Corresponsal en Sudáfrica: adiós a los aduladores del papo

Por: Javier Brandoli (texto y fotos)

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El mismo día que publicaba la primera noticia de la posible muerte de Mandela en un periódico digital (colaboro con ellos en Sudáfrica) había un destacado de una posible muerte de Charlie Sheen tras una orgía de las que te dejan en cama con el cartel de overbooking una semana. Mandela iba en grande y lo de Sheen era un recuadro pequeñito. ¿Resultado? Lo de Sheen fue la segunda noticia más leída y lo de Mandela no estuvo ni entre las 25 primeras.

La profesión de periodista es la más bonita que, al menos, yo he conocido. He trabajado o colaborado para distintos medios y revistas y vivo ahora, en el exilio, una experiencia nueva, distinta, sorprendente. Trabajar de corresponsal te aleja de los aduladores de papos prominentes que merodean por las redacciones; de los que mercadean con las babas y las noticias; de las intrépidas decisiones del superior de turno que sin haber leído una línea del artículo intenta imponer su escandaloso y llamativo titular; de los ascensos a «Virrey de las Letras» de todos los que aceptan que una mentira bendecida bien merece ser una verdad en cuerpo grande y en negrita; de comprobar que los nuevos hacen buenos a los pésimos anteriores; de ver que los sueldos suben y bajan en función de la capacidad que uno tenga para doblar el espinazo; de los trepas que siempre tienen una excusa para no mojarse como si sólo ellos tuvieran cargas y sólo a ellos les exigieran pasar por caja en el supermercado; de las estrellitas que ponen la firma y el título, por este riguroso orden, y llaman al becario para que les rellene el resto; de los bobos, de los cretinos, de los repartidores de algodón de azúcar; de los que desprecian los consejos de los que tienen algo más de oficio; de los vagos que se quedan en la redacción hasta muy tarde, hasta que ven que anochece en el despacho del director y corren por los pasillos para tropezarle en el ascensor; de los que admiran la cantidad de horas por encima de la calidad de las palabras; de las palmadas en el hombro cuando tu tema se zarandea por las tertulias; de los miserables que nunca tiemblan ante el teclado…

Hay historias que contar, que inventar, que buscar y que vender. Esa es la parte jodida, hay que hacer interesante Sudáfrica a miles de kilómetros. Vender, sin eufemismos.

Me alejé de todo eso al salir de España (y de un montón de buenos profesionales y amigos, la gran mayoría de las personas con las que he coincidido en cada uno de los medios que he trabajado o colaborado que, por desgracia, algunos son especie arrinconada bajo el sospechoso delito de no escribir al dictado), y empecé a trabajar con esta nueva empresa para mi, en una pequeña redacción de 40 metros cuadrados, mi casa, donde el único ruido que se escucha es cuando enchufo la máquina que calienta el agua para preparar el café. No tengo las presiones de antaño ni tampoco un sueldo. Hay historias que contar, que inventar, que buscar y que vender. Esa es la parte jodida, hay que hacer interesante Sudáfrica a miles de kilómetros. Vender, sin eufemismos.

Sin embargo, en esa maravillosa soledad, en la que por suerte no escribo sobre un país en el que veranee el sobrino de un consejero delegado que pida que se cuente que aquí amanece de espaldas y a las dos de la tarde, siento a veces el vacío de mi redacción como una losa. Ayer, por ejemplo, publicaba que el obispo Desmond Tutu criticaba duramente al Gobierno del ANC y la galopante corrupción (sin duda una noticia que dar). ¿Hubiera publicado algo también si el bueno de Tutu hubiera dicho que los gobernantes son tan honrados que se llevan el café en termo a la oficina? ¿Lo hubiera ofrecido? Supongo que no, supongo que lo bueno vende menos, quizá, porque aunque nos gusta flagelarnos con nuestras miserias, se da por hecho que lo normal es que las cosas salgan bien. No me imagino mandando un email y ofreciendo un tema cuyo titular es “Hoy tampoco ha muerto nadie en Sudáfrica”, lo cual les condena a una información, la que yo mando, en la que se contarán siempre más muertos que vivos. De hecho, hasta ahora de todos los temas que he mandado el de mayor pegada ha sido “El fantasma del turno de noche aterroriza un hospital”. Fue la tercera noticia más vista del fin de semana. No había muertos, pero había morbo.

Bonita y jodida profesión la nuestra en la que muchas veces es más fácil señalar a los otros como culpables que mirarnos el ombligo. La corresponsalía es cierto que te aleja de los demás para dejarte a solas. Ahora sólo hay un papo que adular, el más feo cuando crece, el mío. Mientras, a buscar orgías del Charlie Sheen sudafricano o a esperar que a Mandela le dé por echar alguna cana al aire a los 90. Por suerte, desde esta tierra y en este medio, que decide pagar aún por informaciones que interesan a los menos, me publican las palabras de Tutu, los achaques de Mandela y los fantasmas que aterrorizan los hospitales, que de los que pululan por las redacciones sólo me encuentro ya al que a veces me asusta en el espejo.

P.D. Hace hoy siete años me tocó cubrir el 11-M junto a un excelente grupo de profesionales. Hicimos periodismo, mucho, durante días, con el estómago encogido. Un abrazo inmenso a todos los que sufrieron la desgracia de verse involucrados en los atentados y a los grandes compañeros y jefes con los que tuve la fortuna de poder trabajar en aquellos duros momentos. Lo más importante que he aprendido en este oficio lo aprendí junto a ellos. Uno de ellos comparte esta aventura conmigo. Su sombra está junto a la mía, en la foto de arriba, sobre las aguas del Nilo, cuando nos perdíamos por Uganda soñando con hacer el periodismo que siempre soñamos.

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Comentarios (8)

  • adrian

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    Emotivo, brillante, certero y descarnado analisis del oficio fascinante que sigue siendo contar historias sin mas. Estoy con usted, al periodismo le sobra servilismo y empresarios que mercadean con la informacion y le faltan profesionales capaces de emocionarse con una historia bien hilvanada, con un titular preciso, con un enfoque original. Pese a todos estos arribistas, la necrológica del periodismo no creo que se escriba nunca.

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  • Rosa

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    Querido Javier, lo importante es que mantienes limpio el espíritu. Las historias (yo odio ese vocablo, pero bueno…, algún día debatiré contigo por qué) llegarán, buenas historias, solo tienes que mantener el corazón y los ojos atentos. Un beso fuerte y ánimo, yo te sigo a ratos, pero nunca me olvido de tí y de seguir tu pista.

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  • Javier Brandoli

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    Con sus miserias y sus grandezas, el periodismo es muchas veces la única forma de acercarse a las cosas que no nos quieren contar, de entenderlas, masticarlas. Gracias a los tres.
    Rosa, espero que te vaya genial (podría haber contado tu caso, el de una tipa que pierde su trabajo por hacer bien para lo que se supone que le pagaban, por facilitar la información. Claro que no pagaban para eso).

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  • diego

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    La dignidad por encima de todo. Me temo que se puede generalizar a todos los ámbitos ese comportamiento… Nos han educado para competir, pisar, hacerse un hueco a codazos…
    Se agradece la independencia real 😉
    Un abrazo

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