Nápoles: el mundo al revés

Por: Israel Alvarado (texto y fotos)
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Salgo de la estación de tren en Nápoles. Comienza el teatro.

De primeras, me tengo que arrimar todo lo que puedo a la pared, de puntillas y con los talones en alto, porque un moto-triciclo no sólo viene en dirección contraria, sino que también ha invadido la minúscula acera donde yo estaba. Además, los pícaros napolitanos, duchos en las artes escénicas, saben llevar al espectador a la catarsis colectiva y te hacen pasar a ti, pobre aprendiz de pillín, por inoportuno e incívico ante la mirada de todos.

Como si de una película de Berlanga se tratara, las escenas corales se van sucediendo.

Los pícaros napolitanos, duchos en las artes escénicas, saben llevar al espectador a la catarsis colectiva

No falta la típica señora asomada a su balcón engalanado que, a voz en grito, va siguiendo a base de decibelios a no se sabe quién, qué, dónde o cuándo.
Los perrillos callejeros parecen reirse del transcurrir de los episodios cómicos.
O, simplemente, están felices de vivir aquí.

El mundo al revés, y ellos lo saben. Los napolitanos son grandes actores y grandes operistas: cuando hablan todos a la vez compruebas como, debajo de todo ese barullo verbal, subyacen unas bases mínimas de armonía y canto. ¡No es de extrañar! No lejos de Nápoles, y muy cerca de Pompeya, había una antigua polis griega: Elea. De ahí les vendrá, en parte, el gusto por la tragedia; bueno, cabría mejor decir, tragicomedia. Una tragicomedia que, como en casa de los españoles, han sabido adoptar a su filosofía de vida.

Los perrillos callejeros parecen reirse del transcurrir de los episodios cómicos. O, simplemente, están felices de vivir aquí

Sabedores de lo que le ocurría a Aquiles cuando perseguía a la tortuga (que por las sucesivas divisiones del espacio que hay entre ellos no puede nunca alcanzarla), nuestros primos napolitanos se conforman con disfrutar con lo que pueden pescar ahora mismo, no confiándose a jubilaciones venideras.

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Comentarios (3)

  • tiziana

    |

    Hola Israel, un breve comentario.

    A los ojos del turista y del viajero, acostumbrado al orden civilizado de sus lugares de origen, Nápoles es un gran teatro, un maravilloso y monumental escenario donde los actores actúan el papel de la vida, hecho de lagrimas y risas, de silencios y ruidos, del arte dell’Arranciarsi.

    Digámoslo claramente: a nadie le gusta un mundo como el de La invasión de los ultracuerpos (Philip Kaufman, 1978).

    Nápoles es algo más que una caótica y desordenada ciudad del sur de Europa. Es la ciudad de las mil caras.
    Hay la Nápoles del barrio marinero de Santa Lucia con su paseo marítimo, sus cafés y su istmo de tierra que entra en el mediterráneo con el majestuoso Castel dell’Ovo, testigo de románticos encuentros nocturnos entre enamorados. Es la Nápoles de la nostálgica Santa Lucia Luntana, canción de los inmigrantes napoletanos.

    Si vives la Nápoles de verdad llegarás a entender que en esta tragicomedia mediterránea puedes ser espectador hasta que no te conviertes involuntariamente en personaje de acontecimientos casuales (y forzados) así como encontrase con un ruidoso APE Piaggio que va en sentido contrario invadiendo parte de la acera donde estas paseando.

    Un saludo

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  • Israel

    |

    Estoy de acuerdo. No he tenido la suerte de vivir en Nápoles, pero tengo que decir que los días que pase por allí fui muy bien acogido. Tengo cantidad de historias que contar…
    Dormí en el cráter de un volcán (Pozzuoli), estuve comiendo a la sombra de una parra por al menos cuatro horas, visité las que creo que son las ruinas más entretenidas del mundo (Pompeya),… En fin, historias que con el tiempo se vuelven un poco fábulas y poco tienen que ver con la vida «real».
    Un saludo para ti Tiziana.

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