En la tumba de Mido Macia

Por: Javier Brandoli (texto y fotos)
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Domingo, 10 de marzo. 11 horas. Tras preguntar a varias personas, perderme y encontrarme, llego al cementerio de La Matola, a unos 30 kilómetros de Maputo, Mozambique. El camposanto está vacío. Sólo veo a una pareja depositando flores sobre una tumba. No llego a distinguir cuál de todos aquellos montículos seré el de Mido Macia, el taxista mozambiqueño apaleado hasta la muerte en Sudáfrica (el video en el que le esposan al coche y lo arrastran por el suelo ha dado la vuelta al mundo). Ayer, en este mismo lugar había cerca de mil personas atendiendo el sepelio. Su cuerpo acababa de llegar de Sudáfrica. Había periodistas, políticos, familiares y curiosos. Hoy no hay nadie, nada.

Curiosa idea la de tener una muerte digna en un lugar en el que en muchas ocasiones lo complicado es tener una digna vida

Me fijo en que en algunas tumbas pone  “reservado”. Curiosa idea la de tener una muerte digna en un lugar en el que en muchas ocasiones lo complicado es tener una digna vida. Decido preguntar a un tipo que parece que trabaja en el cementerio. “Sí, le llevo”, me indica, y lo hace con esa simpatía distante de los mozambiqueños que parecen avergonzados siempre de haberte conocido.

El montículo de arena está aún húmedo. (Ya conté hace meses como es un entierro en esta tierra). Hay decenas de flores colocadas sobre la tumba. Hay silencio, un cierto frío. Cuesta imaginar lo que sufrió Mido, el tipo allí enterrado. Fue torturado de forma vejatoria. Es el último símbolo de la barbarie en la aldea global. Esa era ayer, hoy es ya olvido en este mundo en el que siempre hay un después para convertirnos a todos en antes. Hasta hace nada su historia llenaba horas de televisión, su muerte ha sido radiada en todo el globo. Hoy no hay nadie, nada.

Cuesta imaginar lo que sufrió Mido, el tipo allí enterrado. Fue torturado de forma vejatoria

Jueves, 24 de marzo. 11:30 horas. Vuelvo al cementerio con la esperanza de recabar información que me lleve hasta la familia de Mido.  Las flores de la tumba omienzan a marchitar. Cubren aún toda la tumba, pero los colores han perdido fuerza. ¿Ha venido alguien en estos días a visitar la tumba?, pregunto a los trabajadores del cementerio. “Nadie”, contestan. “Seguro que la familia vendrá el sábado”, me aclaran.

¿Cuánto ha costado esta tumba? » 2000 meticais (50 euros). Es una tumba grande y cuesta más”. “Pero esta no tiene cemento, es sólo tierra”, les indico, observando que las tumbas de alrededor tienen base y losa. “Se paga por el espacio y esta es ancha”, me explican. ¿Saben dónde vive la familia? “Dicen que en La Matola Río, tras el puente. Vaya allí y pregunte”. Salgo del cementerio y justo en la puerta giro la cabeza, miro como con vergüenza, de reojo. “La vida sigue”, me digo, pero me parece violento el silencio de aquel lugar, de aquella tumba, de una muerte que hasta hace nada ha provocado tanto ruido.

«La vida sigue», me digo, pero me parece violento el silencio de aquel lugar

Jueves 24 de marzo, 13.00 horas. Un grupo de agentes de en la zona de La Matola Río trabaja en un control rutinario de vehículos. Unos conos en la carretera obstaculizan el paso. “Disculpen, ¿saben dónde vive la familia de Mido Macia, el taxista muerto en Sudáfrica?, les pregunto bajándome del coche. Comienzan entonces conversaciones en corro. Intentan ayudar, dar respuesta. Finalmente, tras varias idas y venidas deciden que me acompañe T, uno de los agentes que conoce la casa. Nadie me ha preguntado quién soy o qué quiero. Sencillamente he pedido ver a la familia de Mido y me llevan hasta ellos.

“Yo fui uno de los policías que fui a la frontera a recoger el ataúd de Mido”, me dice el simpático T, al que le explico que soy periodista. “Ah, periodista. Vinieron también unos tipos de Sudáfrica a entrevistar a la familia”, me dice. T es un chico joven que lleva tres años en el Cuerpo. ¿Cuántos policías mandaron de Mozambique?”, “Fuimos 18 de seguridad y 10 de tránsito (tráfico). En total éramos 28. Tuvimos que dormir aquella noche en la frontera, en Ressano García, ya que los sudafricanos habían cerrado ya el paso. A las seis de la mañana por fin pudimos traer el ataúd hasta La Matola”, cuenta. Ironías del destino, o no, la primera parada para el primer responso fue en una escuela cercana que lleva el nombre de Nelson Mandela, icono de la paz en África y ex presidente del país en el que perdió la vida un inmigrante mozambiqueño que se opuso a una multa de tráfico. “Había muchísima gente por todos los lados. Estaba todo lleno el pasado sábado”, recuerda T.

“Son ellos”, me indica T. Es la estampa de la desolación, de la soledad

Diez minutos después, tras cruzar una larga estrada de arena y llena de baches, llegamos a casa de la familia Macia. Hay tres edificios en medio de un limpia explanada de arena. En el centro hay una banca, tienda típica de Mozambique, donde se comercian con los restos del mundo convertidos en primeras necesidades. A la izquierda hay un grupo de niños jugando, a la derecha se ve a dos mujeres mayores, muy mayores, vestidas de negro y con la cara desencajada tiradas sobre una esterilla a la sombra de un árbol. Tras ellas, dos mujeres de mediana edad y un hombre de mediana edad sentados en una silla en absoluto silencio. “Son ellos”, me indica T. Es la estampa de la desolación, de la soledad.

Con mucha delicadeza nos acercamos. Me miran con cierta desconfianza. Sin embargo, el hombre pronto se levanta y trae dos sillas. Nos sentamos. “T” habla changana, lengua africana que se habla en esta zona del país Me presenta. ¿Son el padre y la madre de Mido?, pregunto. “Sí”, contestan ambos con una cierta tristeza. La tercera mujer es una líder espiritual de su Iglesia que va cada día a darles consuelo. Les explico que quiero narrar la vida de su hijo, lo que piensan, si tienen ayudas, lo que sienten…El padre mira al cielo, suspira y dice: “Hoy me han llamado del Ministerio de Negocios Extranjeros y me han indicado que no puedo hablar con nadie sin su permiso”, se excusa. ¿El Gobierno les dice con quién deben hablar? “Sí”. ¿Pero han venido a verlos, les ofrecen ayudas económicas? “No nos ayudan nada y encima ahora no nos dejan que nos ayuden los demás”, interviene la madre.

No quiero dinero de la muerte de mi hijo. Quiero que pase esto ya, poder olvidar

“No quiero dinero de la muerte de mi hijo. Quiero que pase esto ya, poder olvidar”, reclama él. “Pero ellos podrían hacer algo, no hacen nada Ni ayudan en nada”, espeta ella de nuevo. “Si el Gobierno ha decidido que no tenemos que hablar con nadie será por algo”, concluye él, en esa creencia tan africana de que las cosas cuando pasan no hace falta preguntarse la razón. Pasan, para qué preguntarse nada. “Dígame sólo cómo está su nieto”, le pregunto. “Está con nosotros”, contesta él educadamente, mientras con los ojos parece indicar que es uno de los críos que juega al otro lado de la casa. Sé que la conversación, en ese tono, puede ser eterna. Ellos nunca me van a echar, ni van a dejar de contestar a mis preguntas. Por cultura no lo harían. Decido en todo caso irme para no meterles en un problema mayor, para respetar la debilidad con la que él me ha indicado que es mejor que lo haga, que me marche.

“Que tengan suerte y mis más sinceras condolencias”, me despido estrechándoles la mano. “Gracias”, responden ellos con sus dedos de barro como avergonzados de no haberme atendido como suele hacerse en esta tierra, con todo lo que se tiene aunque sea nada. Atrás quedan aquellas dos mujeres mayores, vestidas de riguroso negro y ojos penetrantes que ahora con el reflejo del sol parecen profundamente húmedos. Sus miradas son profundas, extrañas. No hay nada, no hay gente, hay olvido y silencio. La muerte de Mido es ya sólo eso, olvido. No hay más tiempo para él en la vida.

P.D. Parte de este texto se publicó en El Mundo. Esta semana los periódicos mozambiqueños denuncian que el Gobierno de su país presiona a los padres para que retiren la demanda contra la Policía sudafricana. La foto de la tumba es la primera vez que se publica, supongo, en un medio europeo.

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Comentarios (5)

  • ricardo coarasa

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    Gran historia, Javier. Periodismo puro. Efectivamente, no era necesario ir más allá. Llegaste hasta donde debías a partir de una simple tumba de tierra. Lo demás no estaba en tus manos. Me sorprende que no haya comentarios a este post. Quizá porque un taxista mozambiqueño apaleado en Sudáfrica es sólo eso: una pieza de dos minutos en el TD… Yo, desde luego, sí te agradezco este reportaje

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  • Mayte

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    totalmente de acuerdo Ricardo. Es una historia/noticia que no debe caer en el olvido por terrorífica y enervante. Gracias Javier por hacernos llegar una información que de otro modo no tendríamos…

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  • Javier Brandoli

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    Gracias a los dos. Mido es un ejemplo más de este jodido mundo. Cada día hay muchos Mido, pero no siempre hay un video para mostrarlos.

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  • Juan Antonio Portillo

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    Buenos días.
    Sin ánimo de ofender ni molestar, pero creo que no es sensato entrar en suposiciones del por qué no hay comentarios a este post de Javier. Realmente no lo sabemos.
    Sin conocerlo físicamente considero a Javier una bellísima persona. De esas personas que me gusta tener entre mi círculo de amigos/conocidos porque su causa y su acción es justa y noble. Porque informa y escribe, y desarrolla su profesión sin tapujos, sin censuras, y de una forma clara, sencilla y apasionada, y comprometida con el mundo.
    Leí ayer este artículo y la noticia anterior en su perfil de fb. En mi caso, a veces contesto y manifiesto mi parecer, pero en otros momentos no me apetece porque no me salen las palabras ante tanta «mierda» mundana.
    Me encantaría que los hechos objeto de estas noticias dejasen de producirse, que el mundo cambiase, pero eso no está tan sólo en mi mano.
    Concluyendo, y respetando toda opinión y comentario, o ausencia de él. Gracias Javier por tu labor y gracias Ricardo por plasmar tu opinión.
    Abrazos

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  • ricardo

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    En absoluto era un reproche a nadie, sólo una reflexión sobre la repercusión que tienen algunas noticias, sobre todo las que llegan de África. Aquí no medimos las historias por el número de comentarios, pero lo que me sorprendía, simplemente, era que un reportaje así no generase reflexión alguna. Y tu opinión, siempre ponderada y expuesta con criterio como acostumbras, nunca molesta, faltaría más. Como todas las que se aportan a esta web con idéntico afán sólo ayudan a enriquecer VaP. Un saludo

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