Ruta por los alrededores de Venecia

Por: Javier Brandoli (texto y fotos)
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Junto a Venecia todo es abismo de agua y mármol del que casi es imposible huir. No hay tiempo ni forma de abarcar tanta belleza en la ciudad que flota. No hay nada, sólo ella. Pero, ¿y si algo se escondiera cerca de su canal y su laguna? No, no sería comparable, pero quizá el viajero se pierda lo que se esconde más allá de las tierras húmedas. Entonces comienza otra Italia, la del norte, con menos turistas y llena de encanto. Si tienen tiempo hagan esta ruta que aquí recomendamos.

A 40 kilómetros de Venecia reposa Treviso. Los italianos dicen que antaño era la ciudad con mejor calidad de vida de su península. Puede que lo sea entonces y ahora. Su vieja muralla medieval circunvala aún la urbe con la ayuda de un foso en el que flota el pasado. Fue esta ciudad de todos, porque todos quisieron poseerla. Desde Atila a Justiniano. Desde los húngaros, a los veroneses, venecianos, franceses y austriacos. Treviso parece no tener dueño, porque nada parece que pueda perturbar su calma. Treviso es de ellos, de nadie.

Treviso parece no tener dueño, porque nada parece que pueda perturbar su calma

Entonces uno pasea por los canales, aún con sus viejos molinos sofocando las aguas, y se pierde por calles donde se encuentran mercados típicos de fruta o pescado. El puente de la Via Roma, sobre el río Sile, la Piazza dei Signori, la puerta San Tomaso o el puente de Dante, que aparece en la Divina Comedia, son algunos de los rincones de esta bella ciudad que el viajero no debe perderse. Todo es bello en Treviso, todo tiene un sentido, una calma, una propia belleza.

Desde Treviso el viajero puede coger el coche y acercarse a Asolo, a 40 kilómetros. Es una pequeña localidad desde la que a lo lejos se contemplan los Alpes.  Hay poco que recomendar de esta villa que no sea que caminen. Calles estrechas, empedradas, con un toque bucólico. El más famoso de sus monumentos es la llamada la Rocca, castillo de finales del siglo XII. Una hora o una vida, como algunos poetas post-románticos ingleses, exploradoras músicos  o actrices afamadas que decidieron vivir allí, es el tiempo que se puede dedicar a este lugar. Porque Asolo es un capricho, un momento, un café.

Los pequeños restaurantes, las destilerías, las vigas pintadas de rojo

Y de Asolo podemos perdernos en Bassano del Grappa, ya provincia de Vicenza, a 20 kilómetros. La capital del famoso licor italiano es un sitio maravilloso. El monte Grappa le da cobijo a un lugar que merece ser visitado por un puente. No es que haya nada más, que todo el conjunto es armonioso, pero ese puente es mágico. Hablamos de “El Ponte degli Alpini”, bautizado así por las tropas italianas, con su pluma en el sombrero, que patrullan los montes que dividen Italia con el resto del mundo. Reconstruido tras la Segunda Guerra Mundial, como buena parte de este norte que los americanos tuvieron que masacrar para que se recuperara la libertad cautivada por los nazis, sus vistas son hermosas. Las aguas del río Brenta discurren a sus pies y el mundo cobra sentido en esa pasarela de madera y piedra. Los pequeños restaurantes, las destilerías, las vigas pintadas de rojo y las banderas italianas que cuelgan del enjaulado cielo conforman una estampa, un encuadre casi perfecto.

Pero si prefieren perderse camino del este y descubrir la Italia más centroeuropea entonces deben ir a Trieste, a 170 kilómetros de Venecia. La gran ciudad a orillas del mar Adriático es un museo de mármol y piedra.  Esta es una ruta desde Venecia más larga, posiblemente más indicada para quien se adentra en Eslovenia y Croacia, pero enseña un lugar sorprendente.

Trieste roza esa perfección centroeuropea que te aleja de la Italia del sur

Lo es por los restos del teatro de Trajano, del siglo II, y por la plaza de la Unidad de Italia, levantada a obra y encanto del imperio austrohúngaro, que por algo Trieste fue uno de sus puertos de mar más importantes. El Gran Canal de Trieste, que termina con la Iglesia de San Antonio, rodeada de pequeños restaurantes es también de obligado de paso. Trieste roza esa perfección centroeuropea que te aleja de la Italia del sur y te hace recordar la grandeza de un país, que en mi opinión, es el más completo de cuantos he visitado. Del caos del su tacón y punta de la bota, con su sabor a campo y mar canalla, se pasa al orden de un norte donde siempre se miró a Europa. Todo junto, todo mezclado en una bacanal de arte que ha hecho de Italia la gran capital de la belleza de esta cosa llamada aldea global. Al fin y al cabo, ¿quién puede si no ellos presumir de haber inventado el mundo dos veces?

 

Para dormir:

En Treviso recomienda la Guest House “Locanda San Tomaso”. Sobre la misma puerta de entrada de la ciudad del mismo nombre.

En Trieste: recomandable el hotel Tritone, a las afueras de la ciudad. Calidad precio magnífica (Trieste es caro).

Para comer:

Osteria alla Caneva. En el centro de Bassano del Grappa, es un viejo y barato restaurante lleno de locales y comida deliciosa.

Odeon Alla Colonna: Tiene menú de mediodía y está en junto a un viejo puente de piedra y un canal de Treviso. Lugar con encanto.

Abitue Treviso. También en pleno centro histórico, en la bella plaza de San Parisio, es el lugar ideal para tomar una copa en ambiente relajado. Se puede también comer o cenar algo.

Agroalimentari: En Trieste, una pequeña tienda con productos locales y ecológicos donde tomar un café o comer algo en una plaza pequeña con mucho encanto. Comida real en sitio real.

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Comentarios (2)

  • Laura B

    |

    Me encanta, Brandoli! Con sugerencias gastronomicas y todo, fantastico.
    Y las fotos son flipantes.
    🙂

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  • javier brandoli

    |

    Los restaurantes son muy recomendables, especialmente el de Grappa. Y luego un licorcito de la tierra y la felicidad absoluta Un beso Laura!!! 🙂

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