Un desierto precede a un adoquinado de veinte kilómetros y a un túnel de montaña de otros casi tres kilómetros, sombrío, de los tiempos en que se excavaban las rocas para sacar plata y oro que se entregaban un océano después. Luego, en ese lugar solitario y perdido en las montañas al que llegan algunos viajeros de todo el mundo a probar el famoso peyote para emprender un viaje largo y ajeno a la razón, se toman unos caballos o mulas y se anda al monte.
Entonces se cruza un paisaje de viejas minas derruidas junto a un arroyo flaco al que enmudece el ladrido de los perros abandonados. El sendero desemboca en un horizonte ancho de montañas altas, peladas, donde los nopales crecen en su base a su antojo. En medio de esa escena se distingue un solo árbol, un álamo sagrado que dicen recarga de energía a los hombres que allí se acercan. Ya próximo a la cima, a más de 3000 metros de altura, las plantas misteriosamente apuntan todas a la cresta de la montaña como si imitarán la procesión de los huicholes o wixárikas, un pueblo indígena con una centenaria marcha sagrada que allí concluye.
Se distingue un solo árbol, un álamo sagrado que dicen recarga de energía a los hombres que allí se acercan
Un tramo de no más de 400 metros en pendiente, tras una caseta de cobro, descubre por fin todo. En resumen, dos visiones: una montaña con una capilla y un anillo de ceremonias desde que se contempla el infinito desierto; o una mina llena de tantos minerales como para hacer ricos a muchos hombres. Ahí comienza y termina la historia de un conflicto entre el ayer y el mañana. Ya a lo lejos queda el pueblo de Real de Catorce.
El Cerro de la Quemada o Wirikuta es el Vaticano o la Meca de los huicholes y es, también, una montaña repleta de valiosas piedras que la empresa canadiense First Majestic quiere explotar. «Tocar la montaña es igual que si nos arrancarán las venas del corazón», resume Armando, un huichol que junto a tres compañeros ha recorrido 400 kilómetros a pie desde Jalisco para llegar a su altar sagrado. «Venimos cada año si podemos y tenemos dinero. Tardamos en llegar unos ocho o diez días y en regresar otros cinco o seis. Aquí se creo el sol y aquí hacemos nuestras ofrendas», explica desde la cumbre el único de los cuatro huicholes que habla con soltura el español.
En la cumbre hay un centro ceremonial, compuesto por círculos de piedras a los que sólo se entra tras haber realizado ciertos ritos y ofrendas con permiso del vigilante, un huichol de nombre Manuel, y una pequeña capilla donde hay cabezas de venado, instrumentos de música, velas, arcos y… peyote. «Bebemos algo de tesgüino (un aguardiente local) y tomamos nuestro peyote. Para nosotros eso es como la hostia sagrada para ustedes. Nos hace acercarnos a nuestros dioses, encontrarnos. Nos preparamos antes para ello. No comemos carne, ni tomamos sal ni tenemos relaciones sexuales previas», dice el wixárika, al que la palabra huichol no le convence porque le recuerda que ese fue el nombre con el que les llamaron los españoles.
Los cuatro indígenas, con sus pies cargados de polvo tras recorrer un desierto, han aceptado hablar, algo raro, con extraños. Suelen ser reservados y distantes con el turismo que hasta allí se acerca y convierte un templo natural en plató de selfies.
Ellos esperarán a la noche o a que la incipiente tormenta disuelva a los pocos turistas para entrar en su área ceremonial sagrada, limpiar sus almas, rezar sus rezos, tomar su peyote y acercarse algo más a su Dios desde aquel altar que es la montaña del Quemado. «Aquí nació el Sol», repiten, y «allí abajó esta el desierto en que el encontramos el peyote», señalan. Un mundo se asoma entonces en sus dedos que enmarca cinco lugares sagrados dispersos en una ruta de más de 500 kilómetros que abarca los cuatro puntos cardinales y el centro de su cosmos. De los cinco, Wirikuta, el este, es el más relevante.
«Aquí nació el Sol», repiten, y «allí abajó esta el desierto en que el encontramos el peyote»
Pero el conflicto es complejo y lleno de aristas. Hace algunos años la minera canadiense First Majestic (Real Bonanza en su proyecto en la zona) descubrió que la que en época de los españoles era una zona minera ya abandonada tiene aún hoy múltiples recursos en sus entrañas. El área alrededor de la turística Real de Catorce es un zona pobre, de ejidos y ranchos de campesinos, donde la empresa promete desembarcar con una tormenta de inversiones y puestos de trabajo. El mensaje caló en una parte de la población y la sociedad perdida de las montañas fácilmente se quebró en dos.
«Pensamos crear 760 empleos directos y 1800 empleos indirectos en el estado de San Luis Potosí», explica la minera Real Bonanza. Una salvación para muchas comunidades de alrededor del Cerro de la Quemada que no tienen la oportunidad de vivir del turismo como Catorce. La mecha ha prendido con facilidad.
«Nos dividieron a huicholes y mestizos. Había ciudadanos en Real a favor y en contra y hubo malas palabras para los que no éramos de acá», explica Marciano de la Cruz, un huichol de 35 años que pertenece a una de las cinco familias de huicholes que viven en el pueblo. Su nombre sirve de pista para entender el fuerte rezago que viven en México la comunidades indígenas: «Antes no teníamos nombre ni acta de nacimiento. No hablábamos español. Un lunes fui a la escuela y el director me dio a elegir entre Mariano, Marciano, Marcial o Marcos. Elegí Marciano».
En realidad él, sus cuatro hijos y su mujer son inmigrantes que se han quedado en Real de Catorce para vivir del turismo sin alejarse de sus creencias. «Los huicholes vivimos en San Luis Potosí por el Quemado, el desierto del peyote y las peregrinaciones. Somos inmigrantes», reconoce.
Quedan cerca de 50.000 wixárikas en todo México
Su pueblo habita en los estados de Durango, Nayarit y las montañas de Jalisco y Zacatecas. Quedan cerca de 50.000 wixárikas en todo México. Todos deben venir periódicamente a cumplir su larga peregrinación en la montaña sagrada.
Así que cuando llegó la minera y su oferta, parte de la población local que sólo ve atravesar en goteo a los huicholes por sus tierras (cada vez con más dificultad por la proliferación de las cercas) se puso del lado del empleo, y otra parte de la población, especialmente los extranjeros y ONG, se pusieron del lado de los «inmigrantes» huicholes hasta conseguir una paralización parcial del proyecto.
«La minera dividió cruelmente a la población entre foráneos, huicholes y gente local. Había gente que defendimos a los huicholes y gente que nos decía ustedes son una bola de peyoteros y hippies y por eso defienden a los huicholes. Nosotros lo que queremos es trabajo», recuerda Petra Puente, alcaldesa de Real de Catorce de 2007 a 2009 y dueña del hotel y restaurante Mesón de la Abundancia.
La empresaria, que se declara enamorada del pueblo y su entorno y que tuvo un escándalo por haberse registrado a su nombre la marca Real de Catorce mientras era presidenta municipal, algo que ella asegura que hizo por preservar la marca y que donará a una fundación que está creando, volvió a presentarse a la alcaldía en las elecciones de 2012. «Tuve una presencia invasiva de la mina contra mi campaña. Hubo una fuerte compra de votos que nos hizo perder las elecciones. Me sentaron con políticos de alto nivel del Gobierno Federal y Estatal para que cambiara mi opinión. Algunas reuniones las propiciaron personas de mi propio partido», señala Petra Puente. Se habla de cifras sobre la mesa de hasta dos millones de dólares.
¿Ha realizado u ofrecido First Majestic pagos para cambiar elecciones locales o cambiar la opinión de los habitantes sobre el proyecto de la mina de Real de Catorce? «No, nunca, son acusaciones falsas. Desconocemos los intereses de quienes hacen estas afirmaciones sin sustento», responde a este periódico la empresa minera.
Hubo una fuerte compra de votos que nos hizo perder las elecciones
«Nos iban a dar un taller de pintura a nuestros hijos para luego vender las piezas. Luego nos enteramos que estaba detrás la Mina y les dije a mis hijas que mejor no fueran», ejemplifica Marciano que pasó con la gente del pueblo.
El dinero, o la falta de él, zarandearon todo menos la inamovible creencia de los huicholes. El bello y abandonado Real de Catorce se hizo famoso por ser plató de cine de numerosas películas de Hollywood. «Brad Pitt nos decía que tenemos un diamante sucio. Miles de sitios sueñan ser diamantes y ustedes lo son», recuerda Petra que les decía en las cenas el actor cuando grabó allí durante semanas la película The Mexican con Julia Roberts. Muchos gringos llegaban entonces al pueblo, ya famoso, por su hechizante droga del peyote.
«Muchas personas engañan a la gente, se visten de huicholes, de chamanes, y se llevan turistas al desierto a tomar peyote. Mucha gente viene sólo a drogarse. No vienen a conocerlo con respeto», explica Yolanda, otra huichol que vive en Real de Catorce.
La venta del peyote está prohibida y penada con cárcel. Sólo los huicholes pueden consumirla por sus usos y constumbres, pero la realidad es que se vende y trafica dentro del pueblo. «El que lo quiere encontrar lo encuentra», reconoce Petra. Comprobamos que las ofertas de ir a encontralo al desierto a caballo o en los Willis (coches cuatro por cuatro) florecen cuando se rasca con un poco de discrección. Las de comprarlo en Real, también.
El sagrado peyote se ha convertido en una de tantas drogas que se trafican en el país
«Además se vende mucho peyote falso en cremas sanadoras en Catorce y el alcalde no hace nada. El mestizo se supone que no puede venderlo porque no es su costumbre. En la comunidad nos acusan de venderlo nosotros, pero es falso. Muchas personas van y lo sacan del desierto. Los mestizos lo sacan por cajas y lo llevan a Europa, EE.UU o África. En los ejidos se vende», denuncia Yolanda. El sagrado peyote se ha convertido en una de tantas drogas que se trafican en el país.
Otro problema es su sabor. «Muchos van al desierto, lo arrancan sin saber y cuando lo prueban y descubren que es muy amargo lo escupen. Matan una planta que es escasa», explica Armando que contempla junto a sus tres compañeros de ruta como dos jóvenes de rasgos occidentales realizan ritos en su capilla del Cerro mientras se resguardan de la tormenta. Arrojan chocolate desmenuzado, tocan instrumentos, prenden velas y rezan murmullos de un idoma ajeno.
Los «güeros», nombre con el que en México se llama a los extranjeros europeizados, son una tribu mundial que acude a la llamada del peyote y sus experiencias místicas con total desconocimiento en muchas ocasiones. «Un chamán me decía que el peyote estaba en el desierto y es de todos, pero debe tomarse con respeto y conocimiento», explica Benito, un rentador de caballos que siente cercanía y respeto por la cultura wixárika. Lo mezclan con alcohol y otras drogas como la marihuana para aseguarse de que su viaje sea más largo que los miles de kilómetros recorridos para llegar hasta allí.
«Las señales de alarma de ese mal consumo comenzaron hace años. Fue sonado el caso de una pareja de jóvenes de familias bien de Ciudad de México que se metió en el desierto a consumir peyote junto a alcohol y otras sustancias y él acabó matando a ella porque pensó que era el diablo», recuerda Petra. «Hay que explicar y hacer ver a la gente de que se trata de algo sagrado, no una simple droga. Uno no va a la Iglesia y se pone a urgar en las hostias del sacerdote», incide la ex alcaldesa.
Una pareja de jóvenes de Ciudad de México se metió en el desierto a consumir peyote junto a otras sustancias y él acabó matando a ella porque pensó que era el diablo
En algunas clínicas siquiátricas de San Luis Potosí se trata a jóvenes con secuelas, aunque los 90 y 2000 fueron quizá las décadas donde el peyote hizo más estragos.
Sin embargo, ese argumento ha servido a muchas personas de las comunidades para identificar a los huicholes y al Cerro de la Quemada como un simple lugar donde se consumen drogas. «Son drogadictos que nos dejan sin trabajo», resumen algunos de los habitantes de la zona enojados porque esa cultura les priva de un empleo.
Por ahora la Justicia ha dicho que Wirikuta es intocable y se ha paralizado el proyecto que ataca a una cultura originaria. «En una reunión tuvieron los de la Mina la torpeza de decirles a los huicholes que ellos sólo iban a excarvar por dentro y que arriba ellos podían seguir con sus ritos. Eso era decirles que les iban a arrancar el corazón y ni se dieron cuenta», dice Petra.
«El proyecto La Luz estará a 7,5 kilómetros de Cerro Quemado e incluso este Centro Ceremonial se encuentra fuera de las concesiones que Minera Real Bonanza tiene autorizadas para la extracción. En Minera Real Bonanza siempre nos hemos comprometido con la preservación de los sitios sagrados de la Cultura Wixárika por lo que mantendremos intacta la Ruta Sagrada que utilizan los wixárikas para llegar a sus Centros Ceremoniales. Cabe decir que el proceso de extracción será de manera subterránea, como se ha realizado desde hace más de 200 años en esa zona minera», responde la minera a la pregunta de si se tocará el Cerro.
Un concepto quizá difícil de entender para quien no crea en el alma de la montaña
Pero el fuera y el dentro es lo mismo para los huicholes, un concepto quizá difícil de entender para quien no crea en el alma de la montaña o pretenda simplemente agujerearla.
Por ahora hay sólo un carpetazo judicial no definitivo y quizá una nueva negociación futura. Por un lado hay un proyecto ya avanzado para convertir la peregrinación de los huicholes en Patrimonio Cultutral de la Humanidad y evitar así que el progreso se devore otro trozo de una improductiva cultura. Wirikuta, en todo caso, forma ya desde 1998 parte de la Red de Sitios Naturales Sagrados de la Unesco. Por otro, la minera no renuncia a extraer minerales de la montaña y generar un empleo en una zona empobrecida que muchos anhelan: «Estamos totalmente dispuestos a realizar el proyecto y cambiar algunas cosas. Reafirmamos nuestro interés por contribuir con el desarrollo de la región y su gente, a través de empleos competitivos que promuevan el bienestar de las familias en Real de Catorce, así como la preservación del Patrimonio Cultural y otros programas sociales», asegura la minera.
«Cuando vas al Quemado vas a encontrar piedras y eso es nuestro corazón. Para las mineras las piedras son tesoros pero para nosotros es nuestro corazón. Si les permitimos cavar no sabemos qué túneles van a hacer y si nos iban a sacar el corazón del Cerro Quemado», concluye Marciano.
Esa noche cae una fuerte tormenta en la sagrada montaña de venas de plata y las mulas se azoran de regreso al pueblo. A la entrada de la localidad, las casas humildes pegadas al arroyo se llenan de barro mientras en la plaza central de Catorce suena la música de un concierto que festeja la llegada de turistas por Semana Santa. Armando y sus tres compañeros huicholes se resguardarán del agua en su capilla y ya en completa soledad celebrarán de noche y madrugada sus ritos. Los cuatro sonríen tímidamente cuando nos ven partir y se quedan por fin solos en el cerro donde nació el sol, donde se creo el mundo, donde empezó todo.