Hay ocasiones en que un hombre se siente, sin remedio, desbordado. Sucede con la muerte de otros, con el anuncio de una paternidad, con un viaje al fin del mundo, con la guerra, con un amor inequívoco... y sucede con los templos de Angkor.
A sólo unos kilómetros de la frontera con El Líbano, en la Galilea Occidental que mira al Mediterráneo, se encuentra Lohamei Hagetaot, el kibbutz que perpetúa la memoria de los héroes del gueto de Varsovia.
Vuelven como relámpagos las imágenes de aquellos días, retazos de aventura, paisajes del mundo. Trato de construir el mural de sensaciones, pero resulta imposible ordenar el caos de un viaje de dos años, porque no está hecho el corazón para albergar tantas emociones.
Todos los pueblos del mundo, qué cosas, tienden a curar las heridas, a pasar páginas y abrir restaurantes. En Saigón ya nadie usa bicicleta. El zumbido de las motos ha ido apagando la magia de otro tiempo, el ruido de los mercados callejeros... y el recuerdo atronador de la guerra.
Los caodaístas abrazan a los dioses del hinduismo, a las enseñanzas de Mahoma y al legado de Jesucristo. Son budistas, taoístas y confucianistas. Sus líderes aseguran haber recibido revelaciones de Shakespeare o Lenin. Y Víctor Hugo es uno de unos de sus santos.
"Tengo que ir a dar de comer a mi marido”, dijo Clay. Pero el marido de Clay llevaba varios años muerto. Aún así, la vimos caminar hacia el cementerio con algo de comida y unos cigarrillos que dejó en la tumba de su difunto esposo.
El maldito sello de Guinea Bissau vuelve a causar pavor entre el personal y esta vez además han descubierto en la página de atrás el de Mali. De nuevo se reúne un conciliábulo que parece la Sociedad Geográfica Española, intentan determinar si son países que puedan atentar contra la seguridad nacional.