Mujeres jirafa: «condenadas» a vivir con aros en el cuello

Por: Olga Moya (texto y fotos)
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Se llaman Ma-Nan y Majon, pero todos las conocen como Mariana y María José. Proceden de Myanmar, viven en Tailandia y no son ciudadanas de ningún país. Son refugiadas, aunque una de ellas sigue sin tener ningún derecho como tal. Ma-Nan es atracción turística; Majon lo ha sido durante muchos años. Ambas comparten una misma historia aunque con diferente final.

Su aspecto es atractivo, es lo primero que pienso al tenerlas en frente. Ma-Nan, luce brillantes pulseras de plata en las muñecas, pintorescas ropas tradicionales y los aros dorados bordeando el cuello que caracterizan a la tribu de las Long Neck; Majon dejó de ponérselos hace tiempo pero puede reconocerse que los ha llevado por la estrechez y la longitud que alcanza su nuca bajo la densa cabellera negra. Un gran reclamo turístico, sin duda. Un filón demasiado jugoso como para que el gobierno tailandés lo dejara escapar.

Regresó a casa con marcas y cicatrices en las piernas, cuenta Majon, le pegaban por no poder rendir como el resto

No me equivoco. Ellas confirman mis sospechas enseguida y me empiezan a contar desde el principio, recalando en algunos de los episodios más agrios de sus vidas. Ambas llegaron a Tailandia a inicios de la década de los 90, huyendo de los abusos de la dictadura birmana sobre las minorías étnicas del país. El gobierno obligaba a las diferentes familias de la etnia Karenni -a la que pertenecen las Long Neck- a entregar un 70% de sus ingresos a las arcas del estado. Y cuando éstos no eran lo suficientemente altos, castigaban a la familia en cuestión reclutando a uno de sus miembros masculinos y obligándole a trabajar para el ejército. El tío de Majon murió así; su padre corrió mejor suerte y tras caer enfermo de malaria fue devuelto a su aldea por no poder seguir el ritmo de la armada. “Regresó a casa con marcas y cicatrices en las piernas”, cuenta Majon, “le pegaban por no poder rendir como el resto”. Se rumorea que otro tío suyo fue fusilado, “se lo llevaron un día y no volvió jamás“. Y fue entonces cuando decidieron huir.

La historia de Ma-Nan no es muy diferente. Aunque el ejército no atacó jamás su casa, la guerra merodeaba la zona contigua a la aldea en la que vivían y era común ver y oír explosiones alrededor. Un día el miedo pudo más que las ganas de no abandonar su patria y decidieron refugiarse en territorio tailandés. “Caminamos una semana entera bosque a través hasta llegar a Nai Soi”, explica.  Y aquí es donde la vida de ambas confluye: en uno de los poblados para Long Neck ubicados al noroeste de Tailandia.

Caminamos una semana entera bosque a través hasta llegar a Nai Soi

Nai Soi no es un campo de refugiados, aunque sus habitantes tengan un carnet de la ONU en el que dice que lo son. Nai Soi es una especie de zoológico para humanos. Están encerrados, el turista accede previo pago -250 bahts, unos siete euros- y aunque el gobierno tailandés no obliga a llevar los collares, indirectamente están coaccionadas. “Los tailandeses sólo dan dinero a las familias cuyas mujeres sigan llevando los aros”, afirma Majon. Una suma de 1.500 bahts al mes exactamente, 40 euros al cambio. El resto, las que han decidido quitárselo, recibe únicamente una generosa cantidad de arroz que garantice su subsitencia. Las verduras, el curry y los demás alimentos básicos de su dieta asiática, están de nuevo reservados sólo para aquellas que mantengan la tradición y no rompan con el negocio turístico que los tailandeses tienen  montado.

A pesar de ello, cada vez son más las que, como Majon, se atreven a romper con el pasado. “Tengo mil razones para dejar de llevar el collar: pesa demasiado, molesta, duele, deforma el cuello, no es práctico…”,  explica. Majon es una chica moderna. Sólo hace falta echarle un vistazo para notarlo -ropa al estilo occidental, pelo negro con mechas burdeos, movimientos decididos de quien sin tener mucho mundo ha sabido imaginarlo-. Tiene 22 años y como la mayoría de las de su generación está más preocupada por su futuro que por las costumbres de antaño.

Tengo mil razones para dejar de llevar el collar: pesa demasiado, molesta, duele, deforma el cuello, no es práctico…

Es por ello por lo que decidió salir de Nai Soi y solicitar su traslado a un campo de refugiados. El gobierno tailandés se lo concedió y es allí donde ahora vive, asegura que feliz, esperando una respuesta del estado neozelandés para poder trasladarse a aquel país acogiéndose a un plan de reasentamiento. “En Nai Soi no puedes acceder a este tipo de programas”, aclara, “en parte, por eso decidí desplazarme al campo”. Por eso y para alcanzar una educación mejor. “Allí  tampoco hay escuela de secundaria”, prosigue, “y la de primaria no está en funcionamiento por falta de docentes”.

Un paseo por el campo me permite comprobarlo en primera persona. Quizás sea por todo ello por lo que la aldea se está quedando sin habitantes. “Se están marchando todos”, señala Ma-Nan con nostalgia, “les prometen que desde el campo de refugiados podrán irse a vivir a Europa, América y Oceanía y se van a probar suerte”. Ella tiene sus dudas. Cree que hacen demasiada falta en Tailandia como reclamo turístico, que el gobierno del país no las va a dejar ir tan fácilmente.

Un par de militares tailandeses pasea cerca del lugar en el que nos encontramos. Están bajo vigilancia permanente

Un par de militares tailandeses pasea cerca del lugar en el que nos encontramos. Están bajo vigilancia permanente. Afortunadamente, ambas hablan castellano -y de ahí sus nick names, Mariana y María José- por lo que no es necesario interrumpir la conversación. En inglés hubiera sido mucho más complicado, reflexiono. Probablemente, no hubieran estado tan relajadas y hubieran silenciado muchas informaciones por miedo a posibles represalias. Me interesa saber cómo aprendieron español. “Por el turismo”, responden al unísono. “Hubo un tiempo en que venían muchos turistas a visitarnos, sobretodo españoles”. Ahora hay menos -“apenas puedo practicar vuestro idioma”, se queja Ma-Nan-, quizás desmotivados ante el éxodo permanente hacia los campos de refugiados que está dejando a la aldea Long Neck vacía y deslucida.

Lamento ser tan insistente, pero no puedo evitar volver a preguntarles si jamás han tenido un libro o estudiado el castellano más allá de lo que el turismo les pudiera enseñar. Me contestan con un no rotundo, aunque Majon reconoce saber leerlo y escribirlo. “Me he carteado con bastantes turistas españoles, es una buena manera de aprender, además de que me permite mantener el contacto con la gente que viene a visitarnos”, explica.

Parece increíble que su castellano no tenga ningún tipo de base académica: pronuncia en un acento perfecto, tiene una gramática correctísima y lo entiende todo a la primera sin que yo deba hacer ningún esfuerzo por vocalizar más de la cuenta o apoyar mi discurso en la gesticulación. Es inteligente, mucho. Habla casi diez idiomas y, además, asegura que entiende el vasco. “Se parece mucho a mi lengua”, aclara, “si me hablan lentamente lo entiendo todo”. Personalmente, tengo mis reservas. Pero quizás alguien debería investigarlo.

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Comentarios (8)

  • Lilla

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    Me ha gustado mucho!!!!! Soy feminista……no radical pero entiendo k hay k seguir defendiéndonos del abuso!

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  • Javi y Mayte "Buscando Waslala"

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    Estupendo artículo Olga, de verdad. Nosotros estuvimos en Mae Sot investigando también sobre los refugiados birmanos. Esperamos compartir la experiencia con vosotros más adelante.
    También podemos decirte que decidimos no visitar las aldeas de las Long Neck justo por los motivos que explicas…
    Gracias por compartirlo. ¡Un saludo de dos valencianos desde Santiago de Chile!

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  • Harry Fisch

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    Olga, conocí a Maria hace mil años visitando la aldea en un día brumoso . Aquí tienes la foto que le hice entonces http://www.flickr.com/photos/boqueron/82997833/in/set-1652781 .

    Fué por casualidad. Estaba yo con un grupo familiar visitando el poblado, entre fango y lluvia. Alguien del grupo nombró a Julio Iglesias (!!!) , lo cual era – obviamente- absurdo en ese momento y lugar y una voz, que no era conocida, en perfecto español: «ya me gustaría a mí concerle en persona»… ¡Era María ! … Creo que fué en ese mismo instante en el que comprendí que las distancias solo las crea la ignorancia. Y porqué la Torre de Babel ha sido un castigo divino. Feicidades por tu artículo, Harry Fisch

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  • Lydia

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    Un relato magnífico. No me extraña que huyan a Tailandia y que algunas intenten también marcharse de allí. Es realmente sorprendente la historia de Majon. Haber aprendido una lengua únicamente a base de hablar con turistas y cartearse con ellos, tiene mucho mérito.
    Estas mujeres son el ejemplo de que no siempre hay que mantener las tradiciones, especialmente cuando son perjudiciales para la salud y la dignidad.

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  • Olga Moya

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    La verdad es que es uno de los reportajes que más me ha gustado hacer. Estaba lleno de matices, de prejuicios que en gran parte se confirnaron -en otras quedaron cortos y, en alguna, no se correpondían para nada con su realidad-. Aluciné con lo deprimente de aquel zoológico, con la fuerza de una chica de 22 años que había conseguido salir de él, con sus ganas y su mundo; me sorprendió también la vehemencia con la que la otra mujer defendía la tradición y aseguraba que no le interesaba lo que hubiera más allá de su aldea. Lo del castellano podría haberse quedado en anécdota, pero dado el elevadísivo nivel de la chica de 22 años que jamás había tenido un libro, fue absolutamente perturbador. Harry, me ha alegrado mucho leer tu testimonio! Muchas felicidades por tu estupendo trabajo! Javi y Mayte, hicisteis muy birb en no ir! Solo justifico una visita como estas si detrás hay cierto interés periodístico o de estudio, de lo contrario solo se está contribuyendo a perpetuar su desgracia! Tenéis más info de los Karen un otro artículo mío sobre en campo de refugiados que también podeis leer aquí! Lilla, Lydia tenéis toda la razón! Besos a todos!

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  • ambar

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    Es impresionante, si bien son tradiciones las mismas son de antaño. Es muy duro y raro saber que todavia existen rincones en el mundo donde la mujer es sometida.

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  • alex torres

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    Muy buen artículo, realmente triste que se siga tratando a la mujer asi en pleno S.xxI

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  • Cynthia

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    O sea que eres feminista de las «buenas», jajaajajajajaaj.

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