El viajero contempla una roca que nace de las mismas tripas del mar. En lo alto de aquella masa de piedra se sujeta un castillo, Dunnottar, ya derruido
El desierto tragado por el agua. El placer de escuchar a los hipos escondidos entre la nada. Naturaleza en estado puro. Noches de candela. El Okavango.
No importa dónde vaya, no importa qué haga, no importa dónde duerma y donde coma, ni con quién toque pasar el día o las horas de la cerveza al caer el sol