Protagonizó una de las mayores gestas de todos los tiempos, la conquista del imperio azteca, que empequeñece a la más osada película de aventuras. Pero, sin embargo, las puertas de la gloria están cerradas para él.
En Cuernavaca huele a flor y a primavera y sus calles del centro histórico parecen dibujadas a pincel. Es una ciudad por la que duele pasar deprisa. Hernán Cortés sabía lo que se hacía cuando levantó aquí su residencia, el descanso del guerrero, otro espejismo al fin y al cabo, pues el conquistador de México sabía que era ya demasiado tarde para convertirse en un terrateniente sedentario.
La antigua ciudad olmeca es, sobre todo, el legado histórico de 200 metros cuadrados de murales que dejaron constancia de la desaparición de la ciudad tras una cruenta batalla con los teotihuacanos, sus enemigos acérrimos.
Uno, que ama a México con sus virtudes y sus defectos, está ya un poco cansado de escuchar anatemas sobre la inseguridad en el DF. No hay más que hacer una simple búsqueda en Google con las palabras “inseguridad DF”. Casi tres millones de entradas.
Para un español resulta complicado sentirse extranjero en México. Son demasidos lazos los que nos unen. Pero si hay una ciudad donde es imposible intuirse forastero es Puebla, seguramente la más española de las ciudades mexicanas. Salvo que sea 15 de septiembre.
Caminar cuesta arriba por el empedrado del barrio de los Castillos en dirección a la iglesia de Santa Prisca es una sobredosis de aromas coloniales aderezados por la que sigue siendo principal seña de identidad de Taxco: la plata
En pocas ciudades una estatua es tan reveladora de su idiosincrasia como en Tlaxcala. Sus antepasados se aliaron con Hernán Cortés para derribar la hegemonía azteca, pero el único monumento que recuerda lo sucedido es una estatua de Xicoténcatl “El joven”, el hijo del cacique que se rebeló contra el conquistador y fue ahorcado por ello.