Votos o plomo en Venezuela

Esto sólo ha comenzado. A partir de hoy sabremos si el cambio llega o, por lo contrario, todo seguirá igual, pero más caro. Sabremos si en Venezuela valen más los votos o el plomo.

Son las doce y media del seis de diciembre. Primeras impresiones de una jornada que tiene todos los número para convertirse en histórica. Son esas sensaciones que se notan en el ambiente. La gente intuye que hoy es un día importante, y se les nota en los gestos.

En Santa Elena, muy cerca de la única frontera, la de Brasil, que hasta hoy permanecía abierta, el día transcurre tranquilo. La frontera de Colombia sigue cerrada desde que Maduro decidió detener a los traficantes que, denunció, estaban hundiendo con sus prácticas la economía del país. Un país que arrastra el peso de una inflación monstruosa. La mayor del mundo. Hoy el país está cerrado a cal y canto hasta que vuelva a reabrirse la frontera brasileña después de las elecciones.

«¡Hay que votar para botarlos!», se escucha en la panadería

Ayer, en la panadería: “¡Hay que votar para botarlos!”. Con éste juego de palabras, los clientes se animaban mientras esperaban a ser atendidos. Preguntamos a la dueña si abriría, dijo que no sabía. “Va a haber plomo”, decía Gloria en su puesto de comidas donde paramos a tomar un jugo de maracuyá, “el pueblo espera plomo ¿Es que tú crees que Maduro va a dejar que el enemigo se le siente al lado?”.

Más tarde, Héctor, el taxista con el que fuimos hasta la Quebrada de Jaspe a refrescarnos en una jornada de reflexión donde no había nada más que hacer después de haber ido ya a sacar reales “por si acaso la cosa se pone fea”, en la cercana frontera brasileña, donde los cajeros de las dos únicas entidades bancarias agotaron su liquidez, comentaba, “todo está podrido, desde Hugo Rafael Chávez éste país está podrido, la policía, la Guardia Nacional, el propio Gobierno, aquí todo es corrupto. No hay baterías, no hay caucho, falta de todo, y ellos se llenan los bolsillos”. Pero y qué va a pasar mañana, le pregunté, mientras por la ventanilla veía pasar ese bellísimo paisaje de la Gran Sabana que no parece tener fin. “Cualquiera sabe”, respondió, “pero hay que ir a votar. Hay que acabar con toda esta mierda”. No se refería al paisaje…

“Todo está podrido, desde Hugo Rafael Chávez éste país está podrido», se queja el taxista

Hoy pasamos por la mañana y la panadería no estaba abierta. Es la incertidumbre. A pesar de ello, hay tranquilidad en general. También, personas haciendo cola en la puerta del colegio electoral. En Caracas también se repiten las colas, de hasta dos y tres horas de espera, por lo que la presidenta del Consejo Nacional Electoral ha afirmado que «Si hay electores en la cola, los colegios deberán permanecer abiertos», a pesar de que la hora de cierre sea a las seis. La gente en la calle, al cruzarse, se preguntan “¿Ya se mojó, papito?». Se refieren a la mancha que queda de la tinta cuando los electores se identifican, y enseñan el dedo como muestra, un dedo violeta que se está convirtiendo en símbolo.

La calle de acceso al colegio está cortada y controlada por efectivos de la Guardia Nacional. Por aquí no pueden circular los grandes 4×4 que suelen verse en Santa Elena, esos grandes carros con depósitos extras para llenarlos de gasolina a un bolívar el litro y que luego venden en Brasil a 1,5 reales. La especulación en un país comunista, o el milagro de la multiplicación de los peces y los panes. Un bolívar se convierte en 400 bolívares. Multiplique usted por cada litro. Eso sí, como explica Héctor, “hay que darle la mordida a los de la Guardia Nacional, si no, no te dejan llenar”. Los del traje militar verde y fusil que controlan los accesos al colegio electoral, entonces, son los mismos que se llevan la mordida de la gasolina.

 “¿Ya se mojó, papito?», se preguntan en referencia a la mancha de tinta en el dedo tras votar

En el bar debajo de la posada donde nos alojamos hay un cartel que informa de la “Ley Seca”. Se ha establecido para evitar disturbios. Será eso o no, pero la jornada, salvo incidentes menores, como esa gente que anuncia el Ministro de Defensa que se está comiendo las papeletas para que el número de votos físicos no concuerde con el electrónico, está transcurriendo tranquila. De momento, sales de frutas para los de las papeletas como mucho, y la esperanza de que la digestión electoral no se haga muy pesada. Como dice el dueño del bar, que se mojó bien porque el dedo lo tiene violeta casi hasta la muñeca, “Maduro no se anda con vainas, si pierde va a dejar pasar un tiempo, y luego se cargará la Asamblea Nacional y listo. Pero es que hay que ir a votar igual.” Continúa, “éste tipo de gobiernos sólo se acaban así, echándolos a presión, no se va a ir así como así.” Aunque en esta ocasión, en Santa Elena dice, no estaban “los más chavistas andando con la joda del voto con sus camisas rojas y sus boinas”. Se refiere a los famosos puntos rojos que ejercían la intimidación pública entre los electores, en otras jornadas electorales pasadas.

«Maduro no se anda con vainas, si pierde va a dejar pasar un tiempo, y luego se cargará la Asamblea Nacional»

Mientras, un niño pasa por la calle y le pregunta a una clienta que hace rato se ha saltado lo de la ley seca “¿Y tú a quién votaste?” Ella le responde, “el voto es secreto, niño, no se pregunta ¿no lo sabías?” Lo cierto, me dice, es que su voto es nulo, “me he equivocado cuando estaba votando por lo de los indígenas” (se refiere al tercer voto a emitir en las votaciones de éste seis de diciembre que huele a histórico).

¿Maduro aceptará una mayoría de la oposición en la Asamblea? ¿Habrá pucherazo de última hora? ¿Habrá plomo como dicen algunos? ¿Si gana la oposición, tendrá suficiente mayoría? Esto sólo ha comenzado. A partir de hoy sabremos si el cambio llega o, por lo contrario, todo seguirá igual, pero más caro. Sabremos si en Venezuela valen más los votos o el plomo.

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