas del embarazo y además creen que tiene nutrientes que da la tierra beneficiosos para el bebé. Sin embargo, “la pica puede causar efectos en el bebe ya que el hecho de ingerir sustancias no comestibles durante el embarazo puede evitar que el organismo absorba los minerales y nutrientes necesarios que este necesita para su correcto desarrollo. Tras la carencia de estos minerales y nutrientes, el bebe no obtiene una alimentación adecuada y provocaría complicaciones en el parto, como por ejemplo, que el niño nazca con un peso inferior al normal, o incluso que el niño naciese muerto”.
En el caso de las comedoras de tierra se conoce como geofagia y es una práctica muy extendida entre mujeres embarazadas y niños
De alguna manera, la tierra se convierte en un impulso parecido al de comer chocolate que muchas mujeres tienen en occidente. Vuelvo a mirar la cima de nuestro lodge. Contempló la tierra rojiza que se acumula como la nata de un bizcocho sobre la ladera. Miro el portón. Ya se han ido las comedoras de arena. Entonces, vuelvo a releer “Cien años de soledad” y recuerdo aquella frase de García Márquez que dice: “Lo que en Europa llaman realismo mágico aquí lo llamamos costumbre”. En África también.
Comentarios (9)
Ana
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Qué historión!
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mayte
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Super bueno el articulo Javier. Sera que la tierra tiene minerales! yo tengo una amiga que deboraba pollo crudo! ( perdon por no poner acentos, estoy en un teclado ingles) ! abrazos
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Daniel Landa
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Genial!!! Enhorabuena! Ese es el mundo que nos perdemos, la otra realidad, sin magia ni artificios que nos trae Brandoli desde África. He viajado otra vez Mozambique, me he perdido en Macondo, en fin, he viajado al pasado, ¡gracias por este gran relato!
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Javier Brandoli
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Lo cierto es que era un historión, como decís los tres y como tantos que se suceden en este lugar. Cada día veo y escucho algo nuevo. Un realismo mágico convertido en costumbre. Besos y abrazos
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Ana Paula Simões
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Muy Bueno Brandoli!
Un realismo mágico convertido en costumbre!
Genial!
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Javier Brandoli
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Pues la historia de los «moñes» y las colas de hipopótamo ya es realismo mágico convertido en irrealismo sobrenatural
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Adalberto Macondo
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Vaya excelente crónica. Macondo le debe muchas de sus raices a África.
Felicitaciones!
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Juancho
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Fantástica historia, Brandoli
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Javier Brandoli
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África y Macondo son algo muy parecido. Gracias Adalberto y Juancho
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