Ruta VaP (V): la belleza de Gorongosa

Por: J Brandoli, texto / Fotos, el grupo
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Tras el caótico  y surreal convoy militar nos dirigimos a Gorongosa. Comenzamos a ver las montañas que rodean el final, la última esquina, del famoso Gran Valle del Rift, probablemente la fractura geológica más bella del planeta. Quizá alguien que modela las cosas allí fuera decidió que el término de esa hendidura debía ser bello y diferente  y entonces le salió cincelar el Parque Nacional de Gorongosa. Hizo una perfecta imperfección que el hombre casi consiguió destruir y que el hombre se ha encargado de volver a dar vida. Todo en ese espacio tiene algo de efímero y eterno a la vez.

Comenzamos a ver las montañas que rodean el final, la última esquina, del famoso Gran Valle del Rift

En Gorongosa fue donde por primera vez usamos las tiendas de campaña. No todos, que hubo quien decidió que esto de los sacos y las lonas no encajaba en su viaje y decidió alquilarse uno de los relucientes bungalows del parque (no daré nombre, pero eran dos gallegos y la enfermera más bajita y con gafas). Fuera de la broma, que verlos subirse a los carritos de golf con las maletas les consagró a los gallegos a los altares del buen vivir, me gustó siempre que este grupo no devorara los impulsos de los otros. Era una de las máximas del viaje y repito que lo conseguimos. Éramos nueve veces uno, pero éramos nueve.

La acampada sacó lo mejor de muchos. Txarli y Amaia casi pedían a gritos el camping, Mónica necesitaba un poco de marcha y Rosa vivía por primera vez el dormir bajo un plástico. Ella sería la protagonista de estos días. El 27 de julio era su cumpleaños  y entre todos le habíamos preparado algunas sorpresas. Le habíamos comprado algún regalo e Irene, su amiga, me había insistido desde el primer día en que tuviera una tarta que ella quería regalarle, así que encargamos una en el restaurante.

Se cocina juntos, se enciende el fuego, se mira, se habla y se calla bajo un cielo al que no le estorban reflejos

Antes de la efeméride vivimos una primera noche bonita. Las acampadas sacan lo mejor de los grupos. Se cocina juntos, se enciende el fuego, se mira, se habla y se calla bajo un cielo al que no le estorban reflejos. Así se apagó el largo día (nos habíamos despertado a las tres de la mañana), con una colección de ronquidos de los que parece que fui protagonista nada más apoyar la cabeza en la lona y con un montón de buenas sensaciones de las que éramos dueños todos. Hacía mucho tiempo que no me iba a dormir tan agotado.

A la mañana siguiente amanecimos con dos festejos, el de Rosa y el que nos ofrecería el parque. Cogimos los coches y entramos en el recinto natural. Poco a poco fuimos percibiendo la grandeza natural de aquel entorno. Las acacias de fiebre amarilla y las palmeras sobresalen en medio de una vegetación exuberante. Buscábamos a los peligrosos y especiales elefantes de Gorongosa, de los que nos habían contado que hace una semana habían derribado un vehículo.

Puede que sea por la leyenda de sus colmillos, pero estos elefantes tienen algo especial

De pronto, tras hacer unos kilómetros por caminos de tierra sin huellas de otros neumáticos, vimos a lo lejos al grupo de paquidermos. Era una manada grande que comía entre los árboles. Nos acercamos con cuidado y los vimos a nuestra derecha. Puede que sea por la leyenda de sus colmillos, pero estos elefantes tienen algo especial. Uno siente que invade su calma, que tú no eres de este mundo, el suyo, y debes marcharte. Eso me gusta de este lugar, la sensación de estar en un sitio salvaje que intenta olvidar un pasado que no te deja hueco. Te sientes un extraño que es como hay que sentirse en los parques.

Sin embargo, Gorongosa guardaba una sorpresa mayor que la de sus elefantes. Camino del Mirador de los Hipopótamos nos encontramos con una laguna. ¿Cómo describir ese lugar? No sé hacerlo bien, ni las fotos tampoco lo hacen. La hierba verde embiste un agua cristalina rodeada de una tierra por momentos de color rojo que se refleja en sus transparencias. A su alrededor hay árboles frondosos con ramas cargadas de viento. Junto a su orilla y hasta donde alcanza la vista, se ven desperdigados cientos de antílopes acuáticos, impalas, aves…que se detienen a mirarte con asombro. Parece más un cuadro que una imagen real.

Una enorme planicie inundada de agua, animales, vegetación y esa espectacular nada que nunca cabe en los ojos

Nos quedamos todos sin habla, contemplando y contemplando un lugar que no imaginábamos (yo no lo recordaba así). Luego, un kilómetro después, llegamos al mirador de los hipopótamos y vimos una imagen parecida: una enorme planicie inundada de agua, animales, vegetación y esa espectacular nada que nunca cabe en los ojos. Al fondo, a un millón de kilómetros, casi se toca con la mano las montañas de la sierra de Gorongosa. En pocos parques africanos he visto un paisaje tan bello como el de aquel acuífero.

Con esa energía que da el disfrute volvimos al campamento. Me reencontré con Pedro Muagura, el hombre que plantó cien millones de árboles y que me dijo que me invitaría a un homenaje, junto a otros dos periodistas, que el Gobierno le va a dar en noviembre (le hice un reportaje en El Mundo hace año y medio). Alguna vez he dicho que era uno de los tipos más interesantes que he entrevistado. Se ríe casi por compromiso ético, como si no supiera hacer otra cosa su cuerpo que ser feliz. Estaban también Vaco Galante y Jeff Trollip, todos amigos de un sitio que tanto Víctor como yo queremos especialmente. Vaco me presentó a Greg Carr, el filántropo norteamericano que con su dinero, 40 millones de dólares, ha hecho este milagro del renacer de la vida en Gorongosa posible. (Fue el inventor de los buzones de voz de los móviles y por esas cosas de la vida ha acabado regalando al planeta un parque que estaba casi muerto). Tengo una entrevista pendiente con él.

Greg Carrr ha acabado regalando al planeta un parque que estaba casi muerto

Por la tarde Rosa y Mónica fueron con un coche del parque al safari y a última hora yo decidí entrar de nuevo con nuestro carro y llevar al resto del grupo (menos Lino y Víctor) a un último encuentro con el especial lugar. Otra vez tropezamos con imágenes bellísimas y, sobre todo, con un atardecer limpio, donde el sol se desliza sujeto con cuerda, en el que Amaia me regaló una canción que sabía que allí tenía su significado. A nivel personal, aquel momento fue uno de los mejores del viaje.

Por la noche tocaba la fiesta. Rosa, la homenajeada,  estaba tan feliz que parecía descontar años entre sus dedos. Además, nos vino a visitar Bob, un cámara de National Geographic, norteamericano, al que Víctor y yo conocimos hace un año en el VillasdoIndico y que ahora trabaja filmando en el parque. El buen ambiente era latente. Cenamos otra vez junto a un fuego en medio de la naturaleza. Irene trajo la tarta que con tanto cariño había desde el primer día querido regalar a su amiga y nosotros le dimos nuestro regalo. Rosa lloró de emoción con la naturalidad con la que Rosa llora de emoción y todos nos volvimos a ir jodidamente felices a dormir con la certeza de que fue una buena idea pasar de la guerrilla y acercarnos a disfrutar de este experimento de la naturaleza llamado Gorongosa.

P.D. Pedimos perdón al público por algunas de las fotos mostradas en este reportaje. Sí, sabemos que algunas vestimentas son compllicadas de justificar, pero lo que uno se pone en Gorongosa queda en Gorongosa.

 

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Comentarios (9)

  • Ana

    |

    No era necesario, Javi

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  • Rosa

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    Coincido con Javier en que Gorongosa fue uno de los momentos especiales del viaje, no sólo por la fiesta de mi cumpleaños y que vuelvo a agradecer a todos sus atenciones, sino por la belleza del lugar que tuve el privilegio de contemplar.

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  • martin

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    Es cierto ; disfruté del bungalow .

    Y lo hice como a mi más me gusta , compartiéndolo ; cualquiera que quisiera , así fuese madrileño , pudo darse una ducha en él .

    Ana , Elisa , el pantalón es el que es ; ahora bie , el rapaz limpio sí va.

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  • ana

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    Los que conocemos a Brandoli damos fe de que el chaval es limpio, trabajador y honrao… del autendo.. prefiero no hablar mucho

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  • Rosa

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    Es verdad Martín, yo me di una gran ducha en tu bungalow.

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  • Amaia

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    Cenamos juntos, encendemos el fuego y bebemos, sobre todo bebemos que eso no lo mencionas Buen vino portugués, sudafricano…de donde sea y la cerveza mozambicana que no falte. Saludos familia.

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  • Lino

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    E o aguardente velha…..
    Unha forte aperta!

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  • Lydia

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    Gracias por compartir este viaje y por contarlo tan bien.

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