El viaje
A veces hay que dar la vuelta a la historia como un calcetín para recuperar la perspectiva y huir de los paisajes trillados. El cuaderno de bitácora de la Segunda Guerra Mundial tiene una fecha grabada a fuego, el 6 de junio de 1944, y esa hoja del calendario nos lleva indefectiblemente a las playas de Normandía, escenario del mayor desembarco bélico de la historia. Pero el viajero que conserve una pizca de curiosidad en la mochila está obligado a mirar a sus espaldas, al otro lado del Canal de la Mancha.
Y allí asoma Portsmouth, la ciudad del sur de Inglaterra desde donde zarparon los barcos de transporte repletos de 4.000 lanchas de desembarco, los astilleros donde empezó todo, el puerto donde miles de hombres consumían sus últimas horas de vida antes de poner rumbo al corazón de la Europa invadida por los nazis. Churchill dejó una frase para la posteridad. “Nunca tantos debieron tanto a tan pocos”. El homenaje a esos soldados que entregaron todo lo que tenían por intentar cambiar el rumbo de la historia del mundo bien merece una visita a esta ciudad del condado de Hampshire.
la ciudad mira a las mismas playas desde las que partieron las tropas para enfrentarse, en palabras del célebre fotógrafo Robert Capa, “a una nueva clase de miedo”
Para los lectores aficionados al fútbol, el nombre de Portsmouth está asociado al club de la Premier League, el popular Pompey, cuya irrupción en la élite del futbol inglés hace unos pocos años situó la ciudad en el mapa de muchos seguidores del deporte rey. Pero por encima de la visita al estadio, el viajero debe acercarse de forma ineludible al D-Day Museum, historia viva del desembarco de Normandía, que desde el paseo marítimo de la ciudad mira a las mismas playas desde las que partieron las tropas para enfrentarse, en palabras del célebre fotógrafo Robert Capa, “a una nueva clase de miedo”. Consiguieron vencerlo, porque en apenas un mes ya habían desembarcado un millón de soldados en la costa francesa y el golpe resultaría letal para la derrota nazi.
Churchill se quedó en tierra
Un ilustre viajero se quedó en tierra en aquella ocasión. El primer ministro británico intentó ser de la partida. El instinto periodístico todavía asomaba en un político que sabía que estaba ante uno de los acontecimientos llamados a cambiar la historia. Y lo justificó así: “Un hombre que tiene que tomar parte de un modo tan directo en asumir la mayor responsabilidad y las graves y terribles decisiones que implica la guerra bien puede necesitar del lenitivo de la aventura”. Pero sus esfuerzos resultaron baldíos, el propio rey Jorge VI tuvo que disuadirle, como recuerda Piers Brendon en su biografía del líder de los aliados. Una magnífica crónica que nunca se escribiría.
Caminar en la actualidad por el remozado paseo marítimo de Southsea es evocar esa gesta con igual énfasis que en Normandía y, supone, en parte, reconciliarse con la historia, que en cierto modo ha postergado a la ciudad británica, ensombrecida por los destellos de los escenarios del crucial desembarco. Uno puede imaginarse sin dificultad las despedidas de los soldados en las tabernas del puerto, los adioses que serían para siempre y las lágrimas de los familiares en las horas previas a los días en los que el mundo contendría la respiración
Rascacielos y tabernas
Además del museo, no puede dejar de visitarse el astillero en el que todavía anclan unas reliquias del poderío naval británico: los barcos HMS Victory y Warrior y los restos del Mary Rose. La centenaria presencia de la Royal Navy en Portsmouth también ha dejado huella: el Royal Naval Museum, un pedazo de historia de la mayor potencia marítima que haya surcado jamás los mares. Y para quienes busquen esparcir la mirada y la imaginación por las aguas que despidieron a la imponente flota aliada, nada mejor que subirse a la moderna Spinnaker Tower, que ofrece inmejorables vistas del Canal de la Mancha desde más de cien metros de altura.
Portsmouth es, además, un buen sitio para aprender inglés. Fue éste el motivo que me llevó a vivir aquí durante más de tres meses, tras barajar irme a estudiar inglés en Canadá o Estados Unidos. Las ofertas son numerosas. En la cercana Brighton, sin ir más lejos, ESL Idiomas ofrece interesantes cursos de inglés, un aliciente más para el viajero que todavía se pelee con la lengua de Shakespeare
El camino
Desde Santander (Brittany Ferries) y Bilbao (P&O Ferries) parten ferries periódicamente que comunican la costa española con Porstmouth. El precio del billete no llega a 200 euros. Es una manera diferente de llegar a la ciudad británica utilizando el mismo medio de transporte que las tropas del día más largo.
Una cabezada
A poder ser, cerca del paseo marítimo de Southsea. El hotel Beaufort (71 Festing Road) es una opción a buen precio. Bastante más caro, el Queen´s (Clarence Parede), con impagables vistas a la cercana isla de Wight.
A mesa puesta
La oferta gastronómica es amplia, aunque el viajero aconseja por encima de cualquier deleite culinario refugiarse en una taberna y jugar unas partidas al pool (billar británico) a ritmo de pintas. Y si coincide con un partido del Pompey, mejor que mejor.
Muy recomendable
-La mejor recomendación del viajero es que, saciada la curiosidad histórica, se pierdan por cualquier taberna del puerto tras recorrer sin prisa el paseo marítimo y, pinta en mano, brinden por esos valientes.
-Todo sobre la ciudad y su historia en la web www.visitportsmouth.co.uk